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La Palabra que nos compromete
5º domingo de Pascua
18 de mayo de 2014

Los diáconos
 
“A los que encarguemos de este deber.”

Nombrar a los diáconos, como se relata en los Hechos de los Apóstoles, fue una respuesta a las necesidades de los compañeros cristianos y al deseo de los Doce de estar más disponibles para la oración y la proclamación de la palabra.

Mientras la tarea que les ocupaba trataba de las necesidades materiales de la comunidad---el repartimiento justo de los alimentos entre las viudas---lo más interesante del relato es la flexibilidad de los Apóstoles al responder a las necesidades de sus tiempos.

 Al pasar el tiempo, la función y el significado del diaconado tomaron varias formas, a veces de menor importancia, pero siempre relacionadas con el servicio, ya fuera litúrgico o de la comunidad.  Hoy día en la Iglesia del occidente, lo que distingue a los diáconos es que ayudan, no presiden, aunque, en caso de necesidad, los diáconos presiden en bautismos, bodas, y entierros.  Así, el diaconado se asocia más de cerca al sacerdocio.  Pero espero que no llegue a acercarse demasiado.

A menudo me he preguntado si existe un impedimento oculto al predicar y al escuchar la palabra de Dios en el catolicismo de hoy.  Me refiero a algo más que la calidad y la duración de los sermones.  Es inevitable que algunos de nosotros, los predicadores, simplemente no seamos tan buenos como otros---ciertamente no tan buenos como algunos predicadores que se han formado más en la tradición de la palabra que del sacramento. 

Hay una cuestión más profunda aquí que tiene que ver con nuestra vida y nuestros trabajos.  Como una anciana africano-americana nos dijo a un grupo de sacerdotes un día, “Prefiero oír un sermón vivido que diez predicados.” 

Si tenemos problemas con los sermones, no es solamente porque estamos muy ocupados con otras cosas---aunque las tareas administrativas del sacerdote en una parroquia pueden requerir un tiempo desproporcionado.  Un problema más grande todavía es el siguiente: hasta la mejor homilía se puede borrar de la mente si se asocia con la misma naturaleza del oficio de presidir, la tarea, el trabajo del ejercicio y ministerio del sacerdote.
Un carisma significante de los diáconos en la Iglesia contemporánea se relaciona con el hecho de que la mayoría están casados, tienen otros lugares de trabajo, han tenido una carrera activa, y no tienen otro motivo por dar servicio a la iglesia que su fe.  El trabajo de los sacerdotes, incluso predicar, se puede pasar subconscientemente por  “algo que tienen que hacer.”  Pero cuando un diácono visita a los enfermos, cuando un cartero o un hombre de negocios sube al púlpito, ocurre algo distinto.  Y la gente lo sabe.  No es simplemente “su trabajo.”

Hay algo particularmente conmovedor y cautivador cuando una persona común y corriente desea leer y predicar sobre la palabra de Dios---y no es “lo habitual.”  No se puede borrar de la mente como algo que “se esperaba” que se hiciera.  El testimonio de la gente casada, que vive una vida “ordinaria,” es más poderoso precisamente porque no tiene que hacerlo, ni se espera que lo haga.  Uno de los carismas de los Promise Keepers (Cumplidores de promesas) y del Opus Dei es el hecho de que la gente que parece ser ordinaria quiere hacer algo no muy común para Dios y la comunidad.  De la misma manera, la fuente primaria de las vocaciones al sacerdocio o a convertirse a la fe católica es la fe de la familia, de los amigos y de los compañeros de trabajo.  Es cuestión de personas, no de estrategias institucionales. 

Dos de mis amigas más íntimas, hasta el día que murieron, habían rezado por la ordenación de las mujeres en la Iglesia católica.  Aunque ya no viven, todavía mantengo su esperanza que si es la voluntad de Dios y la obra del Espíritu Santo, la Iglesia tendrá la humildad para cambiar.

Pero las dos mujeres me contaron en alguna ocasión que habían experimentado en el trabajo (una era monja-doctora, la otra era esposa y fotógrafa profesional) unos poderes raros al comunicar la fe que ningún sacerdote ni predicador parecía tener.  Como no tenían que predicar ni orar, la gente no podía ignorarlas como lo harían con un pastor oficial.  Como no se esperaba que fueran sirvientes de los pobres, defensoras de la justicia, o ministras de la palabra, no se podían descartar fácilmente.

Eso mismo es lo que experimenté en los momentos cuando unas mujeres casadas exploraron los confines de la oración mística o cuando el padre de una familia numerosa nos confió a mí y a otros hombres como su vida no tendría ni significado final ni alegría sin Cristo.  Todos nosotros hemos conocido a diáconos que, por su servicio atento, llevaron a otros a decir---“Mira como los católicos se aman---y a otros también.”  Fue precisamente porque no eran sacerdotes que fueron tan eficientes.

Somos un pueblo elegido, un sacerdocio real, una nación consagrada.  La oración ritual que encarga a los diáconos debe ser para todos nosotros.  “Reciban el Evangelio de Cristo  cuyos mensajeros son; crean lo que leen, prediquen lo que creen, pongan en práctica lo que predican.”

Sea lo que sea nuestro puesto en la iglesia, todos estamos llamados a ser diáconos, así como estamos llamados al sacerdocio de fieles creyentes.  La variedad de papeles da vida.  Una madre vive lo que yo nunca podría predicar.  Una persona célibe revela un color en el espectro de la fe que los esposos no pueden enseñar. Un soltero o una soltera laicos dan consuelo de maneras que otros cristianos no podrían hacer nunca.

Entonces, ¿no es apropiado que, según se dice que Jesús dijo, “En la casa de mi Padre, hay muchas moradas”?


John Kavanaugh, S. J.
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.

El Padre Kavanaugh fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le tratamos en su vida.
THE WORD EMBODIED: Meditations on the Sunday Scriptures, Cycle A.
Orbis Books, Maryknoll, New York (1998), pp.46-48.
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Derechos de autor © 1998 por John F. Kavanaugh. Todos los derechos de autor están reservados. Se usa con el permiso de Orbis Books, Maryknoll, New York 10545-0308

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/