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La Palabra que nos compromete
Segundo domingo
del Tiempo Ordinario C
16 de enero, 2022
John Kavanaugh, SJ


Precioso Ante Ojos que no Son Suyos
Te llamarán a ti “Mi delicia”.

Isaías no es el único profeta que nos da una imagen de nuestra relación con Dios como un amor de alianza. El Yavé de Oseas será “tu Esposo para siempre, con ternura.” Ezequiel cuenta una historia maravillosa de cortejo, traición, y de perdón redentor para explicar el compromiso que tiene Dios con Israel.

Pero Isaías va más allá que los otros. Nos presenta una verdadera celebración de una boda: la relación de Dios con Israel, con nosotros, es una alianza eterna de amor y de fidelidad. “Te llamarán a ti ‘Mi delicia en ella,’ y a tu tierra ‘Desposada.’ Porque en ti se complacerá Yavé, y será el esposo de tu tierra. Como mancebo que se desposa con una doncella, tu Creador se desposará contigo. Y como el esposo se deleita en su esposa, así se deleitará tu Dios en ti.”

Tenemos un Dios que convierte nuestro cuerpo en un templo de carne y hueso donde vive la vida divina.
El deseo y gozo de Dios es unirse con nosotros, compartir nuestra vida y destino en la dicha y en la adversidad, tener el mismo Espíritu de amor por toda nuestra variedad de experiencias y durante todo temperamento. San Pablo escribe que ese es el Espíritu que hemos recibido de Cristo y que nos une en cuerpo, adoración y en nuestras obras diarias.

Así, a lo mejor no sea casualidad que la primera señal milagrosa narrada en el cuarto Evangelio tiene lugar en una boda en Caná de Galilea. No sólo bendice la alianza del matrimonio con su presencia; Él personalmente eleva la celebración. Motivado por su madre que le informa con insistencia que no queda vino y que les pone sobre aviso a los que están sirviendo que hagan “lo que Él les diga,” Jesús convierte el agua de seis jarras de barro en vino.

Y es vino bueno. “Todos sirven primero el vino bueno, y cuando están ya bebidos, el peor; pero tú has guardado hasta ahora el vino mejor.” Esta primera señal de Jesús reveló su gloria, y desde entonces en adelante sus discípulos creyeron en Él. La gloria revelada es de un gran Dios de transformaciones, un Dios que toma de esposa a una simple criatura, que llega a ser nuestro alimento y bebida como si fuera nuestro pan y vino.

Tenemos un Dios que convierte nuestro cuerpo en un templo de carne y hueso donde vive la vida divina. Somos nuevas arcas de la alianza con Dios.

Desde luego, Jesús mismo es la mayor señal de todas. Él, en un mismo cuerpo, Dios verdadero y hombre verdadero, es la alianza del cielo y de la tierra. Es el casamiento de Dios y la carne. Es por ÉL que cada nuevo bebé después de la navidad lleva el mismo Espíritu en el que Dios les llama a cada uno, “Mi delicia, mi alegría, carne de mi carne, mi esposa.” Gerard Manley Hopkins lo describe así en el poema “As Kingfishers Catch Fire”

Porque Cristo juega en miles de lugares,
con miembros hermosos, y precioso ante ojos que no son suyos.


John Kavanaugh, SJ
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.
El Padre Kavanaugh fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le tratamos en su vida.
Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org