Crisóstomo.
Puesto que los discípulos oían que Cristo hablaba
frecuentemente de su Reino, pensaban que este Reino no
se iniciaría después de su muerte. Y así, ahora,
anunciada con antelación la muerte de Cristo, se
acercaron a él para hacerse dignos inmediatamente de los
honores del Reino. De donde dice: “y se acercaron
a él Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, para
decirle:
‘Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a
pedir’”.
En efecto, avergonzados por la pasión humana que habían
sentido, se acercaron a Cristo, tomándolo aparte de los
discípulos. Pero el Salvador, que no ignoraba lo que le
iban a pedir, para inducirlos a responder, les planteó
esta pregunta: “y les dijo: ‘¿qué queréis que os haga?’”
Teofilacto.
Creían los antedichos discípulos que estaría
ascendiendo a Jerusalén con el propósito de reinar, y un
poco después padecería las cosas que había dicho que
padecería. Y, pensando esto, apetecían sentarse a su
derecho e izquierda. Por lo que sigue: “y dijeron: ‘danos que uno se siente a tu derecha y otro a tu
izquierda en tu gloria’”. Agustín.
Mateo expresó que esto no fue dicho por ellos mismos,
sino por su madre, ya que ella habría presentado al
Señor la voluntad de aquéllos. Puesto que más ellos
mismos que aquélla dijeron lo que se dijo, Marcos lo
declaró con brevedad. Crisóstomo.
O se puede decir convenientemente que ambas cosas
ocurrieron. Pues viéndose honrados más que los otros,
estimaban alcanzar la petición antedicha, y para
obtenerla más fácilmente, tomaron a su madre, para rogar
a Cristo junto con ella. Agustín.
Luego, el Señor, tanto según Marcos como según Mateo,
les respondió a ellos más que a su madre, pues sigue:
“Jesús les dijo: ‘no sabéis lo que pedís’”. Teofilacto.
Como si dijera: las cosas no son como creéis, que vaya
a reinar temporalmente en Jerusalén; sino que todas
estas cosas, es decir, lo que concierne a mi Reino,
sobrepasan al intelecto [humano]. En efecto, sentarse a
mi derecha es algo tan grande que es más excelente que
los órdenes angélicos. Beda.
O no saben qué es lo que piden, quienes piden del Señor
el trono de la gloria, que aún no había merecido.
Crisóstomo. O bien dice: “no sabéis lo que
pedís”,
como si dijera: vos me habláis acerca del honor, pero
Yo estoy disertando acerca de agonías y sudores: en
efecto, no es éste tiempo de premios, sino de muerte, de
batallas y de peligros. De donde agrega: “¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser
bautizados con el bautismo con el cual Yo he de ser
bautizado?”
Por el uso de la pregunta los atrae, para que crezca su
deseo por la comunicación que tienen con Él. Teofilacto.
Pero el Cáliz y el Bautismo significan la cruz: el
Cáliz como la bebida tomada dulcemente por Él; y el
Bautismo como lo que causa la purificación de nuestros
pecados. Ellos respondieron sin haber entendido lo que
dijo. Por ello sigue:
“Pero ellos dijeron: ‘¡podemos!’”.
Creían que hablaba del cáliz sensible y del bautismo
con el cual los judíos solían ser bautizarse, es decir,
lavarse antes de comer. Crisóstomo.
Respondieron tan prontamente porque esperaban ser
escuchados en eso que habían pedido. Sigue: “Pero
Jesús les dijo: ‘beberéis el cáliz que Yo bebo y seréis bautizados
con el bautismo con el que soy bautizado’”,
es decir, seréis dignos del martirio y padeceréis como
Yo. Beda.
Pero se pregunta cómo Santiago y Juan bebieron el cáliz
del martirio o cómo fueron bautizados por el bautismo
del Señor, puesto que la Escritura sólo narra que la
cabeza del apóstol Santiago fue cortada por Herodes,
pero que Juan terminó su vida con una muerte no
provocada por otro. Pero si leemos las historias
eclesiásticas en las cuales se dice que también él, a
causa del testimonio de la Fe, fue arrojado a una olla
de aceite hirviendo, e inmediatamente relegado a la isla
de Patmos, veremos que no le faltó el ánimo del
martirio; y que Juan bebió el Cáliz de la confesión, que
también bebieron los tres jóvenes en el horno de fuego,
aunque el perseguidor no derramó su sangre. Sigue: no me
compete daros el que os sentéis a mi derecha o a mi
izquierda, sino que pertenece a aquellos para quienes
está preparado. Crisóstomo Sobre el Evangelio de Mateo.
Aquí hay que investigar dos cosas: una, si está
preparado para alguien el sentarse a la derecha de
Cristo; la otra, si no tiene el Señor de todas las cosas
potestad de darlo a ésos para quienes está
preparado.
A lo primero decimos que ninguno se sienta a la derecha
o a la izquierda; aquel trono es inaccesible para toda
creatura. Entonces ¿cómo dijo: no me compete daros el
sentarse a mi derecha o izquierda, como si algunos
hubiesen de sentarse? Para levantar la mente de los que
preguntan, responde condescendiendo con lo que tienen en
mente: en efecto, no habían conocido aquel trono
excelso, ni la cátedra que está a la derecha del Padre,
sino que pedían una sola cosa, a saber, tomar posesión
del primado y presidir sobre los demás. Pues porque
escucharon lo que se dijo acerca de los apóstoles, que
habría de sentarse sobre doce tronos, y porque ignoraban
qué significaba eso, pidieron el primado entre los
otros. A lo segundo hay que decir que tal regalo no supera el
poder del Hijo de Dios, sino que lo que se dice en Mateo:
“ha sido preparado por mi Padre”,
es lo mismo que si dijera: por Mí. Por ello Marcos
tampoco dice esto: “por mi Padre”.
Por lo tanto, lo que aquí dice Cristo es lo siguiente:
moriréis por mi; pero esto no es suficiente para que
obtengáis el primer orden. Pues si algún otro llegase al
martirio, poseyendo toda otra virtud, ése poseerá cosas
mucho mayores que vosotros; en efecto, está preparado el
primado, para aquellos que por sus obras pueden hacerse
primeros. Así, los instruyó el Señor con su respuesta,
entonces, de modo que no se turbaran vana y vacíamente
por el primado. Pero, al mismo tiempo, no quiso
entristecerlos.
Beda.
O: no me compete dároslo, es decir, a los soberbios; en
efecto, aún eran eso, soberbios. Para otros está
preparado; y tornaos en otros, es decir, haceos
humildes, y estará preparado para vosotros.
Teofilacto.
Los otros Apóstoles, que ven que Santiago y Juan piden
un honor, no pueden llevar esto con paciencia. Por eso
se dice: “habiendo escuchado los Diez, se
indignaron con Santiago y Juan. Pues experimentaban las
pasiones humanas, fueron movidos por la envidia. Pero,
entonces, vinieron a indignarse cuando vieron que ellos
no eran recibidos por el Señor, y no se indignaron antes
porque veían que ellos eran honrados más que los otros.
Por tanto, en ese tiempo los Apóstoles se hallaban en
tan imperfecta disposición. Pero después se cedían entre
sí el primado. Cristo los sana, en primer lugar,
trayéndolos junto a Sí, para su consuelo. Y esto se
significa cuando se dice: “y llamándolos
Jesús”. Luego, mostrándoles que usurpar el honor y
desear el primado es propio de los gentiles. Por ello
sigue: “les dijo: ‘sabéis que ésos que vemos que gobiernan a las
naciones las dominan, y que sus príncipes tienen poder
sobre ellas”.
Los príncipes de los gentiles se lanzan al principado
tiránica y despóticamente. Sigue: “pero no sea así entre vosotros”. Beda.
En lo cual enseña que es mayor aquél que sea menor, y
que llega a ser señor aquél que se hace esclavo de
todos. En vano, entonces, habían pedido honores
inmoderados aquellos dos y en vano éstos se duelen por
el deseo de ser mayores, puesto que a la suma de las
virtudes no se llega por el poder, sino por la humildad.
Luego propone un ejemplo, para que si tuvieran en poco
las palabras, al menos se avergonzaran ante las obras.
Dice, pues: “porque el Hijo del hombre no ha venido para ser
servido, sino para servir, y dar su vida como rescate por
muchos”. Teofilacto.
¿Qué es más que servir? Pues, ¿qué puede ser más
admirable que el que uno muera por aquél al que sirve?
Sin embargo, ese servicio y abajamiento de la humildad
constituía su gloria y la de todos, pues antes de que se
hiciera hombre, sólo era reconocido por los ángeles.
Pero cuando se hizo hombre y fue crucificado, no sólo
recibió gloria Él, sino que también recibió a los otros
en la participación de su gloria, y dominó por la fe al
orbe de la tierra.
Beda.
Y no dijo que da su alma en redención por todos, sino
por muchos, esto es, por aquéllos que quisieren creer en
Él.
Tomás de Aquino
Traducción de Pedro Madrid, Raúl Ahrens y Carlos
A. Casanova
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