La comunidad de Mateo fue oprimida por la sociedad religiosa que la rodeaba, supuestamente para darle estructura como siempre afirman todas las jerarquías opresivas de la historia. La narración de Mateo revela esta opresión por medio de unas confrontaciones entre Jesús y las autoridades religiosas exclusivistas. Las palabras del evangelio incomodan, no sólo a la sinagoga y sus rabinos, sino también a la jerarquía eclesiástica que rodea al Cristo Resucitado en épocas subsecuentes e intenta proteger a Dios del pueblo que lo necesita y reclama. No se ve mucha diferencia entre la ciudad antigua de Antioquía y la Chicago, la Los Ángeles y la Saint Louis de hoy.
En su versión de las parábolas, Mateo presenta el reino de Dios como algo crecido y abundante. El reino es un campo sembrado de semilla buena pero dañado por maleza. Es un grano de mostaza sembrada en el patio o la levadura mezclada con 30 kilos de harina. Se ve lo que el presente promete al futuro de los fieles de la comunidad del Resucitado a pesar de sus comienzos mínimos, la falta de poder y el odio regalado por los que se creen dueños de Dios. Las parábolas, así representadas por Mateo, ya no son las de Jesús, sino una interpretación nueva, importante y necesaria preparada por una comunidad perseguida que formula preguntas y busca respuestas frente al conflicto entre la fidelidad y la traición. ¿Y nuestra pregunta? ¿Qué significan estas parábolas para nosotros?
Al pronunciar las parábolas, Jesús revelaba el reino de Dios sin referencia a una comunidad particular y como la aparición inminente de un Dios retante para la vida de cada uno. Jesús no comparaba el Reino con un campo o levadura, sino con la persona que sembraba un campo entero de trigo, con otro que sembraba una mata de mostaza para dar nido a los ruiseñores y con la mujer que horneaba pan para la fiesta del barrio. Nada de esto tenía que ver con la Iglesia; ella ni existía. Pronunciadas por Jesús, las parábolas hablan de la abundancia de Dios en un ambiente humano mezquino. Jesús nos aseguraba de la paciencia y amor de Dios, y hablaba de nuestra falta de respuesta y compromiso. Las parábolas de él nos cuentan de los dones que Dios nos da y que muy poco se aprecian.
Debemos escuchar las parábolas, no sólo en el contexto de Mateo, así fortaleciendo la comunidad, sino también según el sentido que el mismo Jesús nos ofrece, buscando así nuestra respuesta personal a Dios y a lo que Dios exige. Estas dos maneras de entender las parábolas son necesarias para los cristianos. Y si las escuchamos con cuidado, quizás podemos desarrollar otro entendimiento que expresa su sentido para nosotros hoy mismo y en nuestra propia comunidad de fe. Las parábolas representan una creación literaria de Jesús. Ellas forman parte de su Buena Nueva y como Ella, dan cobija al contexto de nuestra vida humana como su único contenido. ¿Cuáles son las parábolas de nuestra vida? Siendo nosotros el pueblo del Resucitado y el Espíritu que crea y libera, ¿cuáles son las historias nuestras que expresan con claridad la presencia imponente del Dios que nos ama, nos reta y se mueve en nuestra historia?
¿Nos será posible escribir una parábola propia esta semana, una historia que explica nuestra necesidad particular, la respuesta que queremos dar al Dios que nos acompaña o, como lo presenta Mateo, a la manera en que una comunidad puede vivir el desafío de compartir la vida del Resucitad?