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Sintiendo y Pensando en Fe
Vigesimosexto domingo
del Tiempo Ordinario A
1 de octubre, 2023
Sindy Collazo

Más que una palabra; más que una promesa.

¡Promesas, promesas, promesas!

Hemos crecido en un mundo lleno de promesas. Desde pequeños. Hemos escuchado un sinnúmero de promesas: “si te portas bien te llevo a comer helado”, “si compras esta almohada, vas a dormir mejor”, “si votas por mi, el país progresará”, “si te casas conmigo, te voy a hacer feliz”.  Por el otro lado, no todas las promesas nos alientan o nos ilusionan, por ejemplo: “si te portas mal te quedas sin televisión”, “si comes muchos dulces, te van a dar caries”. Muchas de estas promesas y palabras se cumplen, mas también muchas de ellas nunca se realizan.

Amar es ser alguien con quien se puede contar.

Cuando éramos pequeños contábamos con esas palabras; con esas promesas para alentarnos. De seguro todos recordamos el doloroso primer momento en que alguien nos rompió el corazón con una promesa no cumplida.  El amiguito de la escuela que no fue a la fiesta de cumpleaños. El helado que nunca te compraron, aunque te portaste bien.

Cuando nos desilusionan de esta manera, todas esas palabras que se usaron para hacernos promesas y que nos ilusionaron, cobran menos valor. Crean en nosotros ese nivel de sospecha, de duda y cinismo que hemos construido dentro de nosotros por las experiencias de vida. Como consecuencia, creamos una coraza de protección porque ya no podemos confiar en las palabras; no podemos confiar en las promesas.

Por el otro lado, siempre podemos confiar en la realidad de las acciones. Las acciones se vuelven el bálsamo que infunde en nuestras vidas verdaderas intenciones, verdaderos sentimientos, verdadero compromiso.

Podemos decirle a una persona que le amamos, pero si no actuamos según ese amor que reclamamos tenerle, esas palabras no se vuelven verdad en su vida. En las redes sociales abundan frases célebres que quieren pintar el amor como un trabajo de adivinación, donde uno constantemente tiene que estar agonizado pensando que la otra persona necesita. Mas esto no es cierto.

Para amar a una persona no se necesita ser adivino; no se necesita saber lo que la persona piensa, siente o necesita. Amar es ser alguien con quien se puede contar. Lo que las personas necesitan para sentirse amadas es: que cuando te escriban, le respondas; que cuando te llamen, le contestes; que cuando te busquen, te encuentren; que cuando te inviten, vayas. Entonces te dejaran saber lo demás.

De la misma manera, podemos decir que ¡Dios es Amor!, pero no es hasta que hayamos experimentado el amor de Dios en nuestras vidas, que el concepto de Dios Amor, finalmente se hace real en nosotros.

Dios quiere lo mismo con nosotros. No me confundan, a Dios ¡sí! le gusta que le hablemos, que le oremos, que le alabemos. Más Dios quiere enfatizarnos, que toda verdad nos mueve a una acción que la confirme.

En el evangelio, tenemos la historia del dueño de la viña y sus dos hijos. El primer hijo le prometió ayudarle y de seguro a su padre le gusto escuchar esa promesa. Pero su padre no quería una mera promesa.

Dios desea aún más de nosotros que palabras bonitas y promesas. Dios desea que vayamos más allá de los conceptos abstractos, de las prédicas y de meramente palabras. Dios quiere vernos en acción. Dios desea ver como actuamos impulsados por su amor.

Y podemos deliberar todo lo que necesitemos, y podemos también cambiar de opinión. Ese deliberar muestra nuestro trabajo interior, nuestro deseo de actuar según nuestras verdaderas intenciones, de nuestro corazón. Esto fue lo que pasó con el segundo hijo, quien dijo que no, pero que finalmente con sus acciones dijo que sí a su padre. Y en su acción mostró su verdadero corazón.

Nuestra fe no es una clase teórica, es una práctica.

Uno de mis ejemplos favoritos de esto es San Francisco de Asís. Quien constantemente hacía énfasis en precisamente esto. Aquí algunas de sus frases:

  “Predica el evangelio en todo momento, y cuando sea necesario, utiliza las palabras.”

  “Sus actos pueden ser el único sermón que algunas personas escuchan hoy en día.”

  “No sirve de nada andar en todos lados predicando, a menos que nuestro caminar sea nuestra prédica.”

  “Empieza haciendo lo necesario, continúa haciendo lo posible; y de repente estarás haciendo lo imposible.”

Les propongo un reto:

Pensemos hoy cómo podemos decirle a quienes amamos un “te amo” sin palabras o promesas; solo con nuestras acciones.

Dios me los Bendiga y Seamos Santos.




Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org