En este cuarto domingo de Cuaresma, tomamos tiempo para
reflexionar un poco en los días de oración,
ayuno y limosna. Tal vez muchos de nosotros hemos ido
marcando los días de Cuaresma con nuestros
sacrificios personales y nuestras comidas cuaresmales.
También, tenemos que reconocer, que nuestras
prácticas de estos días—por muy
diversas que sean entre nosotros—tienen un
propósito fijo y universal: el de llevarnos y
unirnos más íntimamente a Cristo nuestro
salvador. Nuestra oración, ayuno, y limosna nos
continúan preparando para que podamos ver y recibir
la verdadera gracia y misión que viene de Dios.
En las lecturas de hoy, la gracia y misión de Dios
se nos presenta en forma de un llamado a construir una
“casa nueva” en nuestras vidas. Como nos lo
indica la primera lectura, si bien hemos sido insolentes y
desobedientes en nuestra fidelidad con Dios, la gracia es
que Dios no nos imita sino que nos incita a un cambio
positivo: "Así habla Ciro, rey de Persia:
"El Señor, el Dios de los cielos, me ha dado
todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado
que le edifique una casa en Jerusalén, en
Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su
pueblo, ¡sea su Dios con él, y
suba!"”(II Crónicas 36:19-23).
Este llamado a ser una casa nueva encuentra un eco firme
en las palabras del salmo y en las palabras de San Pablo.
En el salmo vemos esta casa en Dios implica un compromiso
de obra y palabra: “Que se me pegue la lengua al
paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a
Jerusalén en la cumbre de mis
alegrías” (Salmo 136). De igual manera, Pablo
en su mensaje a los Efesios nos recuerda de la gracia que
se nos presenta en nuestra conversión a Dios.
En la casa de Dios que buscamos encontramos no solo la
bondad infinita sino también nuestra propia
salvación. “Dios, rico en misericordia, por
el gran amor con que nos amó, estando nosotros
muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo
-por pura gracia estáis salvados-, nos ha
resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el
cielo con él” (Efesios 2: 4-10).
Consientes de esta gracia que se nos ha dado en Cristo, y
con nuestras oraciones cuaresmales, seguimos marchando en
estos días que nos restan. Hoy, nuestro caminar nos
llama a reconstruir nuestras vidas, nuestras casas y
hogares en templos dignos de la presencia de Dios. En
vista a la Semana Santa que pronto vendrá a
encontrarnos, continuamos nuestra preparación
cuaresmal, pero ahora más firmes y confiados en la
luz que nos ha llegado en Cristo (Juan 3:14-21).
Renovados en esta luz que viene a nuestra casa, buscamos
con humildad y decisión acercarnos más a la
luz de Cristo. Solo así podremos dar testimonio de
todo lo bueno que Dios ha hecho por nosotros, solo
así podremos vivir la Resurrección que nos
espera.
F. Javier Orozco, SFO, PhD
|