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… Procede Con Humildad

El libro de Eclesiástico que comienza las lecturas de hoy fue escrito para enseñar a los juiíos de la diáspora los beneficios de la cultura y tradiciones hebreas. Después de la conquista del mundo conocido por Alejandro el macedonio, la lengua y cultura griegas amenazaban todas las culturas orientales. El pasaje de la primera lectura nos explica la bendición de la humildad hebrea vivida ante Dios y el prójimo. Enseña la importancia de vivir consciente de las relaciones actuales de nuestras vidas. Nos dice que la importancia de uno no depende de la posición social ni de la riquieza, sino de la manera en que vivimos entre los demás. Hay tres proverbios diferentes en esta lectura, pero cada uno nos enseña algo de la humildad necesaria para vivir en la sociedad hebrea.

Primero, la eucaristía fue celebrada en casa y como una cena compartida.

El salmo 67 nos dice cómo Dios quiere cuidar a los marginados, las viudas y huérfanos por medio de la acción comunitaria. Explica que Yavé es el Dios de los oprimidos, cojos y ciegos. El canto termina con una buena nueva: Dios da sólo cosas buenas a los pobres y prepara una casa cómoda para los desvalidos.

La segunda lectura, seleccionada de la Carta a los Hebreos, nos recuerda que ni los mensajes con trueno a Moisés ni los sacrifios del templo tienen importancia cuando son comparados con la vida que Cristo dio por nosotros con amor y humildad. La carta nos anima a comprender cómo, en cada época, la presencia callada y ministerial de Cristo más que el ruido y furia del Exodo hace a Dios presente en la comunidad.

Estos pasajes nos explica algo sobre la manera humilde con que Dios quiere acompañarnos en el sacramento de nuestra propia vida y tiempo.

Según la lectura evangélica de hoy, la enseñanza de Jesús durante una comida en la casa de un fariseo hace un ataque doble a la cultura actual de los acomodados de Asia Menor y probablemente a los peligros presentes en las celebraciones eucarísticas que Lucas concocía. Primero, la eucaristía fue celebrada en casa y como una cena compartida; se les advierten a los discípulos que no deben buscar los puestos vistos como importantes en la celebración. Segundo, las personas encargadas de la liturgia no deben invitar a sus clientes o patrones, sino a los que iban a llegar como representantes de las bienaventuranzas: los pobres, los hambrientos y los desvalidos. Parece ser que la presencia de estos últimos hizo que la cena fuera lo que tenía que ser: una eucaristía. Sin ellos, el evento hubiera sido sólo una reunión cualquiera.

Quizás debemos entender las palabras de Cristo como prólogo a los comentarios críticos de Pablo sobre la eucaristía celebrada en Corinto. En la época de San Pablo, la eucaristía fue celebrada como un simposio con lecturas, charlas y comida que comenzaba en horas de la tarde y no terminaba hasta el amanecer. El apóstol se queja por la actitud de los corintios que no ven la diferencia entre el pan eucarístico y una comida casera cualquiera. En su carta, Pablo los acusa de discriminar en contra de los pobres y las mujeres. El les dice que así están comiendo su propia muerte, insistiendo en que el Cuerpo del Señor debe ser comido, no para ser absorbido en lo que ellos son, sino para recibir a ellos en la vida de Cristo sacrificada y resucitada. Según él, las acciones discriminadoras de la comunidad de Corinto corroen la Buena Nueva de Jesucristo, permitiendo que aparezca el sexismo, racismo y privilegio económico en su celebración de vida. San Pablo condena su eucaristía como una acción que claramente subvierte el Evangelio.

Hay unas preguntas que debemos contestar. ¿A quién aceptamos los fines de semana en nuestra mesa eucarística? ¿Incluímos a los demás, por lo menos trayendo una bolsa de frijoles o una lata de atún para los del barrio con necesidad? ¿Cómo amamos a los que comparten nuestras vidas? ¿Hago discriminación cuando escojo a quién aprecio o amo en la comunidad? ¿Honro a otros por lo que veo en ellos de la imagen de Cristo? ¿Me considero muy cristiano por mis devociones o por el amor que tengo a los demás? ¿Mi vida da testimonio de la fe que insiste en que Dios es amor?

Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.


Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org