En toda la casualidad de la historia y del espacio, el bien permanece, nos dice el evangelio. Vale la pena el gasto enorme de materia y energía para lograr el bien. Vale la pena sufrir el infortunio para cosechar los beneficios. Los frutos crecen entre las malas hierbas. La vida y el desperdicio van juntos. Las ganancias y las pérdidas son compañeros. Pero se toleran la pérdida y el desperdicio por el bien de la cosecha.
Además, el fruto al principio es tan pequeño. Como un acto de amor, un momento de bondad, un instante de valor, el desarrollo de una semilla es imperceptible. La semilla de la mostaza, antes tan pequeña, llega a ser un arbusto grande, nido de los pájaros peregrinos que van pasando. Así es con otra analogía de Jesús para el reino de Dios: un poco de levadura penetra y fermenta la masa de harina.
Pero estas parábolas tienen una dimensión psicológica que transciende las particularidades de la historia y las circunstancias.
Tememos mucho nuestra pequeñez. En cuestión de la materia, cuanto más grande, mejor. Lo grande impresiona. La grandeza es buena. Lo pequeño parece ser débil y vulnerable. Pero al ver el mundo así, no vemos la sabiduría de la vida, la promesa de lo pequeño, el mundo no sólo de la mera materia, sino del espíritu.
¿No hemos experimentado todos nosotros la gracia que sale de lo más pequeño? ¿La primera sonrisa que sale libremente de un niño? ¿El primer beso? ¿El primer acto de bondad? ¿La promesa frágil que se hace de todo corazón? Cada uno de nosotros, tan inconsecuentes en las cámaras de la historia, tan perdidos en los espacios vastos que se miden por años-luz, lleva un poder que no se basa en peso y tamaño. El corazón humano, pequeño y frágil según las medidas cósmicas, asciende a alturas de su misma fragilidad cuando ama, espera y cree. El reino de Dios se trata de todo esto. Y el Espíritu de Dios se mueve dentro de nuestro corazón.
Ese instante minúsculo cuando comenzamos lleva fruto, no sólo durante la vida de uno que en sí es pequeña, sino en el amor que reside en un ámbito más allá del reino del tamaño y número.