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La Espiritualidad de las Lecturas
Vigesimoctavo Domingo
del Tiempo Ordinario B
13 de octubre, 2024
John Foley, SJ

¡Por el amor de Dios!

El Evangelio relata un cuento muy interesante que nos aporta ricos consejos espirituales. Para decirlo en pocas palabras, Dios vale más que todas las cosas en nuestra vida

Empecemos con el relato, que ya habrás leído, del joven rico. Quienquiera que fuese ese joven, tenía “muchas riquezas,” como nos dice el Evangelio. Parece tener también un buen corazón, porque demuestra humildad y una opinión positiva de Jesús. Se acerca corriendo, literalmente corriendo, a Jesús, se arrodilla ante él y le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”

¿Somos capaces de ir poco a poco dejando todo lo que nos dificulte nuestra respuesta de amor.

Ya que Jesús busca siempre en la person señales de fe, la de este joven al principio le habría causado una buena impresión. Pero la respuesta de Jesús parece ser incongruente, “¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios.”

¿En qué sentido encaja esta respuesta con la pregnta del joven? Desde luego, se podría decir que no lo hace, que es un error de transcripción.

Pero quiero sugerir una explicación mucho más fácil. Jesús, al ver en este joven las primeras brotas de la fe, procuraba cultivarla. La lógica de su respuesta sería lo siguiente: a) Solo Dios es (completamente) bueno. 2) Tú me has dicho bueno. 3) Tal vez hayas percibido mi divinidad.

No sabemos nada de la respuesta del joven, pero el relato nos muestra cómo Jesús lo guía. Mira, le dice, ya sabes los mandamientos, y le enumera seis del ellos. Jesús espera que el joven diga que sí, para poder acercarlo más al amor de Dios.

El joven, de hecho, dice mucho más. “Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.” Una respuesta maravillosa que le toca el corazón a Jesús. El siguiente
verso es extraordinario:

  “Jesús se le quedó mirando con cariño.”

Ya que el Evangelio de san Marcos es el más terco de los cuatro, esa frase nos sorprende, como cuando de repente sale el sol en un día de lluvia. Jesús no se limita a explicarle la verdad, sino se empeña en cultivar la fe de una persona que ama: la fe en Dios y la fe en él.

Así que le dice al joven rico, con mucho cariño, cuál es el próximo paso que tiene que dar. Dice,

Una cosa te falta:
anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres,
así tendrás un tesoro en el cielo,
y luego sígueme.

Lamentablemente, esta medida no funciona. “A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.” Como nosotros, el joven no estaba preparado para dar el próximo paso.

Jesús estaría triste también. Dice él, “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” Luego les explica a los discípulos asombrados lo que quería decir con eso. La idea es que los bienes materiales pueden controlar nuestra vida. Pueden convertirse en la vida y hasta en la identidad de uno. Obstaculizan tu progreso hacia el valor más alto que hay en esta vida, Dios.

¿Y cuál es la lección que este Evangelio tiene para ti y para mí? Jesús nos mira y nos ama. ¿Somos capaces de ir poco a poco dejando todo lo que nos dificulte nuestra respuesta de amor.

¿O tendremos que marcharnos pesarosos?

Juan Foley, SJ

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Fr. Juan Foley, SJ



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org