La Catena áurea
Domingo 29º de tiempo ordinario
21 de octubre 2012

Primera lectura: Isaías 53: 10-11
Salmo responsorial: 33:4-5, 18-19, 20, 22
Segunda Lectura: Hebreos 4: 14-16
Evangelio: San Marcos 10: 35-45

 

Marcos 10, 35-45

Crisóstomo. Puesto que los discípulos oían que Cristo hablaba frecuentemente de su Reino, pensaban que este Reino no se iniciaría después de su muerte.  Y así, ahora, anunciada con antelación la muerte de Cristo, se acercaron a él para hacerse dignos inmediatamente de los honores del Reino. De donde dice: “y se acercaron a él  Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, para decirle: ‘Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir’”. En efecto, avergonzados por la pasión humana que habían sentido, se acercaron a Cristo, tomándolo aparte de los discípulos. Pero el Salvador, que no ignoraba lo que le iban a pedir, para inducirlos a responder, les planteó esta pregunta: “y les dijo: ‘¿qué queréis que os haga?’” Teofilacto. Creían los antedichos discípulos que estaría ascendiendo a Jerusalén con el propósito de reinar, y un poco después padecería las cosas que había dicho que padecería. Y, pensando esto, apetecían sentarse a su derecho e izquierda. Por lo que sigue: “y dijeron: ‘danos que uno se siente a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria’”. Agustín. Mateo expresó que esto no fue dicho por ellos mismos, sino por su madre, ya que ella habría presentado al Señor la voluntad de aquéllos. Puesto que más ellos mismos que aquélla dijeron lo que se dijo, Marcos lo declaró con brevedad. Crisóstomo. O se puede decir convenientemente que ambas cosas ocurrieron. Pues viéndose honrados más que los otros, estimaban alcanzar la petición antedicha, y para obtenerla más fácilmente, tomaron a su madre, para rogar a Cristo junto con ella. Agustín. Luego, el Señor, tanto según Marcos como según Mateo, les respondió a ellos más que a su madre, pues sigue: “Jesús les dijo: ‘no sabéis lo que pedís’”. Teofilacto. Como si dijera: las cosas no son como creéis, que vaya a reinar temporalmente en Jerusalén; sino que todas estas cosas, es decir, lo que concierne a mi Reino, sobrepasan al  intelecto [humano]. En efecto, sentarse a mi derecha es algo tan grande que es más excelente que los órdenes angélicos. Beda. O no saben qué es lo que piden, quienes piden del Señor el trono de la gloria, que aún no había merecido. Crisóstomo. O bien dice: “no sabéis lo que pedís”, como si dijera: vos me habláis acerca del honor, pero Yo estoy disertando acerca de agonías y sudores: en efecto, no es éste tiempo de premios, sino de muerte, de batallas y de peligros. De donde agrega: “¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con el cual Yo he de ser bautizado?” Por el uso de la pregunta los atrae, para que crezca su deseo por la comunicación que tienen con Él. Teofilacto. Pero el Cáliz y el Bautismo significan la cruz: el Cáliz como la bebida tomada dulcemente por Él; y el Bautismo como lo que causa la purificación de nuestros pecados. Ellos respondieron sin haber entendido lo que dijo. Por ello sigue: “Pero ellos dijeron: ‘¡podemos!’”.  Creían que hablaba del cáliz sensible y del bautismo con el cual los judíos solían ser bautizarse, es decir, lavarse antes de comer. Crisóstomo. Respondieron tan prontamente porque esperaban ser escuchados en eso que habían pedido. Sigue: “Pero Jesús les dijo: ‘beberéis el cáliz que Yo bebo y seréis bautizados con el bautismo con el que soy bautizado’”, es decir, seréis dignos del martirio y padeceréis como Yo. Beda. Pero se pregunta cómo Santiago y Juan bebieron el cáliz del martirio o cómo fueron bautizados por el bautismo del Señor, puesto que la Escritura sólo narra que la cabeza del apóstol Santiago fue cortada por Herodes, pero que Juan terminó su vida con una muerte no provocada por otro. Pero si leemos las historias eclesiásticas en las cuales se dice que también él, a causa del testimonio de la Fe, fue arrojado a una olla de aceite hirviendo, e inmediatamente relegado a la isla de Patmos, veremos que no le faltó el ánimo del martirio; y que Juan bebió el Cáliz de la confesión, que también bebieron los tres jóvenes en el horno de fuego, aunque el perseguidor no derramó su sangre. Sigue: no me compete daros el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda, sino que pertenece a aquellos para quienes está preparado. Crisóstomo Sobre el Evangelio de Mateo. Aquí hay que investigar dos cosas: una, si está preparado para alguien el sentarse a la derecha de Cristo; la otra, si no tiene el Señor de todas las cosas potestad de darlo a ésos para quienes está preparado. A lo primero decimos que ninguno se sienta a la derecha o a la izquierda; aquel trono es inaccesible para toda creatura. Entonces ¿cómo dijo: no me compete daros el sentarse a mi derecha o izquierda, como si algunos hubiesen de sentarse? Para levantar la mente de los que preguntan, responde condescendiendo con lo que tienen en mente: en efecto, no habían conocido aquel trono excelso, ni la cátedra que está a la derecha del Padre, sino que pedían una sola cosa, a saber, tomar posesión del primado y presidir sobre los demás. Pues porque escucharon lo que se dijo acerca de los apóstoles, que habría de sentarse sobre doce tronos, y porque ignoraban qué significaba eso, pidieron el primado entre los otros. A lo segundo hay que decir que tal regalo no supera el poder del Hijo de Dios, sino que lo que se dice en Mateo: “ha sido preparado por mi Padre”, es lo mismo que si dijera: por Mí. Por ello Marcos tampoco dice esto: “por mi Padre”. Por lo tanto, lo que aquí dice Cristo es lo siguiente: moriréis por mi; pero esto no es suficiente para que obtengáis el primer orden. Pues si algún otro llegase al martirio, poseyendo toda otra virtud, ése poseerá cosas mucho mayores que vosotros; en efecto, está preparado el primado, para aquellos que por sus obras pueden hacerse primeros. Así, los instruyó el Señor con su respuesta, entonces, de modo que no se turbaran vana y vacíamente por el primado. Pero, al mismo tiempo, no quiso entristecerlos. Beda. O: no me compete dároslo, es decir, a los soberbios; en efecto, aún eran eso, soberbios. Para otros está preparado; y tornaos en otros, es decir, haceos humildes, y estará preparado para vosotros.

