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La Espiritualidad de las Lecturas
Segundo domingo del Adviento B
6 de diciembre, 2020
John Foley, SJ

Dar y Recibir

Dios formó los planetas, los agujeros negros, las galaxias y quién sabe qué más, para luego bendecir todos y cada uno de los átomos microscópicos de su creación con su mismo ser divino. Eso es compartir a escala divina.

Sin duda, eso habría sido suficiente.

¿Y si el tierno amor de Dios quisiera salir de la Iglesia para habitar en el mundo?

Pero los planetas y los asteroides no tenían la capacidad de saber que recibían a Dios. No podían amar a Dios por su propia voluntad. Su única manera de recibir semejante bendición era através de su existencia primitiva. Ellos eran (y son) capaces de ser sólo lo que eran (y lo que son).

Así Dios creó un nuevo comienzo. Ideó un camino milagrosamente intricado a través del cual esto que nosotros llamamos la vida podía llegar a existir. Eligió (como mínimo) un diminuto planeta azul que giraba sin importancia alrededor de una estrella muy pequeña. Esto es lo que se entendería—millones de años más tarde—por habitar en la Vía Láctea.

Entonces Dios hizo que la vida saliera de los mares y se estableciera en las orillas de este planeta. Tomando la forma de amibas, árboles, monos, criaturas acúaticas, y más. La vida optó por habitar en las montañas más altas, las zonas más frías de hielo, los desiertos más ardientes, y hasta los mares más profundos de los que había emergido. Igual que una madre ama a sus hijos, Dios amaba a esta “vida” abundante.

Dios envolvió a todas sus criaturas en el amor, y ahí florecieron—pero sin ser conscientes de ello. Si tú hubieras podido observar los dinosaurios y monos y peces y aves, habrías visto que semejante creación milagrosa

habría sido suficiente.

Pero cabía todavía más. El amor rebosante de Dios descubrió más espacio dentro de todo esto. Así Dios formó “la abertura” en varias de sus criaturas. Ellas ya podían recibir y ser conscientes del amor cariñoso con el que Dios los colmaba, y tenían la opción de amar a Dios también.

A consecuencia de esto, la raza humana lenta y trabajosamente llegó a ser. No me preguntes sobre el número de especies del hombre de cromañón que había, ni cómo la cultura de los cazadores se convirtió en agricultura y cocina, ni cómo llegó el hombre a tejer y construir y poner cercas y manejar el fuego. Todo eso pasó. Y Dios tomó el tiempo necesario para hacer aun más profundo el hueco espiritual dentro de los seres humanos recién formados para hacer un sitio en el que—aun en tiempos de miedo y distracción—pudieran recibir el amor de Dios--no pasivamente como una piedra al sol, sino activa y conscientemente, acogiendo dentro de su propio ser la belleza sin precio del amor, la vida y la presencia de Dios.

Lo demás ya lo sabes. Nosotros somos aquellos seres humanos. Cada uno de nosotros es capaz de abrirse de esta manera, ya que todos nos encontramos en el punto culminante de la larga historia del Espíritu de Dios.

Entonces, el Adviento es la época idónea para preguntarnos, tranquila y humildemente, cómo podemos nosotros amar. ¿Tomaremos el tiempo para apreciar este espacio dentro de nosotros? ¿Lo cultivaremos?

Para hacerlo tendríamos que ejercer la virtud de la “paciencia” en nuestra vida tan nerviosa y frecuentemente inconveniente. Tendríamos que dejar que la presencia de Dios fuera suficiente para nosotros. Hasta tendríamos que encontrar, quizás, otra manera de vivir. ¿No podría eso incluir también celebrar la Misa de una forma nueva, escuchando y recibiendo pacientemente en lugar de estar pendientes del reloj durante la homilía?

Y eso sería suficiente, ¿verdad?

Tal vez, pero ¿y si el tierno amor de Dios quisiera salir de la Iglesia para habitar en el mundo? ¿Eso no supondría el nacimiento del niño Jesús en nuestras vidas? Compartiríamos el amor que Dios sembró en nuestros corazones con las familias, los amigos, los vecinos—los ricos y los pobres.

Y eso sería suficiente.
Juan Foley, SJ

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Fr. Juan Foley, SJ



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org