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Sintiendo y Pensando en Fe
Vigésimosegundo domingo
del Tiempo Ordinario C
28 de agosto, 2022
Sindy Collazo

Posicionándonos “Sólo los humildes le dan gloria”

C. S. Lewis dijo en el libro “Mero Cristianismo”:

  “Si alguien quisiera adquirir humildad, creo que puedo decirle el primer paso. El primer paso es darse cuenta de que uno es un orgulloso.  Y un gran paso, también. Al menos, nada se puede hacer antes de este paso.  Si crees que no eres engreído, significa que eres muy engreído. “

Decía un chiste: “yo soy tan humilde, que merezco un premio”.

¿Cómo sabemos cuán engreídos nos hemos puesto?

Es difícil realizar esto cuando somos diferentes con diferentes personas.

La verdad es que somos bastante inconsistentes.

Podemos actuar humildes ante nuestros superiores, “soy un humilde servidor” y prepotentes ante nuestros súbditos “soy el mejor aquí”. Podemos, al caminar por una acera, mirar mal y rechazar a un deambulante drogado y más adelante querer acercarnos a una familia con un bebé adorable.

Tenemos la rara percepción de que todos tenemos un lugar. Merecido o no merecido, un lugar.

A menudo hemos escuchado a alguien enojado con otra persona diciendo: “Lo voy a poner en su lugar”. Que quiere decir, se está apropiándose de unos derechos, un honor o una posición que no le compete.  Pero cuando escucho decir esto, siempre me pregunto si esto es una opinión objetiva de la persona enojada o prejuiciada; si la persona en cuestión de veras necesita que alguien lo jamaquee o si se adjudica el lugar que justo se merece en la sociedad. Me pregunto si el orgulloso es el enojado en vez de a quien dirige su descontento.

Vamos de regreso a la persona. Ocupamos un lugar de importancia diferente ante diferentes personas y grupos: nuestra familia, compañeros de trabajo o escuela y ante los miembros de la comunidad.

Una persona puede ser muy respetada en la comunidad y ser una más entre los miembros de la familia.

Para medir correctamente nuestro orgullo y falta de humildad, tenemos que referirnos a una persona con un valor inigualable y consistentemente superior. Nunca sabremos cuán orgullosos somos si no nos comparamos con Jesucristo.

El modelo de Jesús es el del servicio y la humildad. Y en una manera simple, Jesús nos dice en el evangelio que el lugar más seguro para nosotros; para salvarnos de nuestro orgullo, es el último lugar.

Para salvarnos de nuestra cabeza inflada de valores y categorías, se nos invita a vernos pequeños.  Trabajar por los que no pueden pagarte, honrarte o avanzar tu carrera.

Aplastando nuestro orgullo en cada momento, estando conscientes de cómo nos separa de quienes Dios quiere cerca.

La humildad no puede ser fabricada, la humildad es el producto de resistir el orgullo. La humildad es el producto de tener claro quien tiene y merece todo el valor, Dios, y quienes somos ante ÉL.

El cielo no se puede comprar con influencias, fama, premios, condecoraciones, medallas, trofeos, fortuna o imagen.  Nuestro verdadero valor, solo Dios lo sabe. Dice en Hebreos: “Se han acercado a Dios, que es el juez de todos los hombres”. Y no nos va a juzgar por lo que otros pueden ver, sino por lo que puede ver Él. Solo Dios sabe cuál es nuestro “lugar”.

Así que, no importa cual sea nuestro orgullo: si nos creemos, bellos, o sabios, o atléticos, o capaces, o los reyes de la filantropía, o los más buenos y humildes…

Conocer nuestro orgullo es un buen primer paso en nuestro camino a la humildad; ese mismo camino que nos asemeja y nos acerca a Dios mismo.

Dios me los Bendiga y Seamos Santos

Sindy Collazo

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Sindy Collazo



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org