Estamos invitados a calcular los costos, dificultades y sacrificios de comprometernos, pues no queremos quedarnos a mitad del camino cuando la salvación es nuestra meta.
Es difícil entender el camino hacia Dios, en parte porque es imposible comprender por completo a Dios. Más allá, ¿cómo podemos comprometernos a algo que no entendemos?
Jesús nos ayuda y nos revela a Dios Padre como nadie, pero aún así nos topamos con la realidad de que estamos limitados como seres humanos.
Desde nuestra condición humana, podemos explorar todo lo creado y aún así existe un sinnúmero de misterios del universo que la investigación y la ciencia todavía no son capaces de explicar. Esta dificultad ocurre dentro de lo que es posible y que algún día la humanidad quizás entenderá. Como dice en el libro de Sabiduría: “Con dificultad conocemos lo que está sobre la tierra y a duras penas encontramos lo que está a nuestro alcance. ¿Quién podrá descubrir lo que hay en el cielo?¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu desde lo alto?
En resumen, definitivamente necesitamos de la ayuda de Dios; necesitamos que nos envíe su Espíritu e ilumine nuestro entendimiento con su sabiduría para llegar al cielo.
Es por esto que Jesús nos quiere ayudar. Ahora, nos es sólo una labor de iniciativa divina, también necesitamos poner de nuestra parte; necesitamos comprometernos. Nos acercamos a nuestra relación con Dios libremente, no por obligación, nuestro compromiso debe ser verdadero.
De esto es lo que habla Jesús en el evangelio, el camino a la salvación nos requiere completos; sin reservas. No es posible seguir a Cristo superficialmente o a medias. No es sostenible seguir a Cristo simplemente porque le tenemos miedo a la muerte o porque le tenemos miedo al infierno. Estas razones no nos llevan muy lejos. Sino que seguimos, elegimos, preferimos a Jesús, porque todo nuestro ser lo desea y lo necesita; nuestra voluntad se encuentra y se enamora con su voluntad y su camino.
No es lo mismo creer en Jesús que elegir a Jesús. Elegir a Jesús significa tener una preferencia por Él ante todo; aún ante nosotros mismos. Nuestra preferencia por Jesús transforma nuestra vida. Esto lo podemos ver en nuestra toma de decisiones a través de los años. Nuestra preferencia por Jesús va creando una vida que nos facilita a acercarnos y a vivir con Él. Nuestra familia, amigos, grupos, trabajo, pasatiempos; elementos de nuestra vida que serían completamente diferentes sin tener a Jesús como prioridad en nuestras vidas. Tenemos ganancias, pero no ignoramos que también tenemos pérdidas.
Esta preferencia por Jesús trae consecuencias y estas consecuencias son lo que Jesús le llama la cruz. Nuestra cruz es única para cada uno de nosotros. Cargar con nuestra cruz consiste en aceptar las consecuencias de preferir a Jesús en nuestra vida; vamos a cargar con las consecuencias de seguir su camino de amor. A algunas personas le cuesta relaciones personales, trabajos, grupos sociales y otros les cuesta su propia vida.
A pesar de que muchos reclaman seguir a Jesús, no todos realmente le siguen. El problema está en que muchos pueden tener, aún sin ellos mismos darse cuenta, razones superficiales y egoístas para seguir a Cristo. Esto crea un compromiso mediocre. Las personas que siguen a Cristo de esta manera se caen, se rinden rápido y más allá, pueden causar daño a la misión de salvación.
Dan la impresión que seguir a Jesús es imposible. Y desenlazan una cadena de confusión en donde otras personas pierden el animo y se rinden a mitad de camino. Pero esto no es cierto. El camino es difícil, sí, pero agarrados de la mano de Jesús no solamente es posible, es recompensante.
Quienes se rinden son personas que no calcularon el costo de seguir a Jesús. Y esto es lo que Jesús nos advierte y desea que tengamos presente. El estar conscientes del costo de comprometernos es saber lo que se necesita de nosotros y es estar abiertos a las batallas que nos tocará enfrentar en el camino. Estar preparados a que algunas veces nos toca renunciar o rechazar y en otras ocasiones aceptar e incorporar en nuestras vidas. Y bien importante, estar conscientes de donde acudir para alimentarnos, orientarnos, fortalecernos y para recuperarnos cuando el camino nos maltrate. ¡Y nos va a maltratar!
Así que calculemos los costos, dificultades y sacrificios de comprometernos, porque no nos queremos quedar a mitad de camino cuando la salvación es nuestra meta.
Dios me los Bendiga y Sean Santos