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Sintiendo y Pensando en Fe
Trigésimo Segundo domingo
del Tiempo Ordinario C
6 de noviembre
Sindy Collazo

¿Qué creemos es la Resurrección?

Las personas suelen a menudo confundirse entre resucitación y resurrección. Resucitación es cuando alguien muere y  se le devuelve la vida. Un ejemplo es Lázaro. Lázaro eventualmente iba a envejecer y volver a morir. La resurrección es diferente, es el regalo de la inmortalidad. No volver a morir.

Jesus nos dice: “Dios no es Dios de los muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven.”

No vamos a la vida eterna a casarnos y a procrear y a envejecer y a morir.

Pablo ora diciendo: “Jesucristo, y nuestro Padre Dios, que nos ha amado y nos ha dado gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza”.

En el relato del evangelio se le acercan a Jesús los Saduceos y le preguntan sobre la resurrección. 

Primero que nada, el evangelista quiere recordarnos que los Saduceos no creen en la resurrección.

Los Saduceos le preguntan a Jesús poniendo el ejemplo de la viuda que termina casándose con los siete hermanos. Ella después muere sin tener hijos con ninguno de ellos. Y ellos le preguntan a Jesús: “¿De cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”

Los Saduceos y los Fariseos aparecen frecuentemente en los evangelios en oposición a Jesús. Pero estos dos grupos son muy diferentes.

Los Saduceos sólo aceptaban los que para nosotros son los primeros cinco libros de la Biblia o el pentateuco. Para ellos el Tora era la única escritura con autoridad. Rechazaban los profetas y la tradición oral y con esto la idea de la resurrección porque no se encontraba en el Tora.  Tampoco creían en los ángeles a pesar de aparecer en el pentateuco.  

Los Fariseos seguían el Tora, a los profetas y creían en la resurrección.

Al tener esta conversación, no solo estaban retando a  Jesús sino a los Fariseos también.

¿Y porqué era importante para los Saduceos esta pregunta de la viuda de los siete hermanos?

Porque los Saduceos, al reusarse a creer en la resurrección, creían que ellos continuaban viviendo a través de sus hijos. Si ellos vivían a través de sus hijos, ¡Imagínense que trágico sonaba una historia no de uno, sino de siete hermanos sin descendencia! Ninguno de ellos continuaría viviendo según lo que ellos creían. 

Ellos tenían la ley del “levirato” que requería al hermano de un hombre que muere sin hijos, casarse con su esposa y procrear.  El primer hijo que tuvieran llevaría el nombre del difunto y sería quien aseguraría su descendencia. Mas ellos hacen la pregunta a Jesús asumiendo el punto de vista de los fariseos para hacerlos quedar mal a ellos y ponerle una trampa a Jesús, pensando que no podría responderles sin enojar a uno de los bandos.

Cuando ellos le preguntan a Jesús: “¿De cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?” Asumen que la vida eterna es tan solo una continuación de la vida terrenal.

La vida eterna no es como la vida nuestra ahora. No vamos a la vida eterna a casarnos y a procrear y a envejecer y a morir.

Jesús les dice: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues Él los habrá resucitado.” Les habla de ángeles a los que no creen en ángeles.

La  verdad es que no podremos entender por completo en esta vida como es la vida eterna. Nuestras necesidades humanas no son nuestras necesidades eternas. En un ambiente en donde no existe el pecado, no hay barreras entre seres vivos, no hay necesidad de la procreación. Viviremos primordialmente en intimidad y en unión con Dios. Esto también es incomprensible ahora, especialmente para quienes sufren de soledad y anhelan una relación de amor con otra persona; desean casarse y tener una familia. 

¿Cómo reflejamos en esta vida nuestras necesidades y deseos?

Podemos estar seguros que cualquiera que sean nuestras necesidades y nuestros deseos, serán saciados en la vida eterna. Estamos diseñados para vivir eternamente con Dios y para ser completamente satisfechos por Él. Y vivir el gozo para cual estamos destinados; más nuestro cuerpo mortal no está preparado. 

Nuestro cuerpo y nuestra alma participan en la vida eterna. Nuestra historia, nuestro presente y nuestro futuro a la vez. Nuestro concepto del tiempo y del espacio son limitados comparados con la eternidad. Estamos hablando de un misterio.

En la primera lectura de  2 Macabeos, nos relatan la historia de otros 7 hermanos y su madre que el rey Antíoco Epífanes tortura y mata. Y cada uno de ellos, uno a uno, proclama su creencia en la resurrección. Uno de ellos dice: “tú nos arrancas la vida presente, pero el rey del universo nos resucitará a una vida eterna”. Este relato es una de las afirmaciones de la resurrección más hermosas del Antiguo Testamento.

Jesús termina refutándoles su incredulidad por la resurrección diciéndoles que hasta Moisés creía en la resurrección. Jesús les dice: “Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de los muertos, sino de vivos, pues para Él todos viven.”

Dios nos va revelando poco a poco parte de nuestra realidad eterna, pero solo lo entenderemos por completo cuando lleguemos.

Dios quiera ustedes y yo lleguemos; y si es así y Dios nos lo permite, ¡nos vemos allá!

Dios me los Bendiga y Sean Santos.




Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org