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Sintiendo y Pensando en Fe
Vigésimosexto domingo
del Tiempo Ordinario C
25 de septiembre, 2022
Sindy Collazo


Cuidado con abrir el abismo

El evangelio nos relata la historia del hombre rico y Lázaro. Lázaro, un mendigo que velaba las migajas que caían de la mesa del hombre rico para poder comer. Cuando ambos, Lázaro y el hombre rico mueren, el hombre rico se encontraba en “el lugar de castigo” mientras a Lázaro lo llevan al “ceno de Abraham”.

Entre Lázaro y el hombre rico había una separación, un “abismo”.   Ese es el abismo que describe Abraham al hombre rico: “entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá”. Parece que ni aún en el “lugar de castigo” el hombre rico se había dado cuenta de cuán grande era el abismo. En otras palabras, llega un momento en el que el abismo, la separación se vuelve irreconciliable.

¿Porqué se crea este abismo?

Por esto mismo Jesús quiso que fuéramos su Iglesia, su cuerpo místico. 

El abismo estaba allí no porque el hombre era rico y Lázaro era pobre.  Es más, algunos podrían decir que Lázaro indirectamente comía gracias a las migajas de la mesa del hombre rico, por lo tanto que el hombre rico involuntariamente lo ayudaba. Tampoco describen al hombre rico como malo.  Más bien el problema yace en la indiferencia. Es la indiferencia lo que poco a poco nos va separando.

El abismo, significa una desconexión. El hombre rico estaba desconectado de la vida de Lázaro. La vida de Lázaro no le conmovía, no lo preocupaba, no lo inquietaba. A pesar de conocer su nombre y reconocerlo, no conectó con Lázaro. 

La lectura de Amos dice: “Ay de ustedes, los que se sienten seguros ... pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.”

A pesar de que Amos y otros profetas advierten del pecado de la indiferencia, la generación judía del tiempo de Jesús parecía no darse por enterada.  Jesús impacta a la audiencia cuando revela el destino de estos dos hombres. Enfatiza esto al mencionar la sorpresa que sintió el hombre rico al encontrarse en el “lugar de castigo”. Es ahí donde las enseñanzas de Jesús chocan con los valores de la época, dominados por las interpretaciones de los fariseos.

Los fariseos entendían que Dios mostraba su favor sobré alguien, con bienes materiales. Mientras más rica la persona, más favor la persona había encontrado ante Dios. Consideraban a los ricos, gente virtuosa. Era inconcebible que el hombre rico se condenara. Por lo contrario, los fariseos entendían que una persona era pobre, o se enfermaba, o caía en desgracia por su pecado; por su falta de virtud. Jesús reta la filosofía de la época.  Y les recuerda que no les está hablando de nada nuevo. Simplemente los fariseos decidieron ignorar a Moisés y a los profetas. 

Algunos predicadores de hoy en día todavía predican esa filosofía farisaica.  Nos dicen que aquellos que realmente creemos y confiamos en Dios, seremos ricos y exitosos. Y nos predican que aquellos que no lo son, son inferiores o que básicamente hicieron algo mal, no son buenos creyentes. Ellos más de dos mil años después siguen abriendo el abismo.

La salvación se obtiene a través de cómo nos conectamos. Dios nos llama a unirnos. Jesús nos exhorta "que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti” (Juan 17:21). Los elementos que crean divisiones en el mundo trabajan en contra de nuestra salvación. Porque impiden que nos unamos como Dios nos pide.

Si Dios pide que nos unamos, es porque necesitamos esas unión con nuestro prójimo y a su vez con Jesucristo para poder llegar a la unión eterna con el Padre.

Por esto mismo Jesús quiso que fuéramos su Iglesia, su cuerpo místico. 

Todo lo que atenta contra esta unión, abre el abismo. El abismo no es creado necesariamente por la riqueza, casualmente Abraham era muy rico. Tiene que ver con lo que nuestra riqueza nos hace. 

Todos tenemos riquezas, simplemente no siempre son posesiones o dinero. Algunos tenemos habilidades, conocimientos o apariencia física. Jesús nos invita a poner cada “riqueza” bajo la lupa y evaluar si nos une a los demás o nos diferencia y nos separa. Si nuestras procesiones nos aíslan de los demás, abrimos el abismo; si nuestra educación nos hace rechazar a una persona no educada, abrimos el abismo; si nuestra raza o ciudadanía nos crea un sentido de superioridad, abrimos el abismo; si tomamos decisiones sin pensar en cómo afectan a otros, abrimos el abismo. Llega un momento en que el abismo crea una separación casi irreconciliable. 

La buena noticia es que todos estamos a tiempo y podemos prestar atención a Jesús mientras estemos vivos. Trabajar para crear unión entre nosotros con Cristo mismo como cabeza y  evitar abrir los abismos que trabajan en contra de nuestra salvación. Trabajemos para unirnos, enmendar divisiones y reconciliar diferencias.

Aprovechamos las oportunidades de unión que Cristo nos da, comenzando con la Iglesia.

Sindy Collazo


Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org