El tercer domingo de cuaresma nos invita a contemplar la fidelidad de Dios. Somos de Dios, le pertenecemos a Él. Si Dios, nos pide fidelidad es porque Él es fiel.
Jesús en el evangelio y su escena con los mercaderes del templo, nos muestra la frustración de reconocer como podemos serles infieles a Dios; como se cuela el pecado en nuestras vidas y en las cosas que aparentan ser buenas, o con buenas intenciones. En otras palabras, el pecado es astuto y sabe enmascararse y colarse en nuestras vidas.
Y poco a poco, casi imperceptible, peligramos. Somos vulnerables de convertir todo lo bueno, lo que pertenece a Dios, en una simple transferencia; en un mercado; un mero negocio.
Los otros días me sorprendió lo que encontré en el aeropuerto. Una vez pase la seguridad, estaba buscando mi puerta de embarque. Miro a la derecha y miró a la izquierda y lo único que encuentro es una pared. Y frente a mi lo único que veo es una tienda. Un guardia de seguridad, quien me vio confundida, me preguntó para dónde iba. Y cuando le dije él me señaló la tienda. No podía creer que todos los pasajeros tuvieran que entrar a la tienda para encontrar su vuelo. Y mi respuesta a él fue: ¡a la verdad que están bien Disney! En Disney, la salida de cada atracción te lleva a una tienda.
Obviamente los agentes de mercadeo querían exponernos a su mercancía para que gastáramos dinero. Cada elemento para manipularnos a gastar más. Le llamo “el efecto Disney”.
Las iglesias también se preocupan por el dinero. Me sorprendió cuando años atrás visité una iglesia de Las Vegas que aceptaba en su ofertorio las fichas de póker y al salir de la misa tenían abierta una tiendita de efectos religiosos.
Una vez visité una comunidad parroquial católica. Y habían invitado a un predicador famoso; de los que anuncian con cruzacalles. El predicador esa noche, mencionó mucho el Sagrado Corazón de Jesús y cantó un par de canciones. Cuando terminó su charla tenía una mesa lista con posters del sagrado corazón a la venta, brazaletes y otros artículos religiosos y discos de su música a la venta. En ese momento me di cuenta que toda la charla se había convertido en un mero anuncio promocional, un infomercial.
Hubo una vez un famoso pastor protestante, Jesse Duplantis, quien se hizo famoso en mayo del 2018 porque hizo un maratón de recaudación de dinero a sus seguidores porque quería comprar un nuevo avión que costaba 54 millones de dólares.
¡Que muchas veces he escuchado la frase! “Dios bendice al dador alegre” para después pedirle dinero a la gente. Como si Dios fuera un producto y las bendiciones de Dios están disponibles a la compra.
¡Que fácil es para el pecado colarse en nuestras vidas!
Jesús vio esto, porque Jesús sabía un par de cosas sobre el negocio de los mercaderes del templo. Explotaban la necesidad de la gente. Similar a cuando te da sed en el cine y te das cuenta que el refresco vale 6 dólares, pero no puedes comprarlo en ningún otro lado.
Ellos tenían una casa de cambio para cambiar dinero por monedas de plata de Tiro, que eran las aceptadas en el templo por la pureza de su plata. Y al cambiarlas ganaban mucho dinero. Ellos vendían los animales para el sacrificio. Y todo esto con unas ganancias enormes. Mucha gente haciéndose ricos explotando al pobre. Mucha gente haciéndose rica explotando la fe de los creyentes.
Yo podría escucharlos vender: “¡No encontrarás corderito más limpio! ¡este si, le agradará al Señor!”
¡Que fácil es para el pecado colarse en nuestras vidas!
Al pueblo de Israel se le dieron los mandamientos y aun con los mandamientos dejaban colar el pecado. Como el niño pequeño que le dices que no puede entrar al piso de la cocina y busca una silla y se trepa al gabinete.
¿Cómo nos salvamos de esto?
Reconociendo que los mandamientos sólo hacen sentido con amor. Por esto Jesús resume la ley en dos:
Amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente, con todas nuestras fuerzas.
Amaras a tu prójimo como a ti mismo.
Nuestra salvación está ligada a conectar nuestro amor a Dios con nuestro amor a nuestro prójimo. Le llamó la ley del 30% al 70%. 30% de la ley es para Dios y el otro 70% para llevarnos bien y amar a nuestro prójimo. No podemos proclamar amar a Dios y a la misma vez odiar a una persona.
Ahora, tenemos que tener siempre en nuestra mente el amor, y luego confiar en Dios. La verdad del pecado es difícil. Y necesitamos la gracia divina para que nos rescate.
Ser fiel a Dios es no dejarnos confundir de quien es Dios en nuestras vidas.
Que donde quiera que el amor se manifieste, Dios allí se manifiesta, porque Dios es amor y Dios es constante, y Dios no se contradice.
Que donde quiera que la verdad y la justicia se manifiesten, Dios allí se manifiesta, porque Dios es verdad y justicia, y Dios es constante, y Dios no se contradice.
Que donde quiera que la vida se manifieste, Dios allí se manifiesta, porque Dios es vida, y Dios es constante, Y Dios no se contradice.
Ser fieles al amor, es ser fieles a Dios y el que ama, es verdadero, justo y da vida a este mundo que tanto lo necesita.
Dios les Bendiga y seamos Santos.