El universo es minúsculo.
¡Espera! No puede ser minúsculo. El telescopio Hubble nos enseña exactamente lo contrario, lo espantosamente vasto que es, con mil millones de galaxias, todas similares a nuestra Vía Láctea, esparcidas por todo el universo. Y es más: cada galaxia contiene millones o hasta billones de estrellas.
¡Mil millones de billones de estrellas!
¿Y dices que el universo es pequeño?
Pues, escuchemos la primera lectura: “Señor, el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza*, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.” La persona que escribió eso no había mirado nunca por el telescopio Hubble.
Ahora bien, ¿es el universo grande o pequeño?
Imagínate esto. Visualiza a un científico en la antigüedad usar una balanza. Tiene platillos a cada lado, equilibrados entre sí. Ahora, añade la vasta totalidad de todo lo que existe (o sea, el universo entero ) a uno de los platillos y coloca a Dios en el otro.
El universo, todo incluido, termina suspendido en el aire.
Si ya entiendes lo que se ha dicho aquí, prepárate para lo realmente
extraño.
Alojados dentro de nuestro minúsculo universo estamos
nosotros—tú y yo—
del tamaño de un microbio. Es imposiblenque un Dios tan enorme pueda o
quiera
amar a unos microorganismos como nosotros. Somos los seres más
pequeños que hay. nimportarle a Dios.
No te desanimes. Te espera la mayor sorpresa del universo.
La primera lectura la expone, con estas palabras dirigidas al Señor:
Amas a todos los seres y y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Y ¿Cómo subsistirían las cosas si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. En todas las cosas está tu soplo incorruptible.
El espíritu incorruptible de Dios está en cada mota de polvo y cada una es bien amada por Dios. Sí.
Tú y yo somos amados por Dios. El Señor, el amigo de la vida, nos quiere y nos aprecia.
Pero bajemos por un momento a la tierra. Mira a Zaqueo en el Evangelio para este domingo. El era muy bajo de estatura, más o menos como cada uno de nosotros. Era tan bajo que tuvo que subirse a un árbol para ver a Jesús entre toda la gente. Este descarado, sentado sobre una rama del árbol, hizo reírse a Jesús. A carcajadas. El Señor dice, en sus propias palabras, “Zaqueo, estás subido a un árbol! Baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. No queremos cenar suspendidos de la rama de un árbol.”
Zaqueo no era una persona que “vivía bien y obraba bien.” Era publicano y egoísta y tenía mala fama. ¿El Señor por eso le niega su amor y su gracia?
De ninguna manera. El Cristo de Dios llega, en persona, a su puerta y espera pacientemente a que baje del árbol. Jesús desea amarle hasta hacer que su bondad tome forma. ¿Nos atrevemos tú y yo a hospedar al Señor del universo? ¿Aunque la ropa que usamos está rota y sucia? ¿Aunque somos tan pequeños e indignos?
Intentémoslo.
Dios ama todo lo que ha creado, y lo ama muy bien. El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar a las motas más minúsculas del universo.
A ti y a mí.*Qué es un grano de arena en una balanza? Una “balanza” era un invento ingenioso que se usaba para comparar el peso de dos objetos. Consistía en una barra balanceada sobre un fulcro central. Un platillo pendía de cada extremo. En el mundo de la antigüedad, uno colocaba algo que quería pesar en uno de los platillos e iba añadiendo pesas estándar al otro. Cuando los dos platillos se equilibraban perfectamente, uno podía contar el número de pesas y saber cuánto pesaba el objeto.
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autor de esta reflexión:
Fr. Juan Foley, SJ