Teofilacto. Los otros Apóstoles, que ven que Santiago y Juan piden un honor, no pueden llevar esto con paciencia. Por eso se dice: “habiendo escuchado los Diez, se indignaron con Santiago y Juan. Pues experimentaban las pasiones humanas, fueron movidos por la envidia. Pero, entonces, vinieron a indignarse cuando vieron que ellos no eran recibidos por el Señor, y no se indignaron antes porque veían que ellos eran honrados más que los otros. Por tanto, en ese tiempo los Apóstoles se hallaban en tan imperfecta disposición. Pero después se cedían entre sí el primado. Cristo los sana, en primer lugar, trayéndolos junto a Sí, para su consuelo. Y esto se significa cuando se dice: “y llamándolos Jesús”. Luego, mostrándoles que usurpar el honor y desear el primado es propio de los gentiles. Por ello sigue: “les dijo: ‘sabéis que ésos que vemos que gobiernan a las naciones las dominan, y que sus príncipes tienen poder sobre ellas”. Los príncipes de los gentiles se lanzan al principado tiránica y despóticamente. Sigue: “pero no sea así entre vosotros”. Beda.  En lo cual enseña que es mayor aquél que sea menor, y que llega a ser señor aquél que se hace esclavo de todos. En vano, entonces, habían pedido honores inmoderados aquellos dos y en vano éstos se duelen por el deseo de ser mayores, puesto que a la suma de las virtudes no se llega por el poder, sino por la humildad. Luego propone un ejemplo, para que si tuvieran en poco las palabras, al menos se avergonzaran ante las obras. Dice, pues: “porque el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir, y dar su vida como rescate por muchos”. Teofilacto. ¿Qué es más que servir? Pues, ¿qué puede ser más admirable que el que uno muera por aquél al que sirve? Sin embargo, ese servicio y abajamiento de la humildad constituía su gloria y la de todos, pues antes de que se hiciera hombre, sólo era reconocido por los ángeles. Pero cuando se hizo hombre y fue crucificado, no sólo recibió gloria Él, sino que también recibió a los otros en la  participación de su gloria, y dominó por la fe al orbe de la tierra. Beda. Y no dijo que da su alma en redención por todos, sino por muchos, esto es, por aquéllos que quisieren creer en Él.

Tomás de Aquino
Traducción de Pedro Madrid, Raúl Ahrens y Carlos A. Casanova


La Catena áurea es la obra de santo Tomás de Aquino que le ganó fama en vida, aunque la Suma Teológica sea su obra más conocida póstumamente. Cuando un cristiano lee esta joya de la literatura teológica no puede sino reconocer que es justo el elogio que sobre el santo doctor recoge el Papa León XIII en su encíclica Aeterni Patris: “entre los Doctores escolásticos brilla grandemente Santo Tomás de Aquino, Príncipe y Maestro de todos, el cual, como advierte Cayetano, «por haber venerado en gran manera a los antiguos Doctores sagrados, obtuvo de algún modo la inteligencia de todos»”. La Catena áurea es el más claro testimonio de la veneración de santo Tomás por los antiguos doctores y los Padres de la Iglesia. Es, en efecto, una lección de los Evangelios en la que la mente del Doctor Angélico se manifiesta tan sólo mediante un magistral encadenamiento de comentarios patrísticos de la Escritura.

Derechos de Autor © 2012, Carlos A. Casanova.
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Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/