Homilía
Domingo 3º de Cuaresma OICA
11 de marzo de 2012

Calendario litúrgico 2011 ciclo A, año impar
La Discipula Improbable

Nosotros, también como ella, somos discupulos improbables.

Ella llegó al pozo para buscar agua. Su costumbre era siempre llegar bajo el sol fuerte de mediodía para no tener que ver a sus vecinas del pueblo. Pero hoy hubo algo diferente. Sus ojos protegidos del sol por el chal judío que llevaba puesto, un hombre estuvo sentado al borde del pozo. Ella colocó su tinaja frente a él, preparándose para sacar el agua cuando él le habló: “Dame de beber”.

Después de la conversación que siguió la solicitud de Jesús, nada quedaría igual para ella ni tampoco para nosotros. Jesús había marginado las consideraciones de sexo, raza y religión para decirle a la mujer samaritana lo que ella podía tener al sólo pedirla, la misma vida de Dios.

La conversación entre ellos tomó en cuenta su pasado y la liberó de sus consecuencias. Ese diálogo, al borde del pozo de Jacob, reflejaba, no sólo la vida particular de esta mujer samaritana, sino la realidad histórica de todo su pueblo. Como ella había tenido cinco maridos, también ese pueblo, buscando seguridad, se juntaba con muchos dioses. Como ella se escondía de sus vecinas, toda Samaria había caminado con tradiciones oscuras, buscando una vida sin comunidad. Como ella, todo su pueblo fue oprimido por su pasado. En su conversación, Jesús le ofrecía un proceso de liberación para ella y su pueblo; en nombre de todos, ella acepta la posibilidad y aprende. Los samaritanos llegarían a formar la comunidad del cuarto evangelio. Los Hechos de los Apóstoles narra su transformación evangélica (Hechos. 8). El pasado de los samaritanos como pueblo desplazado será borrado por el agua viva del Espíritu de Dios y por la revelación de Jesús como su fuente.

Uno ve claramente cómo y por qué los primeros cristianos utilizaban este texto para el primer escrutinio de los que se preparaban para unirse a la comunidad y vida cristiana en la Vigilia Pascual. Los que plenamente aceptan a Cristo, llegan a ser “la gloria” o “la manifestación” de Dios en el mundo por su unión en los compromisos ministeriales (Jn. 17).

En el Cristo resucitado, la mujer samaritana, su pueblo entero y nosotros encontramos al verdadero esposo que nos llena de su propia vida y del Espíritu que le entrega el Padre. Ya bañados en las aguas bautismales y sellados por el aceite perfumado, abrazamos la vida que es de él y de Dios; esta vida, que es el Espíritu, compenetra todo. Es como el agua del río que corre y cambia todo lo que encuentra en su camino, nuestras relaciones y posibilidades, nuestro presente y futuro.

Este domingo, el tercer domingo de la cuaresma, se les hace el primer escrutinio, no sólo a los que se confirmarán como cristianos nuevos, sino también a nosotros, los solidarios con ellos. ¿Cuál será nuestra respuesta a las preguntas? ¿Hemos sido fieles al compromiso con el reino de Dios y con su justicia? ¿Hemos vivido como Cristo en el mundo, no buscando ni poder ni comodidad, sino amando sin condición al prójimo?

En el mundo de hoy, hay conflictos entre el reto ofrecido por Jesús a la mujer samaritana y la práctica de nuestra Iglesia. Jesús, como ya vimos, elimina el sexismo, racismo y fanatismo religioso para llegar a las verdaderas posibilidades ministeriales de la mujer como discípula y testigo. Él hará lo mismo con la mujer acusada como adúltera. Jesús defiende a la mujer, aprovechando las mismas piedras que los acusadores quieren usar para matarla y la hace discípula de él y ministra de la misericordia de Dios, invitándola a amar perfectamente.

La mujer del pozo cambia de ser mujer temerosa, difidente y agresiva, llegando a ser discípula, amante y maestra. Ella escucha, conversa y aprende. Su alegría la lleva a confrontar a sus vecinos, diciéndoles lo que había encontrado en Jesús. Es su paso de fe, para nosotros también si nos atrevemos vivir en el Espíritu que nos da entrada a la comunidad de Jesús. Nosotros, también como ella, somos discípulos improbables.

Nosotros, los bautizados y confirmados, nos reunimos para expresar nuestra fe en la resurrección y en la vida de Dios, nuestro don compartido. Si no formamos la comunidad que nos permite organizar como personas, familia y vecindario, si no damos tiempo a los demás, aceptando responsabilidad por nuestra existencia, no tenemos el derecho de decirnos fieles. El apóstol Pablo nos compromete a tumbar las estructuras que mantienen el sexismo, el racismo y la pobreza (Gálatas 3,26-29) y a manifestar los frutos del Espíritu hasta ver su cosecha en nuestra propia comunidad (Gálatas 5,22). Vamos para adelante con la mujer del pozo.

P. Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la facultad pontifical del seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.

español - liturgy.slu.edu

short blue line
Arte de Martin Erspamer, O.S.B. (Anteriormente Steve Erspamer, S.M.)
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
[Religious Clip Art para el Ano Litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido solo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para mas información puede ir a: http://www.ltp.org/

Derechos de Autor © 2011, Centro Litúrgico de la Universidad de San Luis
Todos los derechos reservados. Se concede permiso para la reproducción para uso personal o uso parroquial.