¿Estás preparado para ver una imagen traumática de Jesús? El tierno salvador se ha vuelto violento. Este domingo monta en cólera al ver a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas dentro del templo y a los cambistas haciendo negocios en la casa de Dios.
Además de no ser propio del Jesús que conocemos, ¿su enojo no va en contra de las costumbres del templo? Esas personas vendían bueyes, ovejas y palomas porque eran necesarios para las ofrendas de animales quemados en el altar. La gente tenía que conseguir en alguna parte lo necesario para hacer sus sacrificios. Y tenían que cambiar su dinero, ya que tantos venían de otras tierras donde había divisas distintas. Eso parecería razonable, ¿verdad?
Para Jesús, no lo es. Les grita, “no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.” Haciendo un azote de cordeles, los echa a todos del templo. Los azota. ¡Qué horror! Y deja las mesas volcadas y las monedas esparcidas, creando así un caos en el espacio.
¿Hay alguna manera de comprender esta ira a la luz de la imagen del Jesús humilde, callado que vemos en Semana Santa? Allí no dirá casi nada, aunque sus enemigos desecrarán el templo más sagrado de todos--la misma persona del hijo de Dios.
¿Qué es lo que pasa aquí?
Pues, algunas de las razones para su vehemencia son obvias.
A los vendedores se les permitía hacer negocios sólo en el patio del templo, no dentro, que es donde Jesús los encuentra. Y todas las prácticas deshonestas que se veían en los mercados habían infiltrado en el templo. Los precios exorbitantes, las trampas de los vendedores, todo eso.
Pero hay otra razón más profunda y mucho más importante. Jesús sabía desde la perspectiva divina cuál era la verdadera naturaleza de los seres humanos. Existimos para estar llenos de la presencia de Dios, para ser amados por Dios y para amar a Dios. Sólo somos auténticos cuando no hemos caído en la trampa de las riquezas, el honor y el orgullo. Debemos abandonar nuestra ilusión de control sobre la vida y permitir que Dios obre en nosotros. Jesús montó en cólera cuando vio que los vendedores y cambistas se burlaban de esos valores divinos, que preferían el dinero y estaba dispuestos a hacer cualquier cosa para conseguirlo—y todo justo en el centro de un espacio sagrado.
Todo estaba patas arriba.
¿Y por qué reaccionó de una forma tan distinta durante Semana Santa? ¿Por qué guardó silencio entonces? Porque para entonces Jesús había llegado a comprender profundamente su misión, la cual no era simplemente hacer actos de justicia social—como el que hizo en el templo—ni simplemente obrar milagros para curar a las personas, ni siquiera predicar. Vio que tenía que participar en nuestra muerte, además de en nuestra vida, en el terrible daño que nos hacemos los unos a los otros. Sólo através del sufrimiento podría enseñarnos cuánto nos ama Dios.
La cólera, sin duda, puede ser una respuesta justa y muy comprensible ante el egoísmo y la avaricia. Los vendedores buscaban hacerse ricos a expensas de la libertad, la santidad, la verdad y el florecimiento del espíritu humano. Aun peor, hacían todo esto al detrimento de la gente que Jesús había venido para salvar. Por lo tanto, se lanzó contra los ignorantes vendedores y cambistas. Sus emociones eran totalmente sinceras y asombrantes. En cambio, en la cruz quedaría vacío. Todo lo entregaría, incluso su ira.
¿Acaso semejante entrega no cancela el mal hecho por los cambistas? ¿Y el mal que nosotros hacemos también
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autor de esta reflexión:
Fr. Juan Foley, SJ