Un ángel aparece con una declaración asombrosa para una humilde mujer. María le responde, “Hágase en mí según tu palabra.”
¿Hay alguna manera de comprender lo que está en su corazón mientras pronuncia estas palabras, tan dramáticamente significantes para la raza humana? Vamos a adentrarnos en el relato del Evangelio.
Hay un contraste fundamental en el Evangelio de san Lucas que nos ayudará a hacerlo. De hecho, el Ángel Gabriel hace dos Anunciaciones en el Evangelio de san Lucas, no sólo una, y Lucas las relata debidamente una seguida por la otra. Cada una trata de un niño por nacer e interesantemente, los dos nacimientos son totalmente imposibles. Isabel, la esposa de Zacarías, no puede tener familia. María no tiene esposo y es virgen. En otras palabras, Gabriel proclama dos acontecimientos aparentemente absurdos. Tanto María como Zacarías responden igual al ángel:
O casi igual.
Zacarías: “Cómo puedo creer esto? Yo ya soy viejo y mi esposa también?”
María: “Cómo será eso, pues no conozco varón.”
Párate a pensar.
¿Ves la diferencia?
Ambos responden al amor duradero de Dios, proclamado por Gabriel. Podríamos parafrasear así la respuesta de María: “Pero cómo va a acontecer semejante cosa? Dime más para poder entenderlo.” Zacarías contesta de forma muy distinta--de hecho, insultante, aunque suena más o menos igual. Dice, “Cómo voy a creer esto?” No dice, como María, “Yo te creo, pero ¿cómo será posible,” sino “dame alguna razón para saber que lo que dices es la verdad. Demuéstralo.”
Este tipo de pregunta es muy comprensible, pero completamente fuera de lugar. La voz de Dios ya había sembrado el amor muy profundo en el corazón de Zacarías a lo largo de su vida. Para entonces, la confianza en la promesa de Dios debía estar entrelazada en el tejido de la vida de Zacarías.
Así que él se queda mudo y sordo en el momento en que desafía al ángel. Pero fíjate que ya estaba mudo y sordo, de todas formas. No había escuchado lo que Dios les promete a todos--”Les seré fiel aunque parezca imposible.” Un ser humano tiene que abrirse a la verdad si va a poder pronunciarla. Ya que Zacarías estaba sordo a la promesa de Dios, no tenía voz para responder con confianza al ángel.
María, por su parte, sólo pidió clarificación. Ella ya creía que “para Dios nada es imposible.” Por lo tanto, ella podía “pronunciar” la Palabra de Dios prometida desde el principio de los tiempos. Su respuesta aquí es una metáfora para dar a luz al hijo de Dios.
¿Realmente escuchamos tú y yo la voz de la promesa de Dios, escrita en nuestros corazones? ¿Hablamos y actuamos de acuerdo con su amor fuerte y profundo dentro de nosotros? Tal vez tenemos la tentación de ser como Zacarías, sordos a la belleza y a las necesidades de los demás, mudos cuando una palabra amorosa se anidaría en nuestro corazón.
Vamos a pedir humildemente este último día del Adviento la gracia de escuchar y oír. El que nos hizo la promesa no nos fallará.
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autor de esta reflexión:
Fr. Juan Foley, SJ