Homilía
La Asunción
15 de agosto de 2010

Calendario litúrgico 2010 ciclo C, año impar
La Asunción de la Virgen

Su persona animada y completa, con cuerpo, alma y espíritu, es la prueba de que la vida y no la muerte es el futuro del ser humano.

Hoy, nosotros celebramos a María, la Madre de Jesús y los efectos de la Encarnación del Verbo de Dios, no sólo en ella sino en toda nuestra humanidad.

Según la teología que analiza los evangelios y celebra lo que estos documentos únicos intentan proclamar para los pueblos del mundo, la Asunción de María celebra los cambios en nosotros por la acción de Dios quien se ha identificado con nosotros en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. El cuerpo tan humano de la madre del Señor está ya animada por el Espíritu del mismo Dios. Según nuestra fe, algún día así seremos nosotros.

Nos hemos acostumbrados tratar a María como nuestra madre. Sin embargo, por nuestra fe en la comunión de los santos, sería mejor pensar en ella mejor como nuestra hermana.

Ella se relaciona con nosotros no tanto verticalmente, como alguien arriba de nosotros, sino horizontalmente, como una persona que comulga al lado de nosotros, la imagen clara de todas las mujeres que promueven la vida humana en nuestras comunidades de fe. Ellas con ella creen de verdad en el futuro desconocido que Dios se ha comprometido en darnos. Las palabras de ella al contestar la intervención de Isabel son fuertes, insistiendo en los cambios futuros, todavía no palpados, con que Dios garantiza la justicia, la compasión y el amor en un mundo lleno de opresiones, violencia y muerte.

Su persona animada y completa, con cuerpo, alma y espíritu, es la prueba de que la vida y no la muerte es el futuro del ser humano. Nosotros ya debemos celebrar la resurrección en nosotros. Es una realidad que debemos estar viviendo ahora, no esperando el futuro, sino hoy mismo celebrando la desaparición de todo prejuicio y la presencia de la hermandad entre los pueblos históricos y culturales del planeta. La resurrección concierne no sólo la vida de cada uno como individuo, sino la vida completa del Pueblo que ha puesto toda su fe y confianza en Dios.

La primera lectura del Libro de Revelación habla de una mujer que es más que María. El pasaje se refiere efectivamente a la Iglesia que se compara con una mujer fiel, dispuesta a dar a luz a la criatura que ella ha cargado en su vientre por los nueve largos meses de un embarazo. El autor no puede encontrar una mejor figura para representar el futuro que quita las opresiones diabólicas y provoca la unidad, amor y posibilidad de los pueblos mejor que la mujer que solloza con sus dolores de parto y después pone al fruto de sus entrañas en su seno para alimentarle con alegría. La Iglesia tendrá que aceptar esta imagen y apreciar su relación con el nuevo mundo que Dios produce siempre en su presencia alimenticia.

Toda mujer, más que el varón, aprecia lo necesario y lo bello del cuerpo humano. Ella ve su cuerpo como parte integra de la vida del ser humano. Parece más fácil para la mujer apreciar la relación que existe en todo ser humano entre su carne, su animación y su espíritu. Toda esta realidad tripartita busca siempre una integración total por la cual se honra y aprecia todo lo que es y puede llegar a ser la persona humana. A la vez, la mujer también sabe que la humanidad vive en el peligro de lo contrario.

En nuestra segunda lectura, tomada de la primera carta de San Pablo a los corintios, el apóstol intenta describir la resurrección como un evento que se desarrolla sólo poco a poco en la historia. Según él, todo el pueblo humano está involucrado en estos eventos transformantes porque se trata, no tanto de la vida de un individuo u otro, sino de la vindicación de toda la acción de Dios en nuestro mundo. Dios no pierde; Dios gana. La vida no se desparece; ella se prolifera y multiplica. El amor no se entierra; se aumenta y expande. Todos nosotros nos incluimos en el plan de Dios. Sus promesas por medio de la familia de Abraham se cumplen.

María, en su asunción, es parte de la respuesta que da la humanidad a la realidad de Jesús, hijo de Dios e hijo de ella. La Encarnación cambia toda la humanidad para siempre. Y, porque el cambio está en nosotros, también se cambia la realidad del sistema planetario evolucionado y el universo que nos ha producido. Pablo nos dice que el mundo creado llora y gime en su deseo de ver un cambio completo en nosotros y toda la creación.

Al participar en la comunidad de la resurrección, nuestro compromiso es único, producir lo que debe producir la humanidad resucitada: la justicia, compasión y amor del Reino de Dios en el mundo, abandonar lo que divide y separa pueblo de pueblo y aceptar al prójimo como imagen de Dios en nuestro mundo. La Encarnación es un evento que cambia todas las posibilidades de nuestra vida.

P. Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la facultad pontifical del seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.

español - liturgy.slu.edu

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Arte de Martin Erspamer, O.S.B. (Anteriormente Steve Erspamer, S.M.)
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
[Religious Clip Art para el Ano Litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido solo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para mas información puede ir a: http://www.ltp.org/

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