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Voy a pescar

Simón Pedro, el líder controversial de los discípulos de Jesús, aquel que cuestionaba todo y, por esto, fue nombrado por Jesús para que confirmara la fe del grupo, había perdido su bravura. Ya regresaba a su lago para hacer lo que mejor entendía; iba a pescar.

Seguir a Jesús no hacía la vida ni fácil ni cómoda, pero todos los discípulos, varones y mujeres, habían caminado llenos de sueños de un mundo cambiado. Creían que el mundo perdería su manto de opresiones y la sombra de la muerte.

Jesús vive y, por su alegría, atrae a todos;  las instituciones son secas y muertas, ahuyentando a muchos.

Era lo que Jesús anunciaba y ellos confiaban en él. Sin embargo, todo les había salido mal y no valía la pena quedarse en Jerusalén esperando apariciones del Señor. Para la población general, Jesús ya era otro profeta que había muerto con sus palabras de esperanza en la boca. Convencidos de la resurrección, pero desilusionados, los discípulos regresaron a su tierra natal para esperar a Jesús. Sólo su presencia palpable era capaz de cambiar su vida.

Pedro siempre había sido independiente. Su negocio de la pesca con Zebedeo había dado mucho resultado. Pero hoy él no vuelve a la pesca por motivos de negocios, sino para escapar de sus sentimientos. Jesús no se veía. Desilusionados, todos deseamos volver al mar, la tierra o la familia, a cualquier cosa sin complicaciones. Pedro quería volver a lo que mejor entendía.

Pedro conocía el arte de la pesca. Pero Jesús le había dado la habilidad de pescar a las personas. No era una tarea fácil, pero todos los discípulos habían aprendido algo de esa vocación y ministerio.

Pescar, como anunciar el reino de Dios, no era como sembrar y cosechar en el campo. Con la pesca y el reino, nadie sabe dónde buscarlos. Siempre son búsquedas de fe.

A la vez, hay otra comparación que se hace entre la pesca y el anuncio del Reino de Dios. Los dos representan, no una institución, sino un proceso dentro de la misma vida. Jesús escogió a unos pescadores como sus discípulos para que se entusiasmaran más por el proceso de la evangelización que por las instituciones que esa evangelización creara. Claro que es bueno encontrar lo profundo y bello de gente que quiere vivir el reino de Dios por adelantado. Pero también se revela la maravilla del proceso del acompañamiento que produce ese resultado.

Todos nosotros, junto con la jerarquía, los consejos pastorales, los comités litúrgicos y los catequistas debemos aprender que la Iglesia nunca es primero institución ni estructura aunque estas expresiones de su vida tengan importancia. Al contrario, el Concilio Vaticano Segundo evita definir la Iglesia como institución porque espera ver en los pueblos una acción creadora que renueva toda institución en base de sus experiencias al compartir la vida del Resucitado. Al prepararse los padres de familia para bautizar o para orientar a sus hijos en plan de primera comunión, al aprender unos novios que el matrimonio es más importante que la boda, y al averigüar los adolescentes la importancia de un proceso que los confirma en su sentido de servicio para con los demás, comenzamos a ver la Iglesia como un proceso actual y no sólo como una institución histórica.

Una institución siempre tiende a defender los privilegios de sus miembros más acomodados, pero un proceso sobrevive sólo en la base de compartir confianzas y compañerismo. Un proceso no permite que la verdad sea un regalo del pasado, sino siempre un tesoro buscado por los que se juntan en el camino y el diálogo.

Esto es lo que Pedro busca al aproximarse de nuevo a la pesca. De nuevo, Jesús le dirá por dónde echar las redes y, una vez más, los peces saltarán a su llamado. Las razones son sencillas. Jesús vive y, por su alegría, atrae a todos;  las instituciones son secas y muertas, ahuyentando a muchos. Jesús es el sacramento que nos muestra el mundo de Dios como debe ser; él nos abre la posibilidad de ser una humanidad diferente y solidaria, creadora y responsable.

¿Por qué no vamos con Pedro a pescar para poder compartir algo de las búsquedas y encuentros del proceso de Dios? 


Donaldo Headley
Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art” religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org