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Sintiendo y Pensando en Fe
Trigésimo Primer Domingo
del Tiempo Ordinario C
30 de octubre, 2022
Sindy Collazo


“Señor … aparentas no ver los pecados”

Zaqueo era conocido en todo el pueblo de Jericó. El no solo era publicano, o colector de impuestos, el era jefe de publicanos y rico.  Ante la comunidad judía y mas aún ante los religiosos de la comunidad, los fariseos, este hombre no solo era un pecador, sino de los peores pecadores de la sociedad.

Esta era la imagen que Zaqueo tenía ante la sociedad.  Pero Zaqueo, al igual que cada uno de nosotros, somos mucho mas que lo que la sociedad cree de nosotros y ha concluido que nosotros somos.

Zaqueo recibió a Jesús en su casa y su mera presencia lo convirtió.

Lo que pasa es que a la gente les gusta encasillar y definir individuos en categorías y patrones. Estas asunciones y prejuicios son formados y son lo que ellos necesitan para sentirse cómodos con nosotros. No hay nada que haga sentir a una persona más incómoda que no poder descifrar quienes realmente somos, que opinamos, que vamos a decir y como vamos a actuar. Cada uno de nosotros, al igual que Zaqueo, sabemos en que casilla nos han puesto, y como la sociedad nos ha definido. Y en otras ocasiones nos tratan de obligar ajustarnos en un patrón de comportamiento: “no se usa ropa así”, “no se come esto”, “no se usa aquello” o “no se habla de tal o cual cosa”.

Mas a Jesús no se le podía y todavía no se le puede encasillar. Los judíos y la gente de su época nunca podían predecir su comportamiento; lo que iba a decir o hacer.  Jesús los hacía sentir incomodos a todos, porque ellos no podían ponerlo en categorías nítidas y distinguibles.

A los colectores de impuestos (publicanos) se les detestaba y esto era algo aceptable en la sociedad. ¡No somos tan diferentes!  Ya sea en el mundo de la ficción o en la vida real a todos nos atrae, y podemos decir nos gusta, detestar a un buen villano. Todos tenemos un político que criticar, o una persona en la vida pública, en la comunidad o hasta en nuestra familia que señalar y apuntar diciendo lo equivocada o lo mala que esa persona es.

Mas a Dios eso no le importa. En el libro de Sabidurías nos habla de un Dios que aparenta no ver nuestros pecados porque quiere darnos la oportunidad de arrepentirnos. Y ¿a cuantas personas las hemos dadas por perdidas en la vida? ¿Cuántas personas creemos que no tienen remedio?

Jesús, Dios hijo, aparenta no ver los pecados de Zaqueo. Jesús no lo aborrece como el resto del pueblo. En el libro de Sabidurías nos dice: “[Señor] … tú amas todo cuanto existe y no aborreces nada de lo que has hecho, pues si hubieras aborrecido alguna cosa, no la habrías creado.”

No importa lo que hayamos hecho en la vida, Dios no nos aborrece. Podríamos refrasear la voz en el pasaje de Sabidurías y escuchar a Dios diciéndonos: ¿Cómo podrías seguir existiendo si yo no lo quisiera? ¿Cómo te habría conservado hasta ahora, si no te hubiera llamado a la existencia? Siempre estoy dispuesto a perdonarte, porque eres mío; eres mía. Yo amo la vida, yo soy vida, y mi espíritu inmortal está en ti y en todos los seres.

Zaqueo tenía par de desventajas que podían evitarle tener un encuentro con Jesús. Una era su posición y reputación pública, la otra su estatura. Zaqueo ignoró la primera y superó la segunda. Su deseo por un encuentro con Jesús fue más fuerte.

Es este el tipo de corazón con el cual Jesús puede trabajar. Un corazón humilde que busca su cercanía. Si tenemos un corazón humilde y buscamos su cercanía, Jesús puede trabajar con nuestras vidas y transformarlas. Nos volvemos buen material, no importando nuestro pecado.  La presencia de Jesús en sí nos transforma, sino me creen, vean a Zaqueo.

Zaqueo recibió a Jesús en su casa y su mera presencia lo convirtió: “Mira, Señor, voy a dará a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más.”

El libro de Sabidurías nos dice como Jesús logra esto: “Por eso a los que caen, los vas corrigiendo poco a poco, los reprendes y les traes a la memoria sus pecados, para que se arrepientan de sus maldades y crean en ti, Señor.” 

¿Y cuantas veces Jesús nos ha recordado que ha venido precisamente a salvar a los pecadores? Hoy nos lo vuelve a recordar “el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.”

Y por eso Señor te damos gracias por aparentar no ver nuestros pecados.

Dios me los Bendiga y sean Santos.

Sindy Collazo


Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org