Domingo > Reflexiones en español > Reflexiones > La Espiritualidad de las Lecturas
Sintiendo y Pensando en Fe
Segundo domingo del Adviento B
6 de diciembre, 2020
Sindy Collazo


!Prepáranos hablándonos al corazón!

El Profeta Isaías nos dice que hay una voz clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor”.  En el evangelio de Marcos comienza con esta invitación; vemos a Juan el Bautista siendo esa voz que clama en el desierto, pidiéndonos: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.

¿Por qué tenemos que prepararnos? ¿Por qué no basta simplemente con esperar ¿Por qué el Salvador no simplemente llega y nos cambia?

La respuesta a estas preguntas es que ¡Dios nos creó libres! Tenemos libre albedrío. Dios nunca se impone.

Dios siempre se propone; siempre nos invita.

Pensamos en todas nuestras humillaciones, limitaciones, sufrimientos y distracciones; se las presentamos al Señor.

Nuestro Preparar el camino,” es hacerle saber a Dios que le damos la bienvenida a nuestras vidas. Preparar el camino es lo que tenemos que hacer de nuestra parte.

Cuando deseamos que visiten nuestra casa, nos aseguramos de limpiar, de comprar comida, de decorar la casa para hacerla agradable y encender las luces de la casa para que nos encuentren. Pero lo más importante es … invitarles a venir.

¿Cómo invitamos a Dios a nuestras vidas? ¿Cómo preparamos nuestras casas?
Ultimadamente le pertenecemos a Dios, pero Dios respeta la libertad con la que nos creó. Nuestro Dios es un caballero, no va a venir a nuestra casa, si no lo invitamos. Tampoco quiere caernos de sorpresa sin estar preparados para recibirle. Y lo más importante es que Dios nos tiene mucha paciencia y está dispuesto a esperar. Pedro nos dice: “no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan”.  Dios, al final de los tiempos; de nuestros tiempos, nos volverá a reclamar como suyos. Mas Dios, vive en la gloria, fuera del tiempo y del espacio. El tiempo y el espacio no son determinantes para Él.  Pedro nos lo recuerda diciendo:

  “No olviden que, para el Señor, un día es como mil años y mil años como un día.”

Prepararnos es ponernos a la disposición de escucharle hablándonos al corazón.  Tratar de comprender nuestras metas y nuestro camino. Darle prioridad e importancia, en medio de nuestras vidas ocupadas, a nuestra relación con Dios. Prepararnos es procurar liberar ataduras y permitirle al Espíritu de Dios transformar nuestras vidas.

  “Preparen el camino del Señor”

Si fuéramos literales, ya estaríamos buscando la palanca mecánica. Juan el Bautista nos habla de arrepentirnos de nuestros pecados; nos habla de conversión.

Esto es una tarea difícil. Especialmente en situaciones donde nos cuesta reconocer la necesidad de cambiar.  Es tan difícil como construir en el desierto, elevar un valle o aplanar un monte.

Es por esto que el profeta Isaías nos da la clave de lo que realmente está pasando.  Tenemos miedo a confiar en Dios. Estamos ansiosos, desconsolados y como consecuencia nos volvemos servidumbre; vivimos en esclavitud.

  Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo

En adviento, construimos un camino en el desierto de nuestras vidas.  En muchas ocasiones nos sentimos un poco resecos de corazón. No sabemos de donde sacar fuerzas o donde encontrar el agua para revivirnos.  Volvemos a tornarnos a Dios para que nos permita encontrar un camino fuera del desierto y reverdecer nuestra tierra árida.

  Una calzada para nuestro Dios

En este tiempo de espera le pedimos a Dios que nos ayude a construir un camino hacia Él. Nos hacemos el propósito de separar un momento para la oración; participamos de la vida de oración dentro de una comunidad de fe. Le decimos a Dios: “aquí estoy”.

  Que todo valle se eleve

Pedimos a Dios que nos eleve. Pensamos en todas nuestras humillaciones, limitaciones, sufrimientos y distracciones; se las presentamos al Señor. A veces no podemos ver nuestro camino porque no estamos suficientemente elevados.  Nos elevamos al permitirle a que Dios nos hable al corazón y nos diga cuanto nos ama; que somos valiosos para Él.  Dios nos eleva cuando sentimos que somos poca cosa, gracias a la dignidad que Dios nos da; nos recuerda que somos sus hijos.

  Que todo monte y colina se rebajen

Pedimos a Dios que nos rebaje; que nos haga humildes. Reconocemos lo ocupados que siempre estamos. Que a veces no nos permitimos pausar nuestras vidas y reconocer que necesitamos sacar tiempo para Dios. Reconocemos que los montes y las colinas a veces son nuestro orgullo y terquedad.  Y ellos no nos permiten reconocer los obstáculos que hemos puesto en nuestro camino. Nos rebajamos, reconocemos la grandeza de nuestro Dios.

  “Que lo torcido se enderece”

Pedimos a Dios que nos enderece. Nos vemos como realmente somos y reconocemos que tenemos elementos “torcidos” de nuestra persona: nuestros hábitos, nuestras deficiencias, nuestra personalidad. Nos enderezamos, dándonos una mejor oportunidad de crecer y dar frutos.

  “[Que] lo escabroso se allane.”

Le pedimos a Dios que allane lo difícil de nuestras vidas. Un camino escabroso está lleno de piedras y desniveles que dificultan el progreso. ¿Que circunstancias de nuestra vida, relaciones personales, se nos hacen difíciles de manejar?  Quizás tenemos que sanar nuestra relación con algún familiar, con algún amigo o compañero de estudios o trabajo. Quizás tenemos que alejarnos de otras personas en nuestra vida que no nos hacen bien.

Mientras nos preparamos, Dios por su parte no se quedará de brazos cruzados. Dios continuará buscándonos y hablándonos al corazón. Y así nos hace anhelar su venida.

  Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán.”

Dios me los bendiga y Seamos Santos.



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org