En los Diez Mandamientos (la primera lectura), Dios nos da
el manual de instrucciones básicas para la vida. En
otro lugar, en el Sermón de la Montaña, ese
manual de instrucciones es suministrado con más
detalles. Los Diez Mandamientos prohíben matar. El
Sermón de la Montaña exige además amar
a tu enemigo, darle la otra mejilla, etcétera.
Tales reglas son útiles, pero es difícil saber
en qué circunstancias aplicarlas. Supón que
apliques el precepto de dar la otra mejilla a alguien que
está golpeando a su esposa. Si interpretas que no
debes impedírselo, simplemente cooperas con su
maldad.
El truco es entender que el precepto de dar la otra mejilla
tiene que ser aplicado dentro del contexto de una regla
más amplia: ama a tu enemigo. Si le permites a tu
enemigo hacerse más malvado, ¿cómo
puedes decir que lo has amado?
En el Evangelio Cristo usa un azote para expulsar a los
cambistas del Templo. Al hacer esto, nos ayuda a entender
cómo aplicar su enseñanza. Cuando dar la otra
mejilla empeoraría a tu enemigo en vez de mejorarlo,
amar a tu enemigo requiere ayudarle a detener su maldad de
alguna otra manera. Y es por eso que el mismo Cristo que dio
el Sermón de la Montaña expulsa a los
cambistas del Templo. Si hubiera dado la otra mejilla a los
cambistas, él habría sido cómplice de
su maldad. Pero es para el bien de ellos, así como el
de los demás, que paren la maldad que están
haciendo. Y por eso Cristo usa la fuerza para detenerlos.
He aquí, pues, el punto en que nos debemos fijar. El
manual de instrucciones de Dios para la vida no se limita
sólo a los Diez Mandamientos y el Sermón de la
Montaña. Hay un dicho medieval: Cada acto de Cristo
es una enseñanza para nosotros (omnis Christi actio
nostra est instructio). La vida y acciones de Cristo, como
están expuestos en los evangelios, son nuestra mejor
ayuda para ver cómo vivir bien nuestras vidas.
Nuestro mejor manual de instrucciones es Cristo mismo.
Eleonore Stump
Traducción de Br. Francis Jose Orozco, O.P.
y Br. Thomas Schaefgen, OP
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