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La Palabra que nos compromete
30º domingo de tiempo ordinario
26 de octubre de 2014


Lo único que se necesita es el amor
 
"El mandamiento principal y primero."

Amar. ¿Hay otro verbo que trabaje más? El amor. ¿Existe otro sustantivo que se nombre más? Ahí queda el problema. Las palabras “amar” y “amor” pueden significar tantísimo o poquísmo.

Representan (y justifican) casi cualquier sentimiento o acción: deseos irresistibles, necesidades fuertes, tormentos obsesivos, asesinatos, atrocidades, mentiras.

Hay gente que ha hecho cosas por el “amor” de Dios que seguramente Dios repudia. Se han hecho cosas por el amor a otros que han destrozado al objeto del deseo. Se han hecho cosas por narcisismo que han destruido a las propias almas. De este modo, el encanto del amor no es, a menudo, únicamente trivial sino que puede ser mortal.

Creo que no existe palabra más malentendida que el amor.

Para algunas personas se refiere al acto sexual. Para otras significa emoción. Para la gran mayoría es un sentimiento maravilloso. El amor debe arreglar las cosas, cambiarlas, renovarlas. Pensamos que con el amor, debemos sentirnos satisfechos con nosotros mismos y con el mundo. Creemos que la vida llegará a ser tranquila y cómoda, una alegría, un éxtasis, una felicidad absoluta.

Como dice la canción, “Lo único que se necesita es el amor.”

Imagine, entonces, la desazón y la confusión cuando tal palabra surge en el juego irónico de Dios y de los textos históricos como la suma de la ley y de los profetas.

Sí, es verdad. Así lo dijo Jesús.

Lo dijo al contestar una pregunta que le hizo precisamente un abogado que quería saber cuál era el mandamiento principal y primero. ¿Y su respuesta? “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.” Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

Ahora bien, a primera vista esta respuesta no parece ser ni trascendental ni original. El gran Shema (Nota del webmaster: se prenuncia sh’ma), una oración que rezan los judíos devotos cada mañana y cada noche, viene directamente del libro del Deuteronomio (6:5). Este mandamiento de amar a Dios absolutamente se llevaba “muy dentro del corazón” y se inculcaba en cada niño y niña. María, la madre de Jesús, le enseñó bien.

La segunda parte de su respuesta—“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”—viene del libro del Levítico (19: 18). Lo que habría sorprendido a muchas personas era que Jesús dio la misma importancia a ambos mandamientos. El segundo es como el primero: nuestro amor al prójimo refleja nuestro amor a Dios. El abogado no le pidió a Jesús que les diera dos grandes mandamientos, pero, eso sí, Él se los dio como si fueran uno. La voluntad total de Dios y nuestra misión en esta vida es amor a Dios de todo corazón y al prójimo como a nosotros mismos.

Así que volvemos al tema del amor, ese camaleón que se esconde en el color de todo y desaparece en cualquier contexto posible.

Pero, no vayamos tan de prisa. Este amor no es simplemente cualquier cosa. Requiere corazón y voluntad, alma y vida, mente y poder. Exige una fidelidad de alianza. Hace demandas. El amor no es simplemente pasión; es laborioso.

Las ordenanzas del libro del Éxodo son bastante explícitas en cuanto a cómo se ejerce el amor en las relaciones humanas. No maltrataremos al extranjero. (Eso se entiende) No dañaremos a la viuda ni al huérfano. Si lo hacemos, nos caerá la cólera de Dios.

Si prestamos dinero a los pobres, no debemos portarnos con ellos como acreedores ni exigirles usura. (Ahora nos cuesta más seguir la ley.) Si le pedimos como garantía algo que el vecino necesita para sobrevivir, debemos devolvérselo antes de que se ponga el sol. (Se acabó el dulce romanticismo.)

Con Jesús, el amor es aún más fastidioso. No sólo identifica el amor al prójimo con nuestro amor a nosotros mismos y con el amor a Dios; destaca la idea de que el amor es servir a los demás, hasta sacrificar la vida por ellos.

A quien le parece que amar es un camino fácil debería consultar el “camino mejor” de la primera epístola de San Pablo a los Corintios. Es una lectura que se oye frecuentemente en las bodas y que vendría bien leerla cada día y noche de la vida matrimonial.

¿Qué es el amor? El amor es paciente. Es la bondad. No es envidioso ni jactancioso ni descortés ni egoísta. No se ofende ni guarda rencores. Todo lo cree, todo lo excusa, y todo lo tolera.

El amor, cuando lo ponemos en la práctica, es lo eterno dentro de nosotros, lo que perdura de nosotros. Al fin de cuentas, el amor es una afirmación, un beso dado voluntariamente al universo.

El amor verdadero une la fe y la justicia, la alianza de la transcendencia del tiempo. El amor de Dios en Él que vivimos y nos movemos y existimos es el mismo amor hecho oportuno por nuestro cuidado terrenal.

Una vez recibí una nota de alguien que me expresó un amor que me parecía incuestionable. Amaba primero a Dios y, por Dios, a todos los vecinos, a sí misma y aún a mí. Era maravilloso e invencible. Aunque el Evangelio de Jesús la inspiró, las palabras de Martin Buber le explicaron el misterio sagrado:

Los sentimientos acompañan el hecho metafísico y metapsíquico del amor, pero no lo constituye. Los sentimientos acompañantes pueden ser de gran diversidad.

Lo que Jesús sentía por el demoníaco es distinto de lo que sentía por el discípulo amado; pero el amor es el mismo amor. Los sentimientos se consideran, el amor se desvanece. Los sentimientos residen dentro de nosotros; pero vivimos en el amor. No es metáfora, sino la misma verdad.

Al ayudar, curar, educar, levantar, salvar, el amor es la responsabilidad del Yo para Ti.

Con todo esto vemos la imagen—totalmente imposible de encontrar en cualquier sentimiento—de todos los que aman, desde el más pequeño al más grande y del hombre dichosamente protegido cuya vida está abrazada por un ser amado, a Aquel que queda toda su vida clavado a la cruz del mundo, y que se atreve a llegar al punto espantoso—de amar a todos.


John Kavanaugh, S. J.
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.

El Padre Kavanaugh era professor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le trataron en su vida.
THE WORD EMBODIED: Meditations on the Sunday Scriptures, Cycle A.
Orbis Books, Maryknoll, New York (1998), pp. 117-120.
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Derechos de autor © 1998 por John F. Kavanaugh. Todos los derechos de autor están reservados. Se usa con el permiso de Orbis Books, Maryknoll, New York 10545-0308

Arte de Martin Erspamer, O.S.B.
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org/