Por la Iglesia: que la alianza de Dios, escrita en nuestro corazón, nos ayude a conocer mejor al Señor, guiándonos en el servicio de Dios cada día.
Para la gracia de ser sumisos a Dios: que dejemos de buscar control, entreguemos nuestra vida a Dios para que Él nos levante cada día.
Por los que enfrentan unas “pequeñas muertes,” como una pérdida, traición o decepción: que se entreguen estas heridas a Dios, que Dios crea una nueva vida dentro de ellos.
Para la gracia de ser mujeres y hombres para otros: que Dios nos guíe para sacrificar nuestra vida en servicio con amor, compartiendo nuestros dones para ayudar a los demás en su camino.
Para sanación y libertad: que cada vez cuando se levanten el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, seamos atraídos a Cristo, la fuente de la vida.
Por todos que quieren ver a Jesús: que conozcan y crean en Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida.
Por los que se preparan para el Sacramento de la Reconciliación: que Dios les libre de sus pecados, les sane sus heridas y les cumpla su conversión.
Para estar abiertos al perdón: que creamos en el deseo de Dios para perdonarnos, aceptando su misericordia como un don de Dios, que no se recuerda nuestro pecado.
Por los que sufren por el Evangelio, especialmente en el Medio Oriente: que Dios les fortalezca con el Espíritu de la esperanza.
Por los que están cerca de la muerte: que se entreguen al cuidado amable de Dios para entrar en la plenitud de la vida con Cristo.
Por los que enfrentan el poder de la muerte, con los que piensan en suicidarse, con las que han sufrido un aborto, con los que han perdido un querido: que la luz y la esperanza del Evangelio brillen en sus consejos.
Por los que sufren cada día de tener enfermedades crónicas, de estar lejos de su familia, de ser abusados, de ser abandonados en las calles: que Dios les consuele, les sane sus penas y les guíe a una comunidad que les cuida.
Por los gobernantes: que Dios les ayude comprender las necesidades más urgentes de nuestra sociedad, iniciando un diálogo constructivo sobre el bien común.
Por los inmigrantes y los refugiados: que sean recibidos a unas comunidades amables para buscar nuevas oportunidades de usar sus dones y talentos.
Para el don de la paz: que Dios les guíe y les inspire a todos que trabajan por la paz, especialmente en Corea, Norte y Sur, a través de un diálogo abierto.