Homilía
30º domingo de tiempo ordinario
26 de octubre de 2014



Extrajero, Prójimo, Amigo

En Albany Park, Chicago, los salones del colegio Roosevelt los hijos de esta comunidad hablan 58 idiomas. A unas cuadras de la parroquia se oyen la lengua árabe y la hebrea, los idiomas de los coreanos y vietnamitas. A las 7:30 de la mañana, la lengua de rigor para la misa es inglés. Es así sólo porque la mayoría de los pilipinos usan este idioma tan complicado y raro para evitar cruzar los idiomas ilocano y tagalog.

Cada grupo de latinos, europeos, asiáticos y africanos representa una variedad de realildades culturales. Las familias de la Veracruz tropical no son como las que llegan de las montañas ásperas de Guerrero. Los feligreses de Guam y de las Filipinas no comparten las mismas preocupaciones. Los europeos son sobrevivientes de guerras viejas y nuevas, víctimas de la costumbre de borrar y reemplazar fronteras nocivas.

La primera y la tercera lectura de hoy nos hablan de vínculos más espesos que la sangre. La primera, tomada del libro de Exodo, insiste en que Dios se enfada mucho con los opresores del pobre e inmigrante. En este pasaje, Dios levanta la voz, condenando a los que desprecian y maltratan al pobre y extranjero.

Nos acordamos de Israel que vivía un tiempo como pueblo aislado en tierras ajenas. A la vez, debemos aceptar también que no hay persona en este continente que no tiene una ascendencia de otro lado; todos somos inmigrantes o hijos de inmigrantes. Los grupos chicos de peregrinos que iniciaban las tribus indígenas del continente llegaron de Asia por el puente de hielo sobre los Estrechos de Bering o por barco pequeño y peligroso. Me parece que el primer paso para llegar a ser el pueblo de Dios consiste en reconocer nuestros comienzos. Somos inmigrantes y tenemos diferentes herencias genéticas. Todos somos extranjeros con las ganas de relacionarnos por medio de nuestra fe.

La narración evangélica de Mateo, un pasaje que examina la fe bíblica de Jesús, nos reta a ampliar nuestra propia fe. Jesús da una doble respuesta a la pregunta de los fariseos.

Primero, él habla de Dios. Para Jesús, Dios siempre está presente. Según él, seríamos malagradecidos si no desgraciados, si no amamos al Dios que nos ha dado vida. El también enseña cómo debe ser nuestro amor. Con una citación un poco equivocada del libro de Deuteronomio (6,5), Jesús dice que debemos amar a Dios con todo nuestro ser. Mateo dice que debemos amar a Dios con nuestras emociones, vida, memoria y mente. Deuteronomio menciona emociones, vida y posesiones. De todos modos, se trata de todo lo que somos y tenemos.

En la segunda parte de la respuesta, Jesús nos cita el libro de Levítico (19,18), abogando un amor más allá de las fronteras israelitas para llegar a los callejones solitarios de los forasteros. Según Jesús, mi prójimo es quien me necesite. Lucas subraya esta opinión con la parábola del Buen Samaritano.

Bueno pues, aquí nos encontramos en la Merced en la vigilia de un nuevo milenio, un pueblo reunido por el espacio y el tiempo. ¿Cuáles preguntas debemos hacer a nuestras gentes y a nosotros mismos si esperamos llegar a ser un pueblo, no sólo de carne, sangre e historias pasadas, sino también de fe?

Tengo unas sugerencias: ¿Reconocemos que somos inmigrantes o hijos de inmigrantes? ¿Entendemos los dones de historia, cultura y lengua que hemos traído con nosotros a este lugar y tiempo? ¿Qué trabajo nos sostiene con comida, casa y seguridad? ¿Cuáles son nuestros sueños sobre el futuro de familia y persona? ¿Qué esfuerzo hacemos para comparar experiencias sobre nuestro peregrinaje de fe con los familiares y vecinos? ¿Haremos el intento de aprender de los demás?

En la segunda lectura de hoy, San Pablo felicita a los tesalonicences por su fidelidad y su ejemplo a los demás; él los llama un don del Espíritu Santo. El habla de la manera de que lo recibieron cuando todavía no lo conocían. El les llevaba la Palabra de Dios, la misma que debemos vivir y regalarnos unos a otros. ¿Nos felicitaría Pablo por nuestras actitudes y acciones, por la manera en que somos o no somos una bienvenida y Buena Nueva para los demás? Comenzamos siendo forasteros; ¿hemos llegado a ser ahora prójimos y amigos?


Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Derechos de Autor © 2013, Donaldo Headley.
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Se concede permiso para la reproducción para uso personal o uso parroquial.

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/