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Sintiendo y Pensando en Fe
Trigésimo Primer Domingo
del Tiempo Ordinario B
31 de octubre, 2021
Sindy Collazo

Amar nos lleva a Dios, porque Dios es Amor.

En Deuteronomio, Moisés resume los mandamientos como amor a Dios, con lo que se volverá la oración más importante para la fe judía. “Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón los mandamientos que hoy te he transmitido”. Esta es la famosa oración del Shemá.  Moisés quería enfatizar que tenían que tener este amor por Dios siempre presente. Por eso les dice que graben esas palabras en su corazón. En la Biblia el corazón se refiere al centro, a la médula de nuestro ser; a lo que realmente somos. Moisés les dice que le inculquen este amor a Dios a sus hijos, en sus hogares y en sus caminos. En todo momento desde que abrimos los ojos por la mañana, hasta cerrar los ojos por la noche.

Dios invade nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente y motiva nuestras fuerzas.

Los judíos literalmente escribían esta oración en una tirilla y la envolvían alrededor del brazo. También la escribían en el marco de sus puertas. Hasta tenían un dado que se amarraban a la frente.

Una de mis oraciones favoritas es la oración del Padre Pedro Arrupe dice que encontrar a Dios es enamorarse profundamente. Porque el amor determina todo en nuestras vidas. Arrupe dice: “Aquello de lo que te enamores, lo que arrebate tu imaginación, afectará todo. Determinará lo que te haga levantar por la mañana, lo que leas, a quién conozcas, lo que te rompa el corazón…y lo que te llene de asombro con alegría y agradecimiento.”

Esta oración del Shemá no es necesariamente un mandamiento, sino, una confirmación de todo lo que ya deseamos y buscamos…amor. Dios es amor y desea una relación de amor con nosotros. Como resultado de esta relación, amamos a Dios, pues nos relacionamos con el amor mismo.  La prioridad del amor confirma que constantemente, aún sin reconocerlo, buscamos y deseamos a Dios. ¿Y cómo sabemos esto? Porque todos buscamos amar y ser amados.

En el evangelio, Jesús nos recuerda que amar a Dios tiene consecuencias. Cuando amamos a Dios, nos volcamos de amor al prójimo. De esto se trata todos los mandamientos. Jesús nos dice: “El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Jesús con esto nos confirma que la mayor confirmación de que amamos a Dios, es nuestro amor al prójimo como a nosotros mismos. Esta es la consecuencia.

Jesús luego dice: “No hay ningún mandamiento mayor que éstos”. Lo define todo y lo decide todo y determina el camino; nuestra ruta de la vida.

Amar al prójimo muestra evidencia de nuestro amor por Dios. Y, por lo contrario, no amar al prójimo muestra evidencia de que no amamos a Dios. Es Dios quien nos muestra el verdadero amor y nos enseña a amar.

Porque estamos en una vida centrada en el amor a Dios, nos importa todo lo que a Dios le importa, comenzando con nuestro prójimo, incluyendo a todo lo creado, lo verdadero, lo justo en este mundo.

Dios invade nuestro corazón, nuestra alma, nuestra mente y motiva nuestras fuerzas.

Nuestra salvación depende de entender este amor. El propósito de los mandamientos de la ley es descubrir este amor y vivir en este amor. Dios desea que nos sintamos amados, que sintamos su amor. Y quien se siente amado, ama.

Y el amor a Dios nos lleva a amar el prójimo, el 70% de la ley se dedica a este amor. Nos saca del solitario mundo del egoísmo; del aislamiento, que termina matándonos; que termina quitándonos la esperanza de amar y ser amados y oprime nuestra alma.  La ley del amor nos mueve a relacionarnos, respetando y honrando a otros. Nos lleva a relaciones basadas en la verdad y la honestidad. Seguros de lo mucho que valemos porque Dios nos ama. Seguros de lo mucho que los demás valen porque Dios los ama. Y comenzar a ver a los demás como Dios los ve para finalmente amarlos como Dios los ama. Después de todo, de eso se trata ser su imagen y semejanza. Somos sus hijos y podemos amar como Dios ama. Y amar nos lleva a Dios, porque Dios es amor.  

Dios me los bendiga y Seamos Santos.



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org