“Es, pues, la fe el fundamento de las cosas que se esperan y un convencimiento de las cosas que no se ven.” Así afirma la carta de san Pablo a los Hebreos.(Hebreos 11:1)
Así que ya tenemos la respuesta, ¿pero qué significa? Podemos llegar a un entendimiento parcial, por lo menos.
Empecemos por lo más sencillo: ¿dudas tú de que varias ciudades por todo el mundo existen, aunque no has andado en ellas? Moscú, Katmandú, Tokio, Madrid, etc? Es más, ¿eres capaz de hacer un plan para reunirte a cenar con un colega sin tener que preocuparte de que esa persona es sólo un producto de tu imaginación? Si la respuesta a estas dos preguntas es “sí, por supuesto,” entonces tú tienes ya “un convencimiento de las cosas (o de las personas) que no se ven.” Estas empleando un tipo de fe.
Este significado fundamental es muy sencillo, y tal vez ni siquiera haga falta mencionarlo. Crees también en la existencia de tu bazo, ¿y qué? Pero cuando dices “Dios existe,” una persona sin fe podría responder, “¿y qué?” Puede ser que necesitamos algo más en esta vida que una fe sencillo.
Ese “más” significa el estar en relación con los demás.
Con un amigo íntimo, por ejemplo, tú tienes una relación con alguien que te va a ser fiel, que cumplirá la promesa implícita en la amistad, y tú también procurarás hacer lo mismo. Confías en que el amor de tu amigo no se va a extinguir.
Nuestra fe en Dios supone este nivel profundo de la fe, al incluir el miedo de ser abandonados.
En la Primera Lectura , un hombre que se llama Habacuc clama a Dios con mucha emoción:
¿Hasta cuándo clamaré, Señor, sin que me escuches? ¿Por qué me
haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes?
Dios, siempre fiel, le da una respuesta larga y alentadora. “La visión espera su momento. Se acerca su término y no fallará. Si tarda, espera, porque ha de llegar sin retrasarse.” Lo que dice Dios es, “Entiendo tu angustia, y mejoraré las cosas.”
Obviamente, el gran problema que tenemos es con “esperar.” Dios mejorará las cosas, pero en su momento. Desde muy adentro, gritamos, “¡En su momento! ¿Qué sentido tiene eso? ¿Por qué no nos ayudas ahora mismo? ¿Por qué demoras y permites que el sufrimiento triunfe sobre nosotros?”
¡Pero tal vez Dios demora para aumentar nuestra fe!
Veamos a los apóstoles en el Evangelio. Le dicen a Jesús, “Auméntanos la fe.” Y se entiende, hazlo ahora.
Pero tal vez nuestra alma sólo alcanza la plenitud de la fe através de un largo proceso de abrirse a ella. A veces el Señor espera pacientemente a que tengamos un montón o tan siquiera un granito de fe.
¡Espera y ten paciencia! Eso es lo que significa la fe.
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Fr. Juan
Foley, SJ