En Albany Park, Chicago, los salones del colegio Roosevelt
los hijos de esta comunidad hablan 58 idiomas. A unas
cuadras de la parroquia se oyen la lengua árabe y la
hebrea, los idiomas de los coreanos y vietnamitas. A las
7:30 de la mañana, la lengua de rigor para la misa es
inglés. Es así sólo porque la mayoría de los pilipinos
usan este idioma tan complicado y raro para evitar cruzar
los idiomas ilocano y tagalog.
Cada grupo de latinos, europeos, asiáticos y africanos
representa una variedad de realildades culturales. Las
familias de la Veracruz tropical no son como las que
llegan de las montañas ásperas de Guerrero. Los feligreses
de Guam y de las Filipinas no comparten las mismas
preocupaciones. Los europeos son sobrevivientes de guerras
viejas y nuevas, víctimas de la costumbre de borrar y
reemplazar fronteras nocivas.
La primera y la tercera lectura de hoy nos hablan de
vínculos más espesos que la sangre. La primera, tomada del
libro de Exodo, insiste en que Dios se enfada mucho con
los opresores del pobre e inmigrante. En este pasaje, Dios
levanta la voz, condenando a los que desprecian y
maltratan al pobre y extranjero.
Nos acordamos de Israel que vivía un tiempo como pueblo
aislado en tierras ajenas. A la vez, debemos aceptar
también que no hay persona en este continente que no tiene
una ascendencia de otro lado; todos somos inmigrantes o
hijos de inmigrantes. Los grupos chicos de peregrinos que
iniciaban las tribus indígenas del continente llegaron de
Asia por el puente de hielo sobre los Estrechos de Bering
o por barco pequeño y peligroso. Me parece que el primer
paso para llegar a ser el pueblo de Dios consiste en
reconocer nuestros comienzos. Somos inmigrantes y tenemos
diferentes herencias genéticas. Todos somos extranjeros
con las ganas de relacionarnos por medio de nuestra fe.
La narración evangélica de Mateo, un pasaje que examina la
fe bíblica de Jesús, nos reta a ampliar nuestra propia fe.
Jesús da una doble respuesta a la pregunta de los
fariseos.
Primero, él habla de Dios. Para Jesús, Dios siempre está
presente. Según él, seríamos malagradecidos si no
desgraciados, si no amamos al Dios que nos ha dado vida.
El también enseña cómo debe ser nuestro amor. Con una
citación un poco equivocada del libro de Deuteronomio
(6,5), Jesús dice que debemos amar a Dios con todo nuestro
ser. Mateo dice que debemos amar a Dios con nuestras
emociones, vida, memoria y mente. Deuteronomio menciona
emociones, vida y posesiones. De todos modos, se trata de
todo lo que somos y tenemos.
En la segunda parte de la respuesta, Jesús nos cita el
libro de Levítico (19,18), abogando un amor más allá de
las fronteras israelitas para llegar a los callejones
solitarios de los forasteros. Según Jesús, mi prójimo es
quien me necesite. Lucas subraya esta opinión con la
parábola del Buen Samaritano.
Bueno pues, aquí nos encontramos en la Merced en la
vigilia de un nuevo milenio, un pueblo reunido por el
espacio y el tiempo. ¿Cuáles preguntas debemos hacer a
nuestras gentes y a nosotros mismos si esperamos llegar a
ser un pueblo, no sólo de carne, sangre e historias
pasadas, sino también de fe?
Tengo unas sugerencias: ¿Reconocemos que somos inmigrantes
o hijos de inmigrantes? ¿Entendemos los dones de historia,
cultura y lengua que hemos traído con nosotros a este
lugar y tiempo? ¿Qué trabajo nos sostiene con comida, casa
y seguridad? ¿Cuáles son nuestros sueños sobre el futuro
de familia y persona? ¿Qué esfuerzo hacemos para comparar
experiencias sobre nuestro peregrinaje de fe con los
familiares y vecinos? ¿Haremos el intento de aprender de
los demás?
En la segunda lectura de hoy, San Pablo felicita a los
tesalonicences por su fidelidad y su ejemplo a los demás;
él los llama un don del Espíritu Santo. El habla de la
manera de que lo recibieron cuando todavía no lo conocían.
El les llevaba la Palabra de Dios, la misma que debemos
vivir y regalarnos unos a otros. ¿Nos felicitaría Pablo
por nuestras actitudes y acciones, por la manera en que
somos o no somos una bienvenida y Buena Nueva para los
demás? Comenzamos siendo forasteros; ¿hemos llegado a ser
ahora prójimos y amigos?
Donaldo Headley
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