Durante los primeros tres siglos, los cristianos vieron el Bautismo como un compromiso muy serio. Los candidatos a veces esperaban veinte años hasta ser aceptados en la comunidad. No existía un movimiento cristiano universal. Los sacramentos y liturgias se desarrollaban al nivel local. San Pablo alimentaba con sus cartas la unión cultural prestada por los miembros judíos de la comunidad. El aprovechaba los valores positivos del judaísmo a la vez que militaba en contra de sus aspectos exclusivistas.
El fundamento de la fe cristiana es el profetismo judío. Jesús nos llama a realizar el Reino de Dios en nuestra vida y antes de su propio momento definitivo. El se apartó de las tendencias en unos libros bíblicos sapienciales de proyectar a un Dios protegido del pueblo, poniéndolo en la puerta de cada israelita. Su Dios era el Dios de Isaías y Eliseo que ya sorprendía la historia con su Reino de justicia, amor y misericordia.
El Reino de Dios pulsa con el corazón de la prédica de Jesús. Según Lucas, su camino a Jerusalén para confrontar a los opresores de su pueblo, Jesús reclama la reconciliación con Dios y el prójimo en todos los que se quieren declarar hijos creadores y libres de Dios.
Después de mucha demora y escrutinio, los catecúmenos fueron bautizados y compartieron su primera cena eucarística. Ya entendieron que su vida iba a ser un proceso sin fin y de mucha responsabilidad. Tenían que compartir las noticias del cambio y la vida del Señor Resucitado entre todos. No andarían solos, sino como parte integra del Cristo que vivía entreellos sin la necesidad de vicarios.
Al pararse alrededor de la piscina bautismal, todavía empapados del agua y perfumados con el aceite crismal de príncipes, profetas y sacerdotes, ellos se tomaron de las manos para decir las palabras más subversivas en la historia religiosa humana: "Padre Nuestro".
Los Doce pedían a Jesús enseñarles a orar, lo que significaba "Enséñanos a conseguir de Dios lo que queremos.” La respuesta de Jesús fue un poema al estilo arameo, creado por él, bien pensado y definido. Jesús explica por medio de esta oración que nosotros recibiremos todo lo que pedimos de Dios si pedimos lo que el mismo Dios quiere. El "Padre Nuestro" es un poemaoración que pide a Dios que nos permita vivir justos, enamorados y reconciliados antes del tiempo de su Reino definitivo.
En la oración hay detalles que nos ayudan a comprender los intentos de Jesús. El poema tiene siete estrofas. Para un arameo, un poema, si es acabado en siete versos, significa que no hay que decir nada más, que la misma poesía es perfecta en lo que quiere decir; tan real y bella como el mundo creado en siete días, esta poesía terminaba con todo el desorden actual y contenía todo lo necesario para el futuro.
Esta oraciónpoema dice que hay siete requisitos básicos para vivir el Reino de Dios por adelantado en toda circunstancia y con ciertas consecuencias.
Primero, reconocemos a Dios, no como " el mío" o "el suyo", sino como "el nuestro"; somos parte de una sola familia humana. Segundo, el nombre de Dios, "Yavé", que significa "el Otro presente" es único, imparcial, indivisible y por esto, "santo". Tercero, esperamos la realización histórica de lo que intentamos vivir hoy, una nueva situación en que Dios, no los gobiernos ni religiones, no la CIA ni los bancos, reinará y tendrá la última palabra. Cuarto, pedimos y recibimos el alimento que hace falta para sostenernos en camino con el Señor Resucitado. Quinto, cualquier obstáculo que hemos puesto al Reino hasta hoy será perdonado y, sexto, quitaremos todo lo que ha destruido la confianza necesaria para nuestra unión como pueblo. Séptimo, pedimos que no nos venzan las presiones de vivir en este mundo que rechaza el cambio que Dios nos trae.
Lo demás será fácil. Si queremos lo que Dios quiere, por cierto lo recibiremos. Pero, "pedir, buscar y tocar" como Jesús lo hace podrá reclamar mucho más de lo que estamos dispuestos a dar de nuestra persona, vida y energía. ¿Podremos ser tan presentes al prójimo y enamorados de nuestras tareas como lo es Dios? Si fueramos a lograr la justicia, amor y paz en nuestra propia vida, ¿no valdría la pena cualquier sacrificio?
Donaldo
Headley
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