En el Evangelio de hoy Jesús, que será
sacrificado por nosotros, se identifica como el hijo amado
de Dios; y en la primera lectura, Abraham ofrece a su hijo
amado como un sacrificio a Dios. De este modo las lecturas
nos invitan a reflexionar sobre el sacrificio.
¿Qué es un sacrificio? Y ¿por
qué lo pide Dios, sea a Abraham o a nosotros?
Lo primero que hay que ver es que un sacrificio es un regalo
de índole muy peculiar.
En el caso de los regalos comunes, que no son sacrificios,
el receptor es el beneficiario principal de la entrega del
regalo. El receptor es la persona que posee la cosa dada;
pero también recibe algo del donante en el regalo.
Pero un sacrificio es otro tipo de regalo. Cuando una
persona entrega algo como sacrificio, por grande que sea el
regalo, el donante mismo recibe algo de mayor valor.
Para ver este punto, considere Maximiliano Kolbe, quien
sacrificó su vida por Franciszek Gajowniczek en
Auschwitz.
Los Nazis habían seleccionado al azar 10 prisioneros
para morir, como represalia por la huida de un prisionero; y
Franciszek Gajowniczek fue uno de los 10. Cuando fue
seleccionado gritó, «¡O, mi pobre esposa!
¡Mis pobres hijos! ¡Nunca volveré a
verlos!» Pero Maximiliano Kolbe se adelantó y
se ofreció en lugar de Franciszek. Kolbe sabía
que los seleccionados iban a morir de hambre en un
búnker oscuro y sin aire. Pero Kolbe ofreció
su vida por la de su compañero de prisión de
todos modos. Kolbe tardó dos semanas en morir en ese
búnker. Testigos que escucharon a los guardias nazis
de los que todavía estaban vivos en el búnker
luego informaron que Kolbe oraba y cantaba himnos hasta el
final cuando su voz falló.
Por medio de ese sacrificio tan difícil, Kolbe se
convirtió en una persona en la cual brillaban con
tanta intensidad el amor y la bondad que la historia de su
vida y sacrificio hoy ilumina a todos los que la escuchan.
Él dio su vida para darle vida a Franciszek, pero
él mismo recibió mucho más de lo que
dio. ¿Quién no quisiera tener un alma tan
hermosa como la de Kolbe?
Así que aquí está el comienzo de una
respuesta a la interrogante del sacrificio. Nuestro Dios, a
quien no le falta nada, se alegra al recibir el regalo de
nuestros sacrificios, no porque Él reciba de ellos
algo de gran valor, sino porque ese algo valioso lo
recibimos nosotros.
Eleonore Stump
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