Las lecturas para la Misa de este domingo parecen contradecirse. En la primera, Dios está muy ofendido por la mezquindad de la gente. Pero entonces, veamos el Evangelio. Un mayordomo infiel de hecho es recompensado por estafar a su amo. ¿Qué es lo que pasa aquí?
Cada cosa a su tiempo.
En la primera lectura, Dios descubre a los comerciantes despojando a las personas, comprándolas por dinero, por un simple par de sandalias, o por el salvado del trigo que ellos venderán. El Señor “jura por la gloria de Jacob: No olvidará jamás vuestras acciones.” No me gustaría en absoluto oír esas palabras dirigidas a mí, ¡aun si no supiera lo que era “la gloria de Jacob”!
Así que el Señor está enojado. Y esta primera lectura tiene todavía mucho sentido hoy día, ¿verdad? En los Estados Unidos, el comercio muchas veces quiere comprarnos–a ti y a mí–por el precio de, digamos, la televisión por cable, o un descapotable, o la dentadura postiza, o los fármacos recetados, los proyectos de bienes raíces, un método para bajar de peso, los coches, y hasta el chicle que refresca el aliento (producto que se vende a través de la promiscuidad sexual)
¿No tendríamos justificación para decir que Dios aborrece eso?
Pero entonces viene la sorpresa.
El mayordomo se pone a echar sus cálculos. Si el amo ha de despedirme, dice él, me conviene forjar amistades con la gente bajo mi control, para no quedarme sin hogar y sin amigos. Ya que, de momento, sigo siendo administrador, haré un trato con cada uno de los deudores de mi amo. Dame la mitad de lo que debes y lo apuntaré en las cuentas como si hubieras pagado el total.
Al enterarse de este trato, el amo no responde de la manera que esperaríamos, es decir, “ya no puedes ser mi mayordomo,” como antes había hecho, sino que felicita a su administrador por la astucia de su plan. Has sido muy astuto en prepararte un hogar, le dice. ¿Qué le motivó a cambiar de opinión? ¿Por qué esto no es un delito, como lo era la situación en la Primera Lectura?
Porque hay una diferencia muy importante.
Es cierto, el “mayordomo infiel” de la parábola está estafando al amo adinerado, pero en ningún momento menosprecia él a los deudores. Sí, está cuidando por su propio futuro (haciendo amigos entre los pobres) pero al mismo tiempo recupera parte de lo que ellos deben para el amo. Y jamás ignora sus necesidades. Les hace la vida un poco más llevadera a ellos, a sí mismo y, de paso, al amo. Mientras tanto, los comerciantes de la Primera Lectura compran y venden a los pobres (“Compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias.”) No es de extrañar que son condenados por el Señor.
¿La moraleja?
A la hora de hacer cualquier cosa, ten cuidado de no arruinarles la vida a los pobres. Dios los ama muchísimo y se acordará de tu delito.
2) No te olvides de portarte sagazmente cuando tienes la oportunidad de mejorar las cosas para los demás. Nada bueno puede perdurar sin el pragmatismo. Extiende los beneficios de tus acciones lo más que puedas.
3) Ama.
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Fr. Juan
Foley, SJ