Homilía
14º domingo del tiempo ordinario
7 de julio de 2013


Primera lectura: Isaías 66: 10-14
Salmo responsorial 66:1-3, 4-5, 6-7, 16, 20
Segunda lectura: Gálatas 6: 14-18
Evangelio: San Lucas 10: 1-9


…Para escuchar lo que dicen las Escrituras

Muchas personas leen la Biblia, y, entre todas, ellas tienen varios puntos de vista. Los fundamentalistas determinan su lectura por la misma palabra, posiblemente mal traducida, que ellos ven en la página. Los Pentecostales tejen sus inventos en el espacio entre una y otra palabra, olvidándose de la misma Palabra de Dios para abrazar cualquier cosa que inventa el predicador. Nosotros, supuestamente una asamblea abierta e inclusiva, hemos conocido los errores de los dos extremos.

Esta vagabundería de interpretaciones aparece al comentar los pasajes que reflexionan sobre Dios en sus aspectos más femeninos. En hebreo, el Espíritu y la Sabiduría regalada por Dios se definen más con términos femininos que con palabrería masculina, pero, por costumbre, seguimos vistiendolos con detalles y gustos de varón.

Lo mismo sucede en las lecturas de hoy. Al escuchar las palabras del texto para preparar o recibir las homilías, nosotros, los hombres como también las mujeres, tenemos un prejuicio masculino claro.

Nos volvemos incómodos oyendo las palabras de Isaías, cuando nos dice que debemos "saborear y gustar los pechos famosos (66,5-7)” de Jerusalén, el trono de la Sabiduría. No queremos aceptar ser “llevados en brazos y acariciados sobre las rodillas” de la Sabiduría, pero éstas son las imágenes presentadas a nosotros por la misma Biblia.

En la segunda lectura seleccionada de su carta a los Gálatas, Pablo elimina la circuncisión como un rito que nos injerta a Cristo Resucitado, porque, siendo ella una práctica totalmente exclusiva y masculina, no puede expresar la vida de la comunidad de fe.

Sin lógica y por costumbre, al leer el Evangelio de hoy, siempre hemos aceptado la idea que sólo varones se encontraron entre los setenta y dos enviados por Cristo a las aldeas israelitas. No hay por qué pensar así. Lucas siempre insiste en el discipulado de las mujeres en el evangelio como también en los Hechos de los Apóstoles. Lidia encabeza la comunidad que se reúne en su casa. Prisca, no menos que su marido Aquila y el mismo Pablo, ejerce la vocación misionera. María, hermana de Marta, es discípula de Jesús, "sentada a sus pies" según la frase típica aramea que indica un discipulado. Lucas presenta como apóstoles a todas las mujeres que comparten la Buena Nueva de la Resurrección.

La misma gente ya estudia los textos bíblicos con más cuidado. Los que participan en la eucaristía critican justamente las reflexiones compartidas sobre los textos. El homilista debe presentar con claridad, no sólo el texto, sino también la historia de los pueblos que al principio entendieron y promulgaron esta Palabra de Dios, sea en la antigua alianza, la humanidad de Jesucristo o las luchas del primer grupo apostólico. Debemos comprender primero lo que la Palabra producía en esas comunidades y sólo después cómo nos pone a reflexionar sobre lo que Dios exige en nuestra época de la historia.

Así, muchas iglesias y sectas aseveran su fidelidad a la Biblia. Sin embargo, haciendo inventario de las homilías de los curas, las oraciones inspiradas de los carismáticos, los estudios de los seminaristas, las reflexiones de los teólogos, los documentos de los obispos y las proclamaciones de los Papas, encontraremos más opinión privada que exégesis en nuestros comentarios bíblicos.

Nuestro estudio de la Biblia nos permite sacar consecuencias prácticas y positivas para nuestra vida, pero sólo después de haber escuchado debidamente el mismo texto, su forma literaria y la historia de su producción en un pueblo. A veces, no podemos oír nada allí por el prejuicio, desorientación personal y agendas particulares que dan eco en nosotros. Nuestra palabra no es ni será jamás la Palabra de Dios solamente porque cargamos una Biblia y la citamos según nuestros propios gustos.

La Biblia nos llama a estudiar, no sólo la Palabra, sino también las comunidades que la han producido junto con su eje de historias, creencias y prioridades. A la vez, esto nos cuestiona lo que pasa en nuestra fe y si creemos más en el Jesús del Evangelio o en el Derecho Canónigo. Un estudio bíblico bien hecho y cuidadoso nos puede quitar los obstáculos al entendimiento, dándonos la oportunidad de proclamar la sociedad inclusiva y sana que el Evangelio reclama como Reino de Dios vivido por adelantado en nosotros.


Donaldo Headley



Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Derechos de Autor © 2013, Donaldo Headley.
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Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/