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El Evangelio del Domingo es acerca de la
sanación de un hombre ciego y de la ceguera de
aquellos que creen que pueden ver.
La historia ocurre un Sábado, Jesús hace
barro con su propia saliva (que detalle tan terrenal) y
envía al hombre ciego a lavarse en la
“piscina de Siloé.” Cuando él
regresa Jesús no está ya allí, pero
la vista del hombre sí! La confusión reina
entre los presentes. “Éste no puede ser el
hombre ciego que acostumbraba a sentarse y mendigar. No,
es alguien más. Pero se parece a él.
Etc.”
Lo llevaron donde los fariseos, y la confusión
los llenó a todos. “La ley dice que debes
mantener el Sábado sagrado,” dijo uno de
los fariseos. “Miren los hechos. Este Jesús
pretendió hacer un milagro en el día del
Sábado. Por lo tanto es un pecador y no puede
venir de Dios.” Otro terminó el pensamiento
“…por lo tanto Él ciertamente no
pudo hacer un milagro!” Ellos mismos inventaron
otra regla: “Cualquiera que pueda ver ahora tiene
que haber visto siempre”
“Obtengamos evidencia”, dijeron. “Su
familia sabe que nunca fue ciego.” Fueron adonde
sus padres, quienes contestaron, sin mucho
interés que su hijo, ciertamente, había
nacido ciego. ¡Ay!
Los fariseos adoptaron una nueva estrategia.
Pretendieron que creían en la sanación del
hombre ciego y que estaban fascinados por ella. Su
pregunta cínica hace eco por las calles.
“¿Cómo pudo este Jesús hacer
un milagro tan maravilloso?” El hombre
respondió frustrado “Ya se lo dije y no me
escucharon, ¿necesitan oírlo de nuevo? O
es que quieren ser sus discípulos
también?” Los fariseos se enfurecieron y
empezaron a insultar al hombre.
¿Por qué están los fariseos tan
exaltados? Porque perderían su poder, su fortuna,
y su control si Jesús realmente tiene poder
divino. El tomaría el control. Tienen que cegarse
a la verdad, o sufrir las consecuencias.
¿Qué es la verdad?
Es simple. Jesús le ha dado una visión
profunda al hombre que nació ciego. De esta forma
la obra de Dios se hizo visible. Es por esto que el
hombre era ciego, nos dice Jesús. ¿Acepta
el hombre esto? “Yo creo, Señor” dijo
el hombre.
Su corazón ha sido sanado, además de sus
ojos físicos.
¿Quién puede ver y entender una cosa
así? No los fariseos. Ni tú ni yo tampoco,
si estamos protegiendo nuestro lugar en el mundo. Sin
duda, actuaríamos de la misma manera, dada la
oportunidad. Los fariseos codiciaban el control de
otros, por el respeto y la voluntad propia.
¿Qué pasaría si Jesús
hubiera puesto saliva en sus almas y de repente hubieran
visto al ciego ver? Ellos hubieran aceptado el milagro,
y las obras de Dios.
Y es por eso que esta larga historia se presenta durante
la Cuaresma, el tiempo de preparación. Tú
y yo vamos a presenciar una curación aún
mayor en la Pascua, y tenemos que empezar a lavar
nuestros ojos para verla. Jesús mismo va a sufrir
la ceguera del mundo y morirá por su causa. Y
piense en esto. El mundo, matándole a él,
será curado de la muerte y del sufrimiento, del
odio y del miedo, curado por un evento que no parece ser
nada más que odio a sí mismo. Jesús
desciende a las tinieblas con el fin de abrir los ojos a
un amor que es más fuerte que la oscuridad.
P. John Foley
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