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Espera la Salvación en el Dios de los “pequeños”

¡Nuestra humanidad, en ocasiones, nos abruma!

Cuando somos pequeños, las expectativas también son pequeñas. Que aprendamos a caminar, a amarrar los zapatos, a abotonar una camisa, a agarrar una cuchara ... por ejemplo. Todas estas cosas que hacemos a diario y no pensamos en cuánto nos costó aprenderlas cuando éramos pequeños. Pero cuando observamos a un pequeño tratar de hacer estas cosas, vemos el esfuerzo que conllevan y la frustración que a veces sienten. A veces nuestros chiquitos terminan con un berrinche para expresar su frustración.

La tarea de liberación es gigantesca.

Todavía somos pequeños. Los retos son diferentes, pero seguimos teniéndolos. El mundo, a veces, parece muy grande y aterrador.

Más la historia de la salvación es un constante relato de cómo Dios elige lo pequeño; lo que otros descartan y le da grandeza.

¡En la temporada de Adviento, relatamos la historia de los "pequeños" del Señor!

Resaltamos a dos, que realmente terminaron siendo dos gigantes de nuestra fe. Pero no comenzaron así; comenzaron pequeños. David y María.

Este es el momento de realizar nuestra pequeñez y vernos como somos; es el momento de maravillarnos de la grandeza de Dios.  Al igual que con David, o el Rey David, y al igual que con María, o la Madre de Dios, somos pequeños, mas Dios quiere hacernos parte de su gran plan de salvación. Ser parte de su plan nos enaltece.

Se trata, mas de nuestra docilidad, que de la imposición de nuestra voluntad. Ya que no se trata de nuestras fuerzas, sino de confiar en la fuerza de Dios.

David, un jovencito; un simple pastor de ovejas, mostró esa docilidad, aun después de sus victorias y su coronación. Estaba bien claro de su pequeñez y que todo se lo debía a Dios. Aun después de ser el Rey de Israel, no se sentía cómodo de vivir en una “mansión de cedro” teniendo a Dios en una “tienda de campaña”.  El profeta Natán reconoció la docilidad de David ante Dios y le respondió: “Anda y haz todo lo que te dicte el corazón, porque el Señor está contigo”.

  “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” fue el saludo del ángel Gabriel a María. María, una jovencita judía, pobre y sencilla. Pero una mujer llena de fe y dócil a la voz del Señor. Por eso el ángel le responde: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios.” La docilidad de María fue demostrada cuando respondió al plan de Dios: ‘Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí [según tu palabra] lo que me has dicho”.

Esperar conlleva reconocer que hay algo que no podemos apresurar; algo que está fuera de nuestro alcance; algo que está fuera de nuestro control.

Esperamos en el Señor y esa espera confirma lo pequeños que somos.

Esperamos en el Señor, porque sabemos que “no hay nada imposible para Dios”. Nuestra capacidad y nuestra mente son limitadas. Pero Dios rebasa cada limitación humana, cuando nos ponemos a su disposición para que nos use.

Hacemos lo que es posible y Dios hace lo imposible.

Ninguno de nosotros somos grandes, ni demasiado importantes. No podemos lograr todo lo que nos proponemos con nuestras propias fuerzas o nuestro propio intelecto.

Si logramos ver nuestra pequeñez, podemos dejar que Dios comparta su grandeza con nosotros.

El plan de Salvación trabaja de esta manera. Dios siempre trabaja con lo pequeño. Tenemos que ser capaces de ver el valor de lo pequeño para ser verdaderos colaboradores de la misión salvadora. El valor de una mirada de cariño, de una sonrisa, de una conversación, de una llamada telefónica, de un plato de comida caliente…en fin cosas pequeñas. En cada elemento pequeño de nuestras vidas que utilizamos para amar a nuestro prójimo, Dios es invitado a nuestras vidas. Dios lo multiplica y lo engrandece.

A todos nos estremece y nos inquietan cosas que tienen que cambiar en el mundo; a nuestro alrededor.  Injusticias que todavía ocurren, falta de amor y hermandad, mentira y falsedad, falta de vida y la esclavitud que todavía experimentamos en tantas circunstancias. Y en eso se enciende en nosotros, nuestra identidad como hijos de Dios; la identidad de Dios mismo quien es justicia, amor y libertad.

La tarea de liberación es gigantesca. Damos de lo que somos, nuestro poco a quien puede sacar mayor provecho: Dios.

Este fue el caso de David, de María. Solo Dios trabaja con lo pequeño y lo hace grande. ¡Ese es el Dios que salva!

Dios me los Bendiga y Seamos Santos.




Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)]. Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org