En el tercer domingo de adviento, encendemos una vela rosada. Esta semana de adviento nos invita a reflexionar la razón de nuestra alegría y nuestro gozo. Por eso, a este domingo le llamamos domingo de gaudete. ¡Alégrense!
Hay personas que yo admiro, porque siempre se ven felices y manejan como hacernos sonreír. Es el positivismo con el que ven la vida, lo que nos sorprende. Al punto de comenzar a cuestionar su cordura. Personas, que cuando la vida se pone dura, nos dicen, ¡todo va a estar bien! Y quizás nosotros pensamos: ¿estará loco?
Por otro lado, tenemos personas que siempre ven el vaso medio vacío, con una actitud fatalista por la vida. Personas negativas que siempre ven el lado oscuro de la vida y señalan lo malo de cada situación. Siempre andan deprimidos, preocupados, ansiosos.
Quizás podemos identificar personas así, quizás alguien a quien queremos mucho es así, o quizás reconocemos que en ocasiones también somos así.
Admiro a los niños de gran manera, pues saben como ser alegres y saben sonreír. Una vez me encontré a un bebito, de año y medio, que andaba sentado en el carrito de compras del supermercado con su mamá. Y cada vez que la mamá movía su carrito, me buscaba con la mirada, se movía y se sonreía conmigo. No tenía temor de buscarme, de mostrar interés por mi, o de mirarme a los ojos. Y estaba tratando de tener una conexión conmigo y buscaba la confirmación de que, sí, que yo también lo había visto. Él quería que yo supiera que él estaba alegre conmigo. Me sentí dichosa por este regalo inesperado. Este bebito quería sonreírme y tener una conexión conmigo.
¡Que regalo tan hermoso! Cuando nos encontramos con un niño en la calle y nos saluda y nos regala una sonrisa.
¿Como ellos deciden y escogen a una persona, y conectan con ella? Es un misterio.
Algo si sabemos, ellos saben como comunicar el gozo y la alegría. Ese gozo y alegría que, a nosotros a veces se nos hace tan difícil y no sabemos como encontrar. A muchos de nosotros se nos ha olvidado lo simple que puede ser.
Las lecturas nos invitan a recuperar esta alegría. Sofonías nos dice: “Canta…da gritos de júbilo… gózate y regocíjate de todo corazón”.
No estamos hablando de forzar una sonrisa cuando no queremos sonreír, o fingir felicidad cuando estamos tristes. Si lo forzamos o fingimos, seremos artificiales y empalagosos … plásticos. ¡No queremos esto! La invitación de las escrituras se trata de buscar en nuestro corazón, porque en cada corazón existe una verdadera razón de gozo y alegría. Podemos ser genuinamente alegres y es posible, encontrando la fuente. Y no importa la situación en la que estemos pasando, podemos acudir a ella para recargar nuestras baterías, para ser fuente de gozo para todos los que amamos y para todos los que nos encontramos día a día.
¿Y contra que estamos luchando para encontrar nuestra alegría y nuestro gozo? Son nuestros temores y nuestros miedos los que actúan como nuestros enemigos. Sofonías nos invita a luchar contra nuestros temores, y nos recuerda que no estamos solos: “El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti” “y ya no temerás ningún mal”.
A Juan el Bautista la gente le pregunta: “¿Qué debemos hacer?”. Le preguntaban, porque ellos también deseaban la paz y la alegría del Señor. Y Juan les responde con simples gestos de bondad y generosidad hacia los otros: “Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”. Juan les pide que no se aprovechen de la necesidad de nadie: “No cobren más de lo establecido”. Y a los que representan la autoridad que no utilicen intimidación con nadie y que no aprovechen su poder para ser corruptos: “No extorsionen a nadie, ni denuncien a nadie falsamente, sino conténtense con su salario”. Porque se acerca el Señor, el Mesías y reconocerá a los suyos por su bondad. Se nos pide que seamos una fuente de gozo, de paz y de alegría para otros. Dando de nosotros lo mejor de acuerdo a nuestros dones individuales, diferentes y únicos. Y es que todos somos buenos en algo. Que eso que sabemos que tenemos, nos ayude a conectar con otras personas y comunicar el gozo y la alegría.
Pablo en Filipenses nos lo repite: “Hermanos míos: Alégrense siempre en el Señor; se lo repito: ¡alégrense! Que la benevolencia de ustedes sea conocida por todos.”
Estamos invitados a mostrar el gozo del Señor derramando nuestra paz y nuestra bondad.
Aunque el mundo no nos reconozca como buen trigo, Jesús sí nos reconoce. Como dice Juan: “Él tiene el bieldo en la mano para separar el trigo de la paja; guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no se extingue”.
Enfrentamos frecuentemente los males de este mundo o “la paja”. Pero seguimos la exhortación de la carta a los filipenses, que es un ejercicio de confianza en el Señor: “No se inquieten por nada”. Nos pide que confiemos en el Señor en oración y con gratitud. Y que esto nos traerá “la paz de Dios, que sobrepasa toda inteligencia”. Una paz que inundará todo lo que sentimos y pensamos en la vida. Esa confianza en la protección y la compañía del Señor es nuestra alegría. También es la paz que Dios nos da en los momentos difíciles de nuestra vida, que nos parece un poco irracional. ¿Cómo es posible que alguien esté pasando por dificultades inimaginables, tenga paz en su vida? La paz de Dios no la puede explicar la razón, como nos dice Pablo en Filipenses, “sobrepasa toda inteligencia”. Esa paz de Dios custodia nuestro corazón y nuestros pensamientos. ¡Es posible ser alegres! ¡Es posible compartir este gozo que tanto necesita este mundo!
Que Dios les Bendiga y Seamos Santos.