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Tu trono estará firme hasta la eternidad

Las lecturas de este domingo comienzan con una selección del Segundo Libro de Samuel. El texto celebra la Alianza Davídica entre Dios e Israel, estableciendo el favor de Dios para la casa de David en perpetuidad. También habla de un rey folklórico que representa, no un control áspero y opresivo, sino el agradecimiento popular ante Dios y para el pueblo la ternura divina que une la justicia y el amor. Hoy, la Iglesia aprovecha este pasaje para proclamar el reino amoroso de Dios en Jesucristo.

El reino material y la casa de David y Salomón no duró para siempre. Se partió en dos reinos, muy probablemente por las estupideces de Salomón. Ya para el siglo 10 antes de Cristo, Jerusalén, la ciudad de David, y el país sureño de Judá eran mucho más débiles que Israel y su capital de Samaria en el norte.

Sin embargo, las lecturas de hoy van más allá de la historicidad del reino material de David para encontrar la realidad del reino de Dios en Jesús. En la Tercera Lectura, el ángel Gabriel explica a María y a nosotros que Dios y nosotros ya tendremos lo que queremos. Para toda la humanidad, Jesús será uno de nosotros totalmente identificado con la naturaleza de Dios, su Espíritu y propósito. Jesús será Emanuel, Dios para nosotros.

Gabriel, el mensajero de la historia, es la cara de Dios para la liberación como Rafael, en el Libro de Tobías, es la cara de Dios para sanar o Miguel la cara de Dios para la victoria sobre el mal. Este anuncio a María es una aparición como el evento de la zarza ardiente en el Libro del Exodo. Con la imaginación uno ve bailar las llamas reflejadas sobre la cara y en los ojos de Moisés. Todas las apariciones mencionadas en la Biblia representan una misión dada por Dios: “Vayan a hacer algo.” Así es entre Gabriel y María. Gabriel, la cara de Dios para liberarnos que desapareció del libro apocalíptico de Daniel, diciéndonos que no estamos preparados todavía para la liberación, se refleja en los ojos y palabras de María como la zarza ardiente en el semblante de Moisés. Ella será lo que Dios le pide. La invitación cariñosa y retante de Dios mora en su respuesta cariñosa y retante como una joya puesta en oro. Tenía que haber fuego en sus ojos: “…que el Señor haga en mí lo que has dicho.”

En estos últimos días de adviento, la liturgia enfoca nuestras expectaciones. Lo que tenemos en nuestra humanidad no es lo que queremos tener. Pero lo que anhelamos debe primero ser reflejado en lo que estamos dispuestos a ser. ¿Podemos escuchar la llamada de Dios como la escucharon Moisés y María?

En la Segunda Lectura, San Pablo habla a los cristianos de Roma del secreto escondido en la historia; Dios amaba a Israel como mensaje y mensajero a las demás naciones. Lo que de Israel florece en Jesús es lo que hace Dios para encarnar su Verbo en toda la humanidad. Nuestra misión ya no es la obediencia religiosa legal, sino la obediencia de fe entre todos. En esta última etapa del drama de la salvación, en Cristo Dios se identifica con la humanidad y nosotros con Dios.

Somos los hijos adoptivos que aprenden los oficios del Hijo de casa que es Cristo. Ya debemos comunicar al prójimo lo que hemos aprendido del Padre por el Espíritu al lado del hermano, el Hijo verdadero.

La Navidad es una aparición para nosotros. Como todas las apariciones, La Navidad comunica una misión. El ángel de la liberación envió a Moisés y María a las luchas creadoras y liberadoras de la vida; la Navidad debe hacer lo mismo con nosotros.

El convenio que se celebra en la primera lectura representa la última página de la historia folklórica sobre el joven que Dios escogió como rey a pesar de ser el menos preparado de sus hermanos (2 Samuel: 6). Dios se mueve siempre; nosotros sólo respondemos. ¿Y si no respondemos?

Tristemente, vivimos en tiempos opresivos. Hay guerras étnicas, persecución de los pobres, hambre de niños y deudas internacionales sin necesidad. Cada elemento requiere ser atendido por nosotros según las normas de la Encarnación del Verbo en nuestra humanidad. ¿Cuál será nuestra respuesta? ¿Cómo llevaremos a cabo nuestra misión en esta parroquia? Será nuestra liturgia navideña el don que Dios es para nosotros y también el don que debemos ser nosotros también para el prójimo?
Donaldo Headley

Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.


Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org