Homilía
18º domingo de tiempo ordinario
3 de Agosto de 2014



Comida Abundante

El evangelio de hoy comienza con las malas noticias del asesinato de Juan Bautista. Mateo dice que Jesús, al saberlo, salió "de allí en barca a un lugar apartado para estar solo". A pesar de los deseos de él de estar a solas, las gentes lo siguen a pie. Ellas habían contado con Juan y su mensaje; ahora sólo tienen a Jesús.

Jesús salió del pueblo para meditar lo que Juan era para él y para su pueblo atribulado. Sin embargo, Jesús encontró en el dolor popular la respuesta a su propia preocupación.  ¿Qué necesita Israel?  ¿Quién actuará a favor de este pueblo?

Mateo narra dos historias de la distribución de los panes. Una trata de Israel y la otra de todo pueblo extranjero.  Las dos narraciones explican lo que Dios quiere dar a quien sufre de hambre.  En la presentación que escuchamos hoy, la acción de Jesús realiza lo que Isaías promete:"comerán cosas ricas.  En él la Palabra de Dios se encarna; no faltará alimento ni a los israelitas de Yahvé, ni a los pueblos de otras tradiciones.  La eucaristía de nosotros es también el signo de la abundancia de Dios en la cultura de todos; el hambre ya no es opción.  Todos comeremos en el reino de Dios.

Ya esta historia no nos sorprende con sus atrevimientos de fe.  Por haberla leído muchas veces, sabemos de antemano que Jesús multiplicará los panes y peces a pesar de las quejas de los discípulos y hasta por medio de ellos.  Pero Mateo nos dice algo más.  ¿Qué se piensa revelar por medio de este milagro de la comida compartida? 

El reino de Dios ya apareció entre nosotros en las parábolas de las semanas pasadas.  El reino es levadura que penetra todo, semilla que echa raíces, la gran cosecha de trigo, ahorros gastados en una sola perla, un tesoro escondido.  El reino es una nueva oportunidad ante Dios y el prójimo. 

El reino de Dios es una crisis personal y comunal proclamada y vivida cada día. Si nuestra vida fuera perfecta, no habría necesidad de responder a las parábolas de Jesús.  ¿Por qué cambiar si todo ya está bien entre nosotros?

Para ver si debemos responder a las parábolas, hay que sentir y analizar la presente época histórica y sus hambres múltiples que dejan a tantas personas sin alimento, no sólo en su cuerpo, sino en el alma y espíritu.  La muerte diaria de catorce mil niños hambrientos representa una estadística horro-rosa para un mundo lleno de cosechas y comidas.  Las noticias televisadas diarias nos dicen de la desaparición de culturas completas al ser destruidos los bosques, ríos y animales que las han sostenido desde siempre.  La calidad de nuestra fe se corroe poco a poco, siendo cambiada por una burbuja emocional que, a lo largo de nuestra historia personal y familiar, no nos logra satisfacer.

Estas hambres y sus vacíos consecuentes son reales. Si no reconocemos esta parte de la verdad, la abundancia que llega con el Reino de Dios tampoco nos llenará. ¿Podemos comer sin entender que tenemos hambre? ¿Qué vamos a aprender si no sabemos qué preguntar? ¿Puede uno amar sin apreciar la necesidad de tocar la vida y corazón del otro?  La historia de la distribución de los panes llega hoy a nuestra conciencia después de las parábolas del Reino, las promesas hechas por Isaías y la seguridad del amor de Dios que San Pablo nos explica. Así es el Reino de Dios presente.  Dios actúa en la historia para que todos se llenen y se alimenten. La comida no es sola-mente para los que quieren comer, sino también para los que tienen pereza para llegar a la mesa.

La historia nos habla del pan que sobra en doce canastos. La única condición puesta por Dios para que comamos es tener hambre. Nos acercamos y comemos. Así será el reino de Dios.

Esta historia habla de una abundancia dramática.  La invitación de comer no deja a nadie fue-ra de la vida creadora y libertadora del Espíritu. Se acaban el dolor y la desolación.

Las acciones de Jesús recalcan unas experiencias pro-fundas del pasado de Israel: de Elías en Sarepta durante la sequía, de los soldados hambrientos de David ante el pan de proposición y de Israel aprovechando del maná en su paso por el desierto.

Unas preguntas para nosotros: ¿Celebro la eucaristía del fin de semana o sólo ocupo la banca por una hora? ¿Es la liturgia el sacramento de mi vida con los demás?  ¿Mi vida ali-menta a los que viven conmigo, a los familiares y amigos?  ¿Acepto que la eucaristía me invita a compartir lo que puedo con los que necesitan el pan material, mi tiempo y mi apoyo? ¿Revelo la presencia de Dios al prójimo por medio de mi apego a la justicia, el amor y la compasión?

Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Derechos de Autor © 2013, Donaldo Headley.
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Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/