Un pequeño grano se encuentra enterrado muy profundo en la tierra, envuelto en una oscuridad total. Sin embargo, no tiene miedo. Está protegido dentro de la cáscara fuerte y segura. El grano sabe que pertenece ahí, en el silencio, en un lugar para crecer.
Entonces, viene una calamidad.
La cáscara protectora empieza a apretar, a invadir su espacio, a causarle dolor. Nuestro grano creciente experimenta un choque. Lo que antes lo protegía ahora está en su contra, impide su crecimiento. Lo aplasta. De repente, como si obedeciera un impulso fundamental, la cáscara se rompe.
“¡Espera, espera, yo te necesito! Sabes que dependo de ti. Espera!”
El pequeño ser que se transforma adquiere inesperadamente una vida nueva. Se atreve a vivir un su nuevo hogar, la tierra resbaladiza. Se mueve con cuidado hacia arriba.
Pero encuentra obstáculos, incluyendo una enorme roca inmovible. Una roca áspera, indiferente a los pequeños brotes verdes
Y aquí termina la historia, ¿verdad?
Pues, no, porque parece que el grano ahora tiene la fuerza de su voluntad. Busca algo—se impulsa hacia algún objetivo, progresando por medio de su intuición.
Extendiéndose por el borde inferior de la roca, muerto de miedo y sufriendo, tras un tiempo que parece años, alcanza salir desde debajo de la roca. ¿Y qué pasa? Vuelve a subir.
Ahora tiene que penetrar terrones de tierra y evitar muchas piedras. Cuánto más alto sube el brote, más seca se vuelve la tierra. La superficie de la tierra, cuando por fin la alcanza, parece impenetrable. Parece ser el obstáculo insuperable.
Y ahora sí, la historia termina.
Excepto por una voz que habla desde lo más profundo de su ser. Empuja, empuja, le susurra. Estoy contigo. El brote busca la más mínima grieta en la superficie de la tierra. Con la confianza ahora inscrita en su corazón, esta pequeña vid emerge a su nuevo hogar. En un cielo de luz y calor, bañada por los asombrantes rayos del sol, nuestra planta se estira y bosteza en las brisas de la Primavera.
Este proceso tiene mucho en común con nuestras vidas, ¿verdad? A veces parece que la oscuridad es nuestro único hogar.
Pero Jesús dice, no te preocupes, mi hijo, confía en mí. “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto.” (Evangelio)
Y este el es verdadero final de la historia, ¿verdad?* Para un ejemplo del proceso contrario, piensa en un polluelo dentro de su cascarón que se niega a salir. Debido a todos los problemas que hay en el mundo—la contaminación, la guerra, los conflictos entre personas--el polluelo opta por permanecer dentro del cascarón, en un ambiente de calor y seguridad
Tú estás invitado a enviarle por correo
electrónico una nota al autor de esta reflexión:
Fr. Juan
Foley, SJ

