Select Sunday>Sunday Web Site Home>Spiritual Reflections>Glancing Thoughts



Reflexiones dominicales
Domingo 29º de tiempo ordinario
21 de octubre 2012
Primera lectura: Isaías 53: 10-11
Salmo responsorial: 33:4-5, 18-19, 20, 22
Segunda Lectura: Hebreos 4: 14-16
Evangelio: San Marcos 10: 35-45


Ante el trono de la gracia

 

¡Qué manera de no entender nada! Es muy instructivo ponerse en el lugar de los apóstoles y darnos cuenta de que pensamos exactamente como ellos. Por supuesto que, como ya conocemos cómo termina la historia, los miramos con una mezcla de pena y superioridad, pensando que nosotros nunca habríamos dicho eso. Y sin embargo, los desatinos de los apóstoles son, en cierta manera, nuestra propia biografía.

Quizás una de las más grandes revoluciones del cristianismo es habernos mostrado que ante Dios no hay modo de merecer. Incluso si por un segundo lográramos olvidar que la razón por la que Cristo murió fueron nuestros propios pecados, es evidente que no es humanamente posible amar hasta los extremos en que amó Cristo.
Pues Jesús no es uno que simplemente nos pagó una deuda. Es uno que conoce exactamente lo que es ser hombre, porque lo sufrió como el que más. A Jesús no podemos contarle cuentos: ni sobre cómo sufrimos ni sobre lo buenos que somos.

“El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación”, y quiso hacerlo porque era necesario pagar la deuda que nosotros contrajimos y quiso hacerlo de ese modo porque era conveniente para manifestar su gloria, es decir su infinito amor. Es por eso que tuvo y tiene aún la enorme descendencia que es su Iglesia, mediante la cual justifica a tantos, como explica Isaías.

Aquel que entiende esto ya no se acerca a Jesús movido por la ambición a pedir futilidades y cosas que no entiende como hicieron los apóstoles (y nosotros). Este se acerca “con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”. Es lo que necesitamos.

Es constante a lo largo de toda la historia de la humanidad una especie de conciencia subterránea: necesitamos ser salvados. Reconocerlo es difícil, porque hiere donde más duele: el orgullo. Y mientras más nos negamos a aceptarlo, más evidente resulta. El siglo XX fue el siglo del mito del hombre que se salva a sí mismo mediante la ideología. Fue también el siglo de la barbarie institucionalizada.

El hombre no se salva a sí mismo porque salvar no es dominar, sino renunciar y servir. Ser el primero es hacerse servidor de todos. Imitar a Cristo es estar dispuesto a comunicar a todos una gracia que no es nuestra, sino que nos ha sido dada gratuitamente; comunicando la misericordia que hemos alcanzado ante el trono de la gracia.

Gonzalo Letelier Widow

Gonzalo Letelier Widow es Director del Centro de Estudios Tomistas de la Universidad Santo Tomás en Santiago de Chile. El autor contribuirá regularmente a este sitio con un comentario de las lecturas del domingo.
Derechos de Autor © 2012. Gonzalo Letelier Widow. Todos los derechos reservados. Se concede permiso para la reproducción para uso personal o uso parroquial.

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/