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Lo Máximo más uno

Al escuchar la versión de las bienaventuranzas en el Evangelio según Mateo, reconocemos que incluyen todo.  Dejan nada a la imaginación y la suerte.  El problema aquí, como con la versión de Lucas, es que en ningún caso se oyen las palabras precisas de Jesús.  En los dos textos, los evangelistas citan mal la versión original, un tercer texto ya perdido, para que sus comunidades no pierdan el sentido del original en la boca del Señor.

Las ocho bienaventuranzas en Mateo o las cuatro en Lucas representan unas tres que actualmente utilizó Jesús para retar a su auditorio: “Felices los pobres; felices los hambrientos; felices los desposeídos.”  Así Jesús habló al pueblo que le escuchaba.  ¿Podrían ellos hacer que Dios fuera el centro de su vida?   ¿Podrían determinar que sólo Dios era necesario para su salvación y que fueron relativos otros detalles de la vida? 

Somos los discípulos modernos de Jesús de Nazaret.  Al centro de nuestro credo es la Encarnación.  Estamos convencidos que Jesús es el único Dios que veremos, oíremos y tocaremos.  Creemos que Dios aparece a la humanidad, no de maneras raras y abstractas, sino en el desarrollo de nuestra historia.  Dios, ofreciéndonos alianza tras alianza, ha llegado últimamente para identificarse con nosotros, haciéndose humano en Jesucristo.  El Verbo de Dios se ha hecho carne en nuestra humanidad.  Esto, como cosa difícil de comprender, le da a Dios el derecho de ser pobre, hambriento y desposeído.

Jesús sufrirá estas tres realidades humanas durante su vida.  ¿Qué de nosotros que pretendemos seguirlo?  Observandonos bien, parece que queremos poseer a Jesús como el genio del cuento de la lámpara.  El nos conseguirá vida larga, salud, riqueza.  “Felices los ricos, los bien alimentados, los dueños de la tierra.”

Pues, lo siento mucho. Así no resultará.  No es lo que Jesús dijo ni lo que comentaron Mateo y Lucas.  Lucas explica cómo condenamos a nosotros mismos si Dios, quien es amor y trae justicia y compasión, es rechazado.  Mateo nos da otro mensaje.  Después de convertir las tres frases de Jesús en siete, el número que en las lenguas hebreas y arameas indican la perfección de Dios, el evangelista añade otra más.  Así aprendemos que hay otra bendición más alla de las siete:  “Felices los que viven perseguidos por su fidelidad, porque ésos tienen a Dios por Rey”.

Se nos invita leer las bienaventuranzas de nuevo.  Si queremos estar entre los felices, aceptaremos la oportunidad de sufrir persecución con alegría. 

Somos cristianos, no porque tenemos unos antepasados particulares de sangre y raza, sino porque nosotros, como seres humanos, celebramos la fe en la humanidad entera, amada por Dios, poseída por Cristo y animada por el Espíritu Santo.  Somos capaces de vivir según las normas de siete más uno, la perfección y un poquito más.

Desde Sebastián hasta Romero, nuestra historia católica cristiana está llena de los que han vivido y muerto según estas reglas de amor supremo.  No hace falta ejemplo.

Hoy, la primera lectura de Sofonías el profeta nos dice que, siendo el resto, los que se quedan con las tierras invadidas y dañadas después del exilio y desaparición de los importantes, debemos vivir con esperanza y dársela a los que viven con nosotros, hasta al enemigo.  Nuestro mundo moderno está lleno de personas que supuestamente sobran.  Estas personas guardan el luto de los muertos y siembran maíz en el pasillo entre los sepulcros.  En ellas, las culturas, lenguas y vida tendrán su éxito.  Creen en un futuro hecho de la poesía y dolor del pasado, pero ya filtrado por el compromiso del momento.  En Afganistán, las Filipinas, Nueva York, estos son los verdaderamente felices, los que son capaces de poseer a Dios quien es el amor absoluto y sin condición.

San Pablo nos dice in la segunda lectura que los débiles existen para dar pena a los fuertes.  Bueno, intentaremos ver si esto sea cierto o no.  No somos los pudientes de nuestra tierra.  Somos un grupo de inmigrantes que por casualidad o necesidad vivimos en el mismo barrio.  Por separados no podemos hacer mucho, pero juntos en fe y comunidad somos los felices de la tierra, el pueblo de Dios, el sacramento de la presencia de Cristo. 

Donaldo Headley
Donaldo Headley se ordenó al sacerdocio en 1958. Se graduó con MA en filosofía y STL en teología de la Facultad Pontificia del Seminario de Santa María del Lago en Mundelein, Illinois.
Arte de Martin Erspamer, OSB
de Religious Clip Art for the Liturgical Year (A, B, and C)
["Clip Art" religioso para el año litúrgico (A, B y C)].
Usado con permiso de Liturgy Training Publications. Este arte puede ser reproducido sólo por las parroquias que compren la colección en libro o en forma de CD-ROM. Para más información puede ir a: http://www.ltp.org