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La Palabra que nos compromete
Tercer Domingo de Adviento
11 de diciembre, 2022
John Kavanaugh, SJ


Esperar
“La tristeza y los llantos huirán.”

El año pasado, los días de Adviento pasaron despacio para mí. No fue como esperar ninguna promesa. Temía que llegara un desastre.

Justo antes del Día de Dar Gracias, mi hermana padeció un derrame cerebral que volvería a ocurrir dos veces más en el mes siguiente. El Adviento, cambiado de esta manera, no fue una ocasión de expectación. Fue una temporada de preocupación. Y parecía que no terminaba, ni siquiera después de pasada la navidad. Mi hermana pasó meses en el hospital, muchas semanas en la unidad de cuidados intensivos.

Nosotros, los seres humanos, siempre estaremos en Adviento.

En vez de experimentar las glorias de Isaías, nos tocó la tristeza. No vimos florecer sino que todo parecía marchitarse; no nos rodeó el esplendor, sino la debilidad; no estuvo presente la fuerza sino la flaqueza; no existió firmeza sino fragilidad. Se vio menos; se oyó menos. Nadie saltó de alegría. Nos fue difícil cantar; momentos de alegría y júbilo fueron raros.

Mi familia sufrió la adversidad a su manera—no fue como las pérdidas dramáticas y terribles que sienten tantos millones de personas, pero fue un dolor agudo de todos modos. Fuimos bendecidos por la presencia de la familia y los amigos, atendidos por las últimas tecnologías en medicina y el cuidado personal, sin embargo luchamos con la angustia.

Las palabras del Apóstol Santiago parecían una reprimenda fría, o una broma cruel. “Tengan paciencia, hermanos. Fíjense como el labrador espera la preciosa cosecha de la tierra. La aguarda con paciencia mientras la tierra recibe las lluvias tempranas y tardías. Ustedes también deben tener paciencia. Fortalezcan los corazones, porque la venida del Señor está cercana.”

Pero la paciencia simplemente no funcionó. Mi hermana era un modelo de paciencia—expresaba gratitud por las cosas más mínimas—pero cada día parecía peor. Parecía que crecieron rejas en las ventanas del hospital. Estar en la unidad de cuidados intensivos se convirtió en un castigo sin libertad condicional, sin promesa de liberación.

Cuando San Juan Bautista estuvo en la cárcel, se enteró de las cosas que Jesús estaba haciendo; así que mandó a sus discípulos para que preguntaran: “¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?” Jesús les mandó que le dijeran a San Juan: “lo que han oído y visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres reciben la buena nueva.” Pero esta enferma no andaba; ni siquiera se levantaba. Cada intento trajo un revés.

De todos modos, el Adviento promete. Dios escuchará el clamor de los pobres. Los pequeños, los deshechos, los débiles, los necesitados tendrán su tiempo para alegrarse.

Los primeros cambios pasaron en nosotros—nosotros, atentos, pero sin ningún poder. El ver a nuestra hermana tan débil y sufriendo, brotó una nueva vida dentro de nosotros. Nunca antes entendimos la compasión que sentíamos por ella. Ciertamente nos importan nuestros padres, hermanos e hijos, pero a menudo sólo nos damos cuenta de lo mucho que los queremos cuando los vemos en su pobreza. Dos hermanos comentaron que nunca sabían antes lo mucho que querían y estimaban a su hermana. Así experimentaron las maneras que, hasta en la pobreza (tal vez especialmente entonces), nace un amor que sólo se podría considerar divino. A nosotros, la imagen del Dios que nos creó, nos tocó la pobre amada.

En cierta manera, el Adviento nunca nos alcanzó el año pasado. Sí, más tarde en la primavera llegamos a celebrar la Navidad que perdimos. Pero el dominio del Adviento permaneció. Esta es una verdad que nunca olvidaré. Es una verdad que todos nosotros en la tierra debemos reconocer, tanto si somos los “pobres del mundo,” o si nuestra pobreza se ve sólo en nuestras enfermedades, nuestra vejez, o en nuestra muerte.

Nosotros, los seres humanos, siempre estaremos en Adviento. La celebración de la Navidad del año vendrá, llegará la regeneración, pero la esencia de nuestro ser es un esperar interminable. Medidos por la eternidad, somos totalmente pobres. “Ven, Señor Jesús” es una canción no solamente para diciembre. Es un estribillo para toda la vida, para todos los días.

Porque el mundo y toda su vida es solamente Adviento. Es una creación sin terminar, un quejido para otra venida maravillosa, un segundo nacimiento. Nuestra alegría y curación final, ricos o pobres, no será extraída aquí. Nosotros que creemos que el cielo llegó una vez a la tierra también creemos que cada gracia de la tierra se elevará a la vida eterna por nuestro Dios hecho carne.

Y mi hermana, quien me reveló el misterio más profundo del Adviento, recibió otra Navidad aquí en la tierra. Esta Navidad y las que sigan darán motivo de nueva gratitud. Se ha curado algo y al curarse, vimos un valor y una fuerza insospechados. El largo proceso de recuperación y de regeneración dio a luz en ella una profundidad y una resistencia nuevas. Cosas que antes no veía, ahora las identificaba y las nombraba. Las palabras que se quedaron sin pronunciar y sin oír se pronunciaron. La muda, habló. La lesionada, caminó de nuevo.

Aunque la curación no hubiera empezado al llegar la primavera, aunque el Adviento no hubiera terminado realmente para nosotros, una nueva encarnación había tomado lugar. Habíamos encontrado más cosas buenas para amar de lo que esperábamos. Habíamos llegado a conocer más de la verdad de lo que antes hubiéramos imaginado. Y la palabra de amor se había hecho carne de nuevo, al haber germinado durante los días sombríos de un largo invierno.


John Kavanaugh, SJ
Traducción de Kathleen Bueno, Ph.D.

El Padre Kavanaugh fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Luis, Missouri. Su prematura muerte ha sido muy dolorosa para todos aquellos que le tratamos en su vida.



Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org