En el evangelio nos relata el encuentro de Jesús con diez leprosos. Jesús escuchó sus ruegos y les dice: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Ellos quedan limpios de la lepra de camino a verlos. La parte interesante de esta historia es que sólo “Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias”. Jesús le cuestiona a este hombre, el único que era samaritano del grupo, porque él era el único que volvió a dar las gracias. Definitivamente la historia del encuentro de Jesús con los diez leprosos nos invita a ser agradecidos y nos reta a pensar cuan agradecidos somos. Ahora, hay una razón más profunda para esto que simple agradecimiento.
Comencemos pensando en las otras nueve personas. Inmediatamente, me intriga pensar porque los otros leprosos no fueron agradecidos por su curación. Me trato de imaginar que estaba pasando en la mente de todos ellos. A pesar de que Jesús sana a mucha gente, esta es una de las ocasiones en donde Jesús no cura en el momento, sino que envía a las personas y se curan en otro lugar. En esta ocasión se curaron mientras estaban de camino. Esto me hace preguntar lo que realmente estaba pasando. Si ellos “quedan limpios” de camino a ver los sacerdotes, ¿se habrán detenido a darse cuenta de que estaban curados? El evangelio dice del samaritano: “Uno de ellos al ver que estaba curado, regresó…”. ¿Acaso los otros siguieron su camino, sin darse cuenta de que se habían curado?
En todas nuestras vidas, sin excepción, cosas maravillosas y extraordinarias pasan. La parte que nos reta es: ¿por qué algunos podemos ver lo extraordinario y otros de nosotros no podemos? Esta capacidad…de ver…de sentir…de darnos cuenta, está ligada directamente con nuestra capacidad de ser agradecidos. Y Jesús desea que seamos agradecidos.
Ahora la pregunta clave es: ¿Por qué?, ¿Por qué es importante para Jesús que seamos agradecidos?
La respuesta simple es porque Jesús desea que seamos felices. Esta respuesta simple confunde a muchos. ¿Qué tiene que ver el agradecimiento con la felicidad? Solemos ver gente que es sumamente agradecida y gente que no lo es. En ocasiones solemos concluir que la gente es agradecida porque es feliz. Pensamos que la persona esta serena, tranquila, en paz y feliz porque todo va bien con su vida.
El monje Benedictino; el Hermano David Steindl-Rast, nos dice que es todo lo contrario: es precisamente la gente agradecida la que es feliz. “…no es la felicidad la que nos hace agradecidos. Es el agradecimiento el que nos hace felices. Si creen que es su felicidad la que los hace agradecidos, piénsalo de nuevo. Es la gratitud la que los hace felices.”
¿Cómo entonces podemos volvernos personas que viven con gratitud?
El samaritano del evangelio nos muestra cómo notar y ver las razones de gratitud.
Primero, empezamos con nuestro deseo por la felicidad y nuestra visión de ser felices. En esta visión creamos valores que sabemos están fuera de nuestro alcance; ya sea porque no tenemos la capacidad o los medios de obtenerlos. No tenemos el control y lo sabemos, tiene que ver con tener una visión clara de quienes somos.
El samaritano, sabía su desventaja. El reconocía que al ser extranjero no gozaba del favor de los judíos. Si algún judío tenía una consideración con él, podía considerarse algo extraordinario. Tenía a su vez, un deseo muy claro en su corazón, ¡ser sanado!
Segundo, tiene que ver con hacer pausas en nuestra vida y contemplarla. Si vivimos una vida acelerada y no sacamos tiempo para contemplar lo que ocurre en nuestra vida, perdemos visión, sentido, perspectiva.
Podemos concluir que el samaritano, paró, pausó, lo suficiente para darse cuenta de que Jesús lo había curado.
Tercero, volvemos a la fuente de la gracia. La gracia nos la da Jesús, él la dispone a nuestro alcance. La palabra agradecidos, contiene la palabra gracia en ella. Por ende, cuando somos agradecidos reconocemos que hemos recibido algo fuera de nuestro alcance; algo que solamente la gracia puede ofrecernos.
El samaritano reconoció la gracia derramada sobre él. No solo eso, sino que también reconoció la fuente. Sabemos esto porque volvió a ella. Jesús.
Cuando tenemos una visión clara de nosotros mismos, nuestro impulso natural es de agradecer, dar gracias por todo lo que hemos recibido en cada momento. Pausamos para notar lo que Jesús ha hecho en nosotros. Tenemos que reconocer la gracia de cada uno de los momentos de nuestras vidas y volver a la fuente de gracia constantemente: procurarla, buscarla, cultivar una relación con esa fuente de gracia. Que a su vez nos despierta y multiplica en nuestras vidas las razones para ser agradecidos.
Jesús, desea derramar sobre nosotros su gracia, pero el desea que la veamos, la sintamos y la disfrutemos. Porque el desea que seamos felices. Y es también esa misma gracia la que nos salva.
¿Y quién puede estar consciente y despierto ante tanta gracia y bendición y no ser feliz?
Cuando el samaritano agradece a Jesús, él le dice: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”. Jesús reconoce que este hombre estaba despierto a la gracia, a la salvación. Este hombre era agradecido, este hombre era feliz.
Dios me los Bendiga y sean Santos.