Homilía
Domingo 11º de tiempo ordinario B
17 de junio de 2012

Primera lectura: Ezequiel 17: 22-24
Salmo responsorial: 92:2-3, 13-14, 15-16
Segunda Lectura: 2Corintios 5: 6-10
Evangelio: San Marcos 4: 26-34

El Pueblo de los Ruiseñores

El profeta Ezequiel nos habla de un mundo sembrado por el mismo Dios de Israel, Yahvé de las montañas y los desiertos. No tenemos que hacer nada para disfrutar la riqueza de lo que aparece en la naturaleza del planeta efectivamente nuestra casa.

Sin embargo, como Pablo nos dice en lo que parece como su último mensaje a los cristianos de la ciudad de Corinto, vivimos nosotros, no por lo que vemos sino por fe. Y la fe no tiene que ver con el pasado ya fijo en nuestra memoria sino de un mundo que todavía no ha existido y que nosotros estamos invitados a criar al lado del Señor quien se presenta como nuestro compadre.

Las parábolas de la tercera lectura revelan dos caras de la misma realidad de nuestra fe de misión y de ministerios. ¿Cómo funcionamos nosotros en el mundo nuestro de actividades? ¿Qué pasa en nuestros matrimonios o en la crianza de nuestros hijos? ¿Qué sucede en el barrio de nuestras parroquias? ¿Somos la levadura para todos los demás grupos de nuestros vecindarios?
Estas preguntas se hacen porque Dios mismo nos ha sembrado en el barrio entre otras personas que no abrazan ni la fe nuestra ni nuestra manera de vivirla. Siempre nos llamaba la atención lo que insistía el Monseñor Romero sobre su propio ministerio. Para él fue cierto que él sólo cultivaba lo que otros ya habían sembrado y que otros ciertamente iban a cosechar sus cultivos.

Hemos recibido nuestros ministerios de tantas personas que han tomado tiempo con nosotros como Bernabé tomaba tiempo con Saulo. Poco a poco, Saulo llegó a ser Pablo y el gran apóstol de los anteriormente habían sido excluidos de la Buena Nueva del Resucitado. La vida que el comparte con nosotros y su misión en el mundo producen en nosotros lo que somos y hacemos entre los vecinos que tenemos. El cambio en el mundo depende de lo que nosotros compartimos de lo que otros del pasado nos han dejado de posibilidades.

Es cierto que Dios mismo va a producir algo valioso con o sin nosotros según la primera parábola del evangelio, pero no es lo mismo sin nuestra cooperación. Así nos explica la segunda parte de la lectura.
El arbolito de la mostaza es una planta sin mucho para recomendarlo entre las siembras del jardín. Es un poquito feo, de mal olor y sólo crece hasta los seis pies, un par de metros. ¿Por qué lo escoge Jesús para describir la misión y ministerios de su comunidad de fe?

Quizás lo recomienda, no por él mismo arbolito, sino por las aves que ponen sus nidos en esta clase de arbusto.

Durante la misión de la Arquidiócesis de Chicago en San Miguelito, Panamá, las paredes del centro de la Parroquia de Cristo Redentor permanecían abiertas al aire; son unas verjas forjadas de forma abierta con las palabras y símbolos del famoso canto de alabanza de los tres jóvenes del libro de Daniel, el profeta.

Esta construcción permitía a las aves entrar y salir siempre del centro. Unos pajaritos, amigos de la casa, habían puesto sus nidos en los arbustos chicos alrededor del centro. Fueron los ruiseñores de la parroquia, los que siempre buscaban la manera de levantarnos en el amanecer e invitarnos a descansar al ponerse el sol.

Esta es la imagen que Jesús nos da con su parábola de la semilla de mostaza. Son las aves que viven allí que hacen del árbol una realidad tan preciosa. En nuestros ministerios y misión en el mundo, sin duda es la amistad entre nosotros y la dedicación de fe compartida lo que hace de la Iglesia algo de valor. Sin esta intimidad entre amigos no habrá fruto en nuestros trabajos.

¿Cómo desarrollamos nuestra misión en el mundo? Loa que seguían Jesús se acordaron de la hora del día cundo Jesús los invitaba a llegar a su casa. ¿Nos acordamos de los que comparten nuestra misión y de lo que hemos compartido con ellos? Si no, ¿qué valor tiene nuestra misión?

 

Donaldo Headley



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Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
[“Clip Art” religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/