Quién no ha recomendado alguna vez a alguien para obtener
un trabajo, para conseguir un cupo en un colegio o para
ganarse una beca en una universidad. Quién no ha buscado
algún apoyo en personas que tienen cierto influjo social o
económico, para alcanzar una determinada meta en su
camino. Quién no ha aceptado una sugerencia de alguien que
intercede por un ser querido o una persona conocida en un
determinado proceso de selección. En el lenguaje cotidiano
llamamos palanca a las ayudas que, más o menos
legítimamente, se pueden buscar en determinadas
situaciones humanas. Normalmente son aceptadas estas
prácticas, con la condición de que no busquen, directa o
indirectamente, el beneficio de los patrocinadores. Creo
que es condenable, incluso penalmente, cuando se exigen
contraprestaciones para los padrinos de una determinada
persona, sean éstos políticos o personas que ejercen algún
tipo de poder.
Es menos común la práctica de autorecomendarse para
determinados cargos políticos, militares o eclesiásticos.
Tal vez en los casos de elección popular, cuando los
candidatos a un determinado cargo no escatiman esfuerzos
por convencer a los electores de su idoneidad para
desempeñar ciertas responsabilidades, esta proclamación de
las propias virtudes, es legítima y permitida. Pero en
otros ámbitos sociales esta forma de proceder, no sólo
sería criticable, sino que generaría una reacción
contraria. Pensemos en un empleado medio de una gran
empresa que se acerca al Presidente de la Compañía para
ofrecerse como Gerente General de una sucursal en una
ciudad importante... Lo más seguro es que, en lugar de
conseguir el ascenso, termine liquidado antes de lo
previsto.
En general, no son bien vistas las prácticas de
autopromoción para alcanzar cargos de poder o de influjo.
No se imagina uno a un párroco haciendo lobby para
conseguir una mitra, o a un obispo buscando, a través de
palancas y recomendaciones, un capelo cardenalicio. No
parece común que un Coronel esté intrigando para conseguir
un ascenso a General, o que un Comandante de Brigada esté
maquinando para que lo trasladen a una ciudad más
importante. Claro que, como solemos decir a propósito de
las brujas, estas formas de proceder no deberían darse,
pero que las hay, las hay...
“Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a
Jesús y le dijeron: (...) –Concédenos que en tu reino
glorioso nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu
izquierda”. Desde luego, esta petición produjo
malestar entre los demás discípulos; por eso, Jesús les
recordó: “–Como ustedes saben, entre los paganos hay
jefes que se creen con derecho a gobernar con tiranía a
sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad
sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así”.
Alguien, con mucha ironía, afirmaba que este texto
explicaba la razón por la que Santiago es el patrono de
España... Entre las muchas cosas que heredamos de la Madre
Patria, también está esta forma de proceder tan
característica, aunque no exclusiva, de nuestra sangre
hispana. Dios, con nuestra ayuda, no permita que nuestra
Iglesia, nuestras comunidades, nuestras empresas y
nuestras sociedades se dejen invadir por esta plaga que
busca el poder para oprimir y no para servir, como lo
pretendía el Señor entre sus discípulos más cercanos.
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.
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