Homilía
12º domingo del tiempo ordinario
23 de junio de 2013


Primera lectura: Zacarías 12: 10-11
Salmo responsorial 63:2, 3-4, 5-6, 8-9
Segunda lectura: Gálatas 3: 26-29
Evangelio: San Lucas 9: 18-24


La Pregunta más importante

Todos los cristianos deben hacerse la misma pregunta que Jesús les hizo a los discípulos. “¿Quién dice la gente que soy yo?” ¿Quién es Jesús de Nazaret?

Aseveramos que Jesús es el Mesías, el Cristo, el ungido de Dios. Decimos que él está presente en la comunidad, que se escucha en la proclamación de la Buena Nueva, que se conoce en la fracción del pan eucarístico. Según nosotros, lo vemos, escuchamos y estamos alimentados por él. Sabemos con la mente que es el Hijo de Dios, el Verbo hecho carne que sigue viviendo con nosotros hoy en día. Todos los cristianos saben que él nos salva a nosotros porque es Dios y que nos salva a nosotros porque es también hombre.

Esto puede ser sólo un reconocimiento intelectual a la verdad predicada. Aceptamos lo que hemos aprendido del catecismo. Nuestro problema, sin embargo, no se estriba en nuestro entendimiento cerebral sino en la falta de sabiduría que no permite que esta verdad sea la realidad práctica de la vida. Las preguntas que debemos hacernos son las siguientes: “Dónde esperamos encontrar a Jesús, el Cristo, hoy?” “Cómo hablamos y actuamos en su presencia?” Las preguntas no son teóricas sino prácticas.

Los seguidores de Jesús fueron muy afortunados. No dependieron del catecismo ni de la prédica, sino aprendieron de Jesús caminando a su lado y escuchando sus parábolas. El se sentaba con ellos y estaba en sus fiestas. Tocaba las puertas de los vecinos y los acompañaba. Los discípulos primero vieron su humanidad y sólo después su divinidad.

No hemos tenido la misma suerte de los primeros discípulos. Ellos aprendieron que él era Dios por verlo amar como Dios ama, sin discriminación de sexo, raza o poder económico. El amaba a todos de manera creadora, liberando a los que él llegaba a conocer para que actuaran responsiblemente en su ambiente. El entendimiento les llegaba, no por la intervención de otro, sino por medio de la práctica que él compartía con ellos. Ellos crecieron en su comprensión de su persona y naturaleza.

La segunda lectura, tomada de la carta de San Pablo a los Galatas, nos da el tema de toda la Buena Nueva. Escuchamos que todos sin excepción y por igual, compartimos la vida del Resucitado (3, 26-28). Esta noticia es el corazón del Evangelio; no hay otra buena nueva. Debemos aprender esta igualdad de Jesús. ¿Cómo debemos comportarnos si somos cristianos? ¿Podemos transformar nuestras culturas tradicionales en un futuro que da vida y purificar nuestras historias personales hasta hacerlas la historia de la comunidad de hoy?

La primera lectura del profeta Zacarías nos dice del dolor sufrido por los que intentan vivir estas normas del Reino de Dios en la sociedad. ¿Podemos aceptar el sufrimiento que trae nuestra adherencia a la enseñanza del Cristo y el acompañamiento a los que el mundo ve como marginados? ¿Somos capaces de vivir sin el sexismo, el racismo y el amor al privilegio económico?

Mucho de nuestra efectividad como cristianos depende de lo que el pueblo ve en nosotros. Jesús hizo una buena pregunta cuando preguntaba lo que el pueblo pensaba de él. Debemos preguntarnos de lo que piensa el pueblo de nosotros.

En nuestro bautismo, nos sellaron con crisma como profetas, dirigentes y sacerdotes. ¿Cómo vivimos los valores de estos títulos? ¿Cómo escogemos entre la conveniencia y la verdad? ¿Cómo decidimos entre la vida o la muerte? ¿Cómo analizamos las situaciones que dan o quitan responsabilidades?

En la primera comunión decimos que somos los que fraccionan el pan para que nadie tenga hambre. ¿Cuál es nuestra actitud hacia los que no tienen ni casa ni mesa? ¿Cómo damos vida a los marginados y solitarios? Queremos apoyo familiar, pero ¿qué de los que no tienen familia, los sin casa y los abandonados?

Nuestra confirmación fue un momento de madurez. Nos declaramos parte del ministerio y misión de la Iglesia Católica. ¿Cómo respondemos al abrazo episcopal hoy cuando debemos amar a los extranjeros como Cristo nos ha amado? ¿Cómo servimos el mundo con la madurez de nuestra fe en el futuro? ¿Le damos esperanza?

Donaldo Headley


Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Derechos de Autor © 2013, Donaldo Headley.
Todos los derechos reservados.
Se concede permiso para la reproducción para uso personal o uso parroquial.

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/