Se dice que estamos hechos en la imagen y semejanza de Dios.
A veces esto parece muy poco probable.
Considera las “imágenes y semejanzas” que pueden anidarse en nuestros corazones. Piensa en el matrimonio, la institución que acuna el futuro—no solo de sus propios retoños—sino de toda la sociedad también, y la cual se ha convertido en un acuerdo temporal, “por el momento,” seguida por el divorcio.
¿Y no te parece que las costumbres sexuales del mundo occidental están en proceso dedistanciarse total y definitivamente del compromiso, la responsabilidad y hasta el afecto?
¿No sentimos la tentación de dedicarnos a la conveniencia, la diversión, internet, la bebida, la droga, los placeres, la pornografía, etc?
¿Y el número cada vez más grande de personas muy bien conocidas—hasta sacerdotes y obispos—que les han estropeado la vida a los niños? Algunas de esas personas siguen abusando de los jóvenes mientras se declaran seguidores del que dijo, “no hay amor más grande que dar tu vida por tu amigo.”
Ya lo sé, debemos tener en cuenta también lo bueno. Pero ante tanto mal,¿qué es lo que queda de la imagen de Dios en los seres humanos?
El poeta ee cummings compuso un poema muy fuerte que incluye los siguientes versos:
Cristo Rey, este mundo se naufraga
y no hay salvavidas,
y olas sobre las que solo él que se hizo hombre
es capaz de caminar.
Cuando cummings dice “hombre,” por supuesto quiere decir “ser humano.” Y al que se refiere en este poema de hecho se hizo hombre, y se llamaba Jesús. Dejó que su barca se destrozara y, al final, que se hundiera. Luego se levantó, caminó, y sigue caminando sobre las terribles olas de nuestro mundo que se ahoga.
El es un hombre en la imagen y semejanza de Dios.
Dentro de él, donde más importa, Jesús está completamente abierto al amor. Deja que el amor entre en él y lo derrama sobre los demás.
¿Tú y yo nos atrevemos a unirnos a la imagen de este ser humano? En lo más profundo de nuestro ser, siguiendo el ejemplo de Jesús, ¿somos capaces de hacerle sitio a semejante amor? ¿Podemos permitir que el amor encarnado viva en nosotros?
Sí.
El amor encarnado desea unirse a nosotros en la imagen y semejanza profunda de Dios. Tú y yo hemos sido creados en esa imagen. Es la “imagen y semejanza” para la que fuimos hechos.
Si nos enaltecemos, como dice Jesús en el Evangelio, enterraremos nuestra alma en el fraude. Nos convertiremos en nuestros bienes materiales, en la opinión que los demás tienen de nosotros, en lo que nos dicta la cultura.
Pero resulta que las barcas pequeñas de nuestras vidas sí son capaces de navegar sobre la mar. Si no pensamos que son transatlánticos, capaces de agarrar todo lo que queremos, “en nuestros asuntos procederemos con humildad” (Primera lectura); permitiremos que Dios nos ame y que viva en nosotros.
Entonces podremos hacer una diferencia en el mundo. Seremos la imagen y semejanza de la tolerancia de Dios que brilla en el mundo.
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autor de esta reflexión:
Fr. Juan Foley, SJ