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La Espiritualidad de las Lecturas
Cuarto Domingo del Adviento C
22 de diciembre, 2024
John Foley, SJ

¿Por qué celebramos el Adviento?

A lo largo del Adviento hemos venido celebrando nuestra vaciedad.

Eso sonará raro, tal vez, pero piénsalo por un momento. Si estuviéramos completamente llenos, no tendríamos sitio para nada ni nadie. Seríamos como un
terrón de tierra o una gran montaña gruesa. (fQuizás hermosa para mirar, pero sin la posibilidad de relacionarse)

La oscuridad más profunda permite a los seres humanos arrebujarse dentro de su refugio, cómodos y pacientes, para esperar el regreso de la luz.

En las Escrituras la gente le pide a Dios que convierta sus corazones de piedra en corazones de carne. Durante el Adviento, nosotros hemos pedido eso sobre todas las cosas. Un momento para hacernos conscientes de la presencia de Dios y para darle gracias por la amplia vaciedad dentro de un corazón humano. Corazones vivos, y no de piedra.

Puede ser aterrador adentrarnos más en nuestra vaciedad y oscuridad. La sombra se extiende cada vez más aquí en el hemisferio norte justo antes de la Navidad. Vemos menos através de la luz natural, y le cuesta al organismo ajustarse a la oscuridad.

Yo antes resentía el acortamiento de las horas de luz—especialmente al terminar el horario de verano, cuando el sol se ponía cada día una hora más temprano. Al salir yo de mi oficina, ya estaba oscuro. Deprimente.

Pero hace unos años por fin entendí la sabiduría que conllevan la deprivación y la oscuridad. La oscuridad más profunda permite a los seres humanos arrebujarse dentro de su refugio, cómodos y pacientes, para esperar el regreso de la luz. Esto nos ayuda a reflexionar:

Criaturas tan pequeñas dentro de una noche tan amplia.

Dios le dice algo muy parecido a Belén en la Primera lectura,

Pero tú, Belén de Efrata,
pequeña entre las aldeas de Judá,...
los entrega hasta el tiempo
en que la madre dé a luz

La luz ya había roto aquella oscuridad, por supuesto. Siglos antes, el rey David tuvo sus orígenes en Belén. (ver 1 Samuel: 17:12) Y, desde luego, Jesús nacería en el mismo pueblo. ¿Este lugar tan raro, no más un tramo ancho de la calle, podía producir Reyes?

Sucede lo mismo dentro de nuestras almas. Jesús nacerá en nuestra oscuridad y vaciedad. Los espacios sombríos, celosos o enojados dentro de nosotros son nuestra oscuridad. Los amigos que nos dejan atrás, solos, para pasarlo por todo lo alto con sus familias--es aquí donde el niño nacerá.

Observa a María mientras va aprisa para la casa de su prima, un viaje largo, a pie, por caminos de tierra, arena y piedra, bajo un sol muy caliente. (Evangelio) A ella no le hace falta que la mimen ni que la traten como a una reina para dar a luz al Hijo de Dios. No se preocupa ni por un segundo sobre la dificultad del camino. De alguna manera, su alma ya sabe que una luz suave brillará en ella. Eso es lo único que cuenta.

Tal vez la vaciedad podría hablar humildemente desde dentro de nosotros también. Por un momento podríamos dejar de tratar de arreglar nuestro mundo tan difícil.

Deja de intentar controlarlo todo y permite que Dios obre en el mundo. Así llegaremos a conocer al que tiene su origen “desde lo antiguo, de tiempo immemorial.” (Primera lectura) Puede que permitamos que habite dentro de nosotros, ya que cabe perfectamente dentro de nuestra alma.

¿Te puedes imaginar una Navidad más gloriosa?

Juan Foley, SJ

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Fr. Juan Foley, SJ