El Señor es mi Pastor, reza el Salmo 23, pero hay
pastores humanos también. En la primera lectura, Dios
brama contra los pastores humanos que son fracasos.
¿Quiénes son estos pastores lamentables, estos
fracasos, con quienes Dios es tan indignado?
Pues, se puede ver quienes son por notar por qué Dios
está enojado con ellos. Son los seres humanos que no
han cuidado a las ovejas, quienes son el pueblo de Dios.
Y ¿Cómo es que no han cuidado a las ovejas? No
les han ayudado a las ovejas que se alimenten; las han
ahuyentado. Las han conducido en malos caminos. Las han
desperdigado. En vez de ser un solo rebaño, las
ovejas fueron divididas en pequeños grupos
diversos––un grupo puesto en contra al otro.
Piénsalo de esta manera.
¿Deseas a alguien que no es tu esposo o esposa?
¿Crees que estás cuidando a uno de los hijos
de Dios cuando haces eso? ¿Fumas y comes en exceso?
¿Qué impacto tienen tus malos hábitos
en los hijos de Dios? ¿No hay nadie del pueblo de
Dios que llore por ti cuando te enfermas? ¿Haces el
vago y malgastas tus dones haciendo nada? ¿Pierdes tu
tiempo en tonterías y cosas frívolas que no
ayudan a nadie? ¿Crees que estás cuidando al
pueblo de Dios cuando lo haces? ¿Cuentas chismes y
arruinas la reputación de otros? ¿Siembras la
discordia en tu barrio, en tu parroquia, o en tu familia?
¿Eres una presencia divisiva en tu comunidad?
¿Crees que estás cuidando a los hijos de Dios
cuando lo haces?
Seguramente nadie de nosotros es tan ignorante que crea que
el enojo de Dios hacia los pastores despreciables es
solamente para los malos sacerdotes. Esa ira de Dios es una
advertencia para cada uno de nosotros. Cada persona tiene
muchos de los hijos de Dios a su cargo. La mujer en tu
trabajo que vacía tu basura, el niño en la
fila detrás de ti que le da patadas a tu butaca, la
persona pesada que no para de hablar durante la cena, tu
anciana y muy inadecuada madre, tu esposo o esposa muy
imperfecto––cada uno de estos es hijo de Dios, y
cada uno está a tu cargo, sólo un poco o tal
vez mucho.
Nosotros pastoreamos con nuestro Pastor, de cuya gracia
necesitamos para pastorear bien.
Eleonore Stump
Traducción de Br. Thomas Schaefgen, OP
|