Vivimos en un mundo lleno de ansiedad, que nos invita a la ansiedad, que quiere que nos preocupemos. Y en medio de todo eso, Dios nos invita a la paz. Y es que la paz es una meta y un reto. Es un esfuerzo constante por subordinar nuestras ansiedades a la voluntad de Dios. Es un aumento de confianza en Dios que somete toda preocupación y ansiedad de nuestras vidas.
Dios constantemente nos invita a buscar esta paz. ¿Y como Dios nos invita a la paz? Mostrándonos como “Él se levantará para pastorear a su pueblo con la fuerza y la majestad del Señor”. Y nos muestra su “grandeza” trabajando con lo pequeño, con los pequeños; como Él humilla lo grande y enaltece lo pequeño.
Y si Dios trabaja con lo pequeño, puede también trabajar contigo y conmigo. Dios nos demuestra que no hay nadie tan pequeño, con quien Él no pueda trabajar. Para que Dios no nos utilice para hacer su voluntad a través de nosotros.
Dios nos muestra como hace obras grandes de lo pequeño. Las señales de la llegada del salvador nos quieren dar ese mensaje.
Miqueas nos lo muestra la profecía del nacimiento del salvador: “De ti, Belén de Efrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel”. Belén, una aldea de gente sencilla y allí nacerá Jesús.
En el evangelio habla sobre el encuentro de María con Isabel. Vemos que Dios escoge a Isabel y a Zacarías. Una pareja sencilla y humilde. Dios escoge una pareja que no podía tener hijos y con ellos, una vez más, reta lo que nosotros hemos aceptado como imposible. Dios les da un hijo a Isabel y Zacarías, que será Juan el Bautista. El mismo que luego se volverá “la voz que clama en el desierto”; quien va a preparar el camino del Señor.
El plan de salvación de Dios no incluye a un caballero blanco, montado a caballo con sus ejércitos. Va a traer algo pequeñito, vulnerable, un bebito. Y escoge a María, una joven sencilla, para que sea la madre del salvador.
Reta nuestra razón y nuestra inteligencia; nuestra ciencia. Con todo esto, Dios quiere invitarnos a confiar en Él. Que nuestras capacidades personales, nuestras habilidades, nuestra razón y nuestra inteligencia, en algún punto, se quedan cortas. Y descubrimos en algún punto de nuestras vidas que no tenemos otra opción, sino confiar en Dios. Y doblegar nuestra voluntad a Él. Para que finalmente pueda ofrecernos a nosotros su paz. La paz que solo Dios nos da y que este mundo jamás podrá entender; que este. mundo no conoce; que como dice Pablo en la carta los filipenses: “sobrepasa toda inteligencia”.
La llegada del Salvador es un reto para todos nosotros a creer en la grandeza del poder de Dios con lo pequeño.
Mostrarnos que tenemos que confiar en Él a pesar de lo que tenemos en nuestra cabeza, de lo que conocemos o no conocemos. A pesar de todas esas cosas que nos causan ansiedad y preocupación. Y cuando finalmente nos doblegamos y confiamos en el Señor, obtenemos la paz. Y podemos hacernos eco del salmo citado en la carta a los Hebreos: “Aquí estoy Dios mío, para hacer tu voluntad”. Este salmo, a su vez, hace eco de la respuesta de María, quien se reconoce y se hace pequeña ante el Señor: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Y lo dice Isabel, quien se hace pequeña ante la presencia del Señor y dice: “¿Quien soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme?”.
Hay una cosa en común en todos estos ejemplos, son una muestra del poder de Dios en acción a través de nuestra pequeñez.
Grandeza que hace ver pequeñito lo mejor de este mundo, los avances de la ciencia y nuestra inteligencia. Todo aquello en lo que ponemos nuestra seguridad se queda corto ante el poder de Dios. Conscientes de esto, confiamos en el poder de Dios en nuestras vidas. Subordinamos nuestras capacidades y conocimientos a su voluntad.
Vivimos en un mundo que nos quiere concientizar de sus problemas. Aprendemos, todos los días, en el noticiero las nuevas amenazas a nuestra vida; a nuestro planeta. Y, si, estamos llamados a trabajar para hacer este mundo uno mejor, hacer nuestras vidas mejores. Dios no quiere que dejemos de crecer, aprender y de luchar. Dios quiere dejarnos saber que no estamos solos creciendo, aprendiendo y luchando, Él está a nuestro lado. Es allí donde encontramos nuestra paz. La paz es ese regalo que Dios está deseoso de que aceptemos. Mientras pronto celebraremos el regalo del Salvador, reconocemos que Jesús viene a este mundo a traernos la paz; que una de las señales más importantes que confirman que hemos reconocido a ese Salvador es hallar la paz en nuestras vidas; que Jesús es nuestra paz.
Que esta navidad nos traiga a todos alivio en las ansiedades de nuestras vidas, una mayor confianza en la compañía y presencia de Dios entre nosotros.
Dios me los Bendiga y Seamos Santos